Más de la cuarta parte de los asturianos consumieron ansiolíticos a lo largo del año pasado

Salud pone en marcha este mes una campaña, dirigida a ciudadanos y sanitarios, para "desmedicalizar y no cronificar" los tratamientos

ansioliticos

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Un total de 266.121 asturianos –más de una cuarta parte de la población regional– consumieron medicamentos para la ansiedad a lo largo del año pasado. De ellos, 181.895 son mujeres y 84.226, varones, lo que significa más del doble de predominancia femenina. Algo similar –aunque con una incidencia social algo inferior– sucede con los fármacos antidepresivos. En 2021, fueron 184.034 los ciudadanos de la región que se medicaron contra la depresión, de nuevo con una diferencia muy acusada de las mujeres (131.590 usuarias) con relación a los hombres (52.444 consumidores). Como es bien sabido, la población actual de Asturias está justamente en el límite del millón de habitantes.

Plan de choque de la Consejería de Salud. Estos datos figuran en varias respuestas –por escrito y de palabra– de la Consejería de Salud del Principado a preguntas formuladas por el diputado de Podemos Daniel Marí Ripa. El Consejero, Pablo Fernández Muñiz, ha anunciado en la Junta la puesta en marcha, este mismo mes de noviembre, de una estrategia encaminada a reducir el consumo de psicofármacos, de manera particular entre la población femenina.

Realidad preocupante. Este plan de choque busca contrarrestar una realidad social preocupante, reflejada en un informe elaborado por la Consejería de Salud, el Instituto de Investigación Sanitaria del Principado (ISPA) y el Servicio de Salud (Sespa): cuatro de cada diez mujeres asturianas consumen medicamentos antipsicóticos, ansiolíticos, hipnosedantes o antidepresivos, y lo mismo hacen dos de cada diez hombres.

Asturias, a la cabeza de España. De manera complementaria, datos del Ministerio de Sanidad sitúan a Asturias a la cabeza de España en el consumo de ansiolíticos, con niveles que triplican los de Madrid o Navarra. Asimismo, ocupa el segundo puesto en el uso de antipsicóticos y antidepresivos, con valores que casi duplican la media nacional. Globalmente, el Principado es la comunidad española en la que más se recurre a tratamientos con psicofármacos.

Cuatro grupos de medicamentos. Bajo el epígrafe de psicofármacos figuran los medicamentos antidepresivos y ansiolíticos, cuya indicación es bien conocida por el común de los ciudadanos. Entre tanto, los antipsicóticos se utilizan para tratar trastornos graves (como esquizofrenia o trastorno bipolar) y los hipnosedantes producen sedación y, a dosis más elevadas, provocan sueño. Si se suman los consumidores de estos cuatro epígrafes en 2021, la cifra resultante es 552.027, muy superior a los 447.137 usuarios de 2017. Hay que considerar que, con frecuencia, una misma persona puede recurrir a más de uno de estos medicamentos.

El mayor aumento, en 2018. En la información remitida por la Consejería de Salud se pone de relieve que el mayor salto en el consumo de psicofármacos en Asturias no se registró en el periodo de pandemia de covid-19, sino principalmente en el año 2018. Asimismo, se especifica el gasto público en este tipo de fármacos, que pasó de 36,5 millones de euros en 2017 a 41 millones en 2021.

Agravamiento de la población joven. Lo que sí ha provocado el periodo pandémico es un impacto considerable sobre la salud mental de los adolescentes y los jóvenes. Un dato referido a la población asturiana menor de 30 años: en 2019, consumieron antidepresivos 2.866 mujeres y 1.738 hombres; en 2021, estas cifras se elevaron, respectivamente, a 3.822 y 1.945. El aumento en mujeres es del 33 por ciento; en varones, del 12 por ciento.

Campaña de uso racional. Contra un problema de la dimensión del que dibuja esta estadística, la Consejería de Salud tiene previsto activar este mismo mes una campaña para promocionar el uso racional de estos medicamentos que se dirige a la ciudadanía y a los profesionales sanitarios. Su propósito genérico se centra en "aumentar la seguridad del paciente y promover la desmedicalización y la no cronificación de los tratamientos en la medida en que sea posible", según el consejero de Salud.

Medicalización de problemas cotidianos. El análisis de Pablo Fernández ofrece una perspectiva múltiple de la inflación del uso de psicofármacos. Los expertos contestan a la pregunta por las causas hablando, según el titular de Salud, "tanto de factores individuales como sociales", y concretan evidenciando la concurrencia, entre otros ingredientes, del envejecimiento, "el incremento de las enfermedades crónicas, las prescripciones múltiples, la falta de cultura sobre la seguridad de los medicamentos" y hasta la "influencia de la industria farmacéutica o la medicalización de la vida cotidiana", entendida como "el uso de medicamentos para paliar problemas no médicos".

Contratación de psicólogos. El debate sobre los posibles remedios se ha suscitado en varias ocasiones en la Junta, con enfoques que difieren en el análisis y las soluciones. El del diputado de Podemos Daniel Ripa, psicólogo de profesión, dice que "estamos tratando de una forma equivocada la salud mental", que los estudios científicos demuestran que los psicofármacos carecen de efectos "en depresiones leves o moderadas" y que faltan psicólogos en la sanidad pública. Los planes del Principado, incorporar a 38 profesionales más hasta 2030, se le adelantan insuficientes para atender una explosión del consumo de ansiolíticos y antidepresivos como la que indican las cifras de los últimos años. Y concluye que los números hablan con suficiente elocuencia de la necesidad de "mejorar el enfoque, la mirada y las soluciones".

Soluciones no farmacológicas. El Plan de Salud Mental 2022-2030, vuelve el Consejero, ha nacido de los profesionales, ha superado la fase de información pública e incluye en el ámbito de la reducción del uso de fármacos varias acciones, entre otras la prescripción de "activos de salud no farmacológicos útiles para el afrontamiento de situaciones generadoras de malestar", una "monitorización de los tratamientos farmacológicos en residencias de mayores" o el desarrollo de "campañas mediáticas para fomentar un cambio en la visión sobre el uso y abuso de fármacos potencialmente adictivos o en la medicalización del malestar".

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