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Feijóo aplica la "vía Casado", con muchos matices, para resolver la crisis en el relevo de Mallada

Existen semejanzas entre la fórmula con la que el PP nacional zanjó el proceso que tumbó al anterior presidente y la adoptada en Asturias, pero en las diferencias residen las incertidumbres

Teresa Mallada. Ilustración: Juan Ferreira

Mallada facilita una transición del Partido Popular de Asturias al renunciar a presentarse a la presidencia del partido, permitiendo así espacio para que se construya una candidatura sólida que consiga la unanimidad que el presidente nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, reclama para el futuro congreso de los populares.

Esa sería la lectura en positivo de lo sucedido en apenas 48 horas entre los populares. Otras lecturas más crudas señalarían que el PP asturiano, una vez más (y ya van cuatro) ha demostrado su incapacidad para dirimir internamente sus diferencias sin acabar al borde de la fractura y el escándalo. Y esas discrepancias suelen aflorar cíclicamente cuando los vientos soplan a favor, o cuando se plantean relevos que no siempre se asumen pacíficamente.

Aunque las circunstancias son claramente diferentes, conviene mirar a lo sucedido en los convulsos momentos internos en los que Núñez Feijóo llegó a la presidencia del Partido Popular en España. El líder gallego fue la solución ante la profunda crisis desatada por las relaciones entre Pablo Casado y la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. Los acontecimientos estallaron a mediados de febrero y la solución se estableció pocos días después. El congreso de unidad que entronizó a Núñez Feijóo, en Sevilla, no se demoró más allá de mes y medio y se celebró el 1 y 2 de abril.

Pero en aquella ocasión existía una larga tradición interna de considerar al dirigente gallego como un "deseado" candidato que nunca terminaba de dar el paso. La situación que atravesaba el partido en el grave episodio de enfrentamiento entre Casado y Ayuso motivó que los barones territoriales animaran a Feijóo a tomar las riendas. Entre ellos estaba la propia Mallada, a quien hay que reconocerle que mientras el equipo de Casado exigía adhesiones públicas, ella llamó a los dirigentes asturianos a permanecer en silencio.

El riesgo de nueva escandalera es inversamente proporcional a la velocidad con que se encuentre candidato

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Volviendo a Asturias, los responsables del PP son conscientes de que atajada la hemorragia, conviene poner la venda cuanto antes. Los populares asturianos no pueden vivir un largo periodo de espera y pugna interna para elegir un candidato, con una ensalada de nombres apareciendo por doquier. No pueden hacerlo porque resulta evidente que existe tanta fragmentación, en muchos casos prácticamente unipersonal, que la posibilidad de alianzas y contraalianzas, en términos de combinaciones estadísticas, puede ser infinita.

Eso no sucedió en el "caso Casado", porque no había otra opción que Feijóo, nadie pensaba en otra persona que él y el congreso de unidad estaba casi cantado. Tal fue así que el asunto se liquidó en apenas mes y medio en el que el gallego fue cogiendo aire e impulso demoscópico con tanta carrerilla que al cabo del tiempo terminó incluso por darle la vuelta a las encuestas.

Un plazo corto es el que manejan dirigentes del PP para reconducir la situación en Asturias y lograr un cónclave en el que tanto los que han estado más próximos a Mallada como quienes la han venido cuestionando, respondan de manera unánime y rotunda. Y la dificultad principal (justamente lo que supone una gran diferencia entre esta situación y la que el partido vivió con Casado) es que en el PP asturiano no hay un "Feijóo" a las puertas. O al menos no se le conoce ni está tan aclamado como lo estaba el líder gallego. Esos son los deberes para las próximas semanas.

Hay otras diferencias no menores. Casado anunció mediante un comunicado que no optaría a la presidencia del partido y esbozaba una mínima hoja de ruta hacia el congreso extraordinario. Teresa Mallada, en cambio, ha comparecido públicamente (es cierto que sin permitir preguntas), y esa ha sido una fórmula que ella misma defendió como la más idónea frente a otras.

Pero la más relevante es que Casado terminó prácticamente solo, perdiendo por minutos los apoyos, de modo que cuando se celebró el congreso de Sevilla no había rastro del "casadismo". No ocurre lo mismo aquí. Teresa Mallada ha sido consciente de que mantenía fortaleza entre la militancia como mínimo para escenificar una división clara en un congreso y ponérselo difícil a alternativas que supusiesen un claro enfrentamiento.

De ahí que sea significativa la última diferencia respecto al episodio Casado: los términos de la declaración de Mallada. La aún presidenta ha indicado que ese "paso al lado" no lo considera una salida. "Hemos acordado buscar conjuntamente la mejor solución", ha dicho en referencia a sus conversaciones con Feijóo. Conjuntamente.

El riesgo de nueva escandalera interna será inversamente proporcional a la rapidez con la que el PP encuentre candidato y líder. Y lo predecible es que aparezcan propuestas, hipótesis, sugerencias y recomendados. De ahí que, dado que dirigentes y cargos han repetido como un mantra ese espíritu de acatamiento pleno de la infalibilidad de Feijóo, esta historia debería terminar con un anuncio del presidente y un aplauso cerrado. Sea quien sea, ya que será el mejor por definición.

Eso sí, cuando se considere que la herida está curada, conviene evaluarla cada poco, porque ya sabemos que el PP asturiano tiene una tenaz tendencia a autolesionarse.

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