Teresa Bobes, psicóloga: «Se necesitan muchos más profesionales para atender la demanda de adolescentes»

«La pandemia no produjo nada nuevo, sino que hizo estallar cuestiones que ya se venían señalando con anterioridad»

Teresa Bobes Bascarán es psicóloga clínica del centro de salud mental de La Corredoria (Oviedo) y profesora de la Universidad de Oviedo. En estas líneas, analiza el panorama de la salud mental de los jóvenes y adolescentes:

«Pienso que la pandemia no produjo nada nuevo, sino que fue el momento en el que estallaron cuestiones que ya se venían señalando anteriormente con caso bastante omiso por parte de muchos agentes: que había que cuidar a las familias, los problemas que conllevan las separaciones, las redes sociales, la sobreexposición de los adolescentes al porno, la falta de control, el exceso de pantalla... Todo eso ya estaba antes y lo que hizo la pandemia fue hacerlo estallar.

»También influyó el hecho de que, durante el confinamiento, los niños vieran mermados sus derechos por debajo de los de los animales. Fue tremendo que los niños no pudieran salir a pasear a la calle cuando los perros sí podían. Los que hicieron estas políticas entendían que un perro no podía estar 24 horas encerrado en una casa y un niño sí. Evidentemente, los niños que estaban un poco tocados terminaron de caer.

»La pandemia también ha traído mucha precariedad laboral y económica, que aumenta la tensión en las familias y hace mucho más difícil tener un hogar conciliador. Si no hay esperanza de que esto cambie, poco se puede hacer.

»Sobre las redes sociales: A la gran mayoría de padres y madres no se les ocurre dejar a un niño solo en un parque y largarse. Sin embargo, muchos padres, porque están cansados, ocupados o lo que sea, dejan que los niños tengan acceso a una pantalla, que es como dejarlos solos en una gran ciudad. Los niños tienen acceso a vídeos pornográficos, a vídeos de torturas, a hacerse perfiles de redes sociales, y eso les obliga a digerir una información para la que no están preparados ni ellos ni casi cualquier adulto. Entre que no hay supervisión y que, hoy día, si no tienes un teléfono móvil y no tienes un perfil social no estás integrado, pues las consecuencias están ahí.

»Existe mucho efecto contagio. Por ejemplo, con las autolesiones. Siempre han existido, pero ahora una persona que se autolesiona lo pone en su perfil de Instagram y eso va generando entre los adolescentes una idea de lo que es un adolescente atormentado. O se identifican con esa persona y copan esos modelos.

»¿Las redes sociales son útiles? Sí, pero deben utilizarse con una supervisión y, desde luego, necesitamos modelos sanos en los que los adolescentes puedan reflejarse. Este asunto es muy preocupante. A menudo, a los padres nos queda muy grande el control de las redes porque desconocemos muchas cosas y porque estamos muy cansados y muy ocupados, y es más fácil dejar el teléfono al niño, y que nos deje en paz, que estar encima de ellos. Pero luego pasan las cosas que vemos.

»El sistema sanitario se está viendo desbordado por el volumen de personas que vienen a salud mental. Los profesionales estamos haciendo lo que podemos con lo que tenemos. Pero, idealmente, deberíamos tener muchos más recursos humanos y físicos y mucho más apoyo por parte de las administraciones.

»¿Camas de hospitalización para jóvenes? Las camas de hospital son importantes para casos graves puntuales, para apagar el fuego, pero necesitamos campañas de prevención, que haya más recursos ambulatorios. Por ejemplo, disponer de más hospitales de día favorecería que hubiera muchos menos adolescentes ingresados. El ingreso es la última medida, porque implica una ruptura, un corte biográfico de ese adolescente. Y se necesitan muchos más profesionales para atender la demanda de niños y adolescentes; sobre todo, para atender los casos cuando empiezan, no cuando ya está encapsulada.

»En los colegios, en los medios de comunicación, en la propia sociedad, hace falta formación de lo que son las emociones, la ansiedad o la tristeza, que son naturales y adaptativas, para que no se patologice lo que es natural. Por ejemplo, una persona que pierde a su abuela no puede ser enviada a los servicios de salud mental a los tres días. Un duelo es lo más natural y lo más adaptativo que existe.

»No es todo aumentar las camas de hospital, sino hacer un trabajo a todos los niveles. Y cuidar a las familias, que al final son el pilar de la sociedad. Sin embargo, faltan medidas de conciliación adecuadas y de apoyo a las familias. Ese es el síntoma de que lo importante se está descuidando».

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