Proyecto Ubuntu, la huerta en el sur de África

"No cambio esto por nada, he dicho a mis frailes que busquen un árbol lindo bajo el que vivir la eternidad", afirma fray Jorge Bender, misionero que contará su vivencia en el Club Prensa Asturiana

1. El fraile Jorge Bender, rodeado de niños de los pueblos cercanos tras la misa. 2. Una de las cabañas que tuvieron que ser reconstruidas. 3. Mujeres preparando la comida. 4. Fincas de labor en la misión. 5. El río que limita los terrenos. 6. Edificio del convento. | Carlos Fernández

1. El fraile Jorge Bender, rodeado de niños de los pueblos cercanos tras la misa. 2. Una de las cabañas que tuvieron que ser reconstruidas. 3. Mujeres preparando la comida. 4. Fincas de labor en la misión. 5. El río que limita los terrenos. 6. Edificio del convento. | Carlos Fernández / Carlos Fernández

Carlos Fernández

Carlos Fernández

Sobre las montañas que se ven a lo lejos comienza a aparecer una luz púrpura, son las seis de la mañana y el termómetro marca 20 grados. Allá arriba, a ocho mil kilómetros, está Oviedo, donde son las cinco de la mañana y seguro que hace frío, y sin duda no se escucha la barahúnda de pájaros que aquí avisa que la vida nos regala otra jornada entera para andarla. Y a mediodía será el canto coral de los grillos. África tiene banda sonora.

Proyecto Ubuntu, la huerta en el sur de África

Proyecto Ubuntu, la huerta en el sur de África / Carlos Fernández

Estamos en la misión de Jécua, en el interior de la antigua colonia portuguesa de Mozambique, hoy República del mismo nombre, apenas a cinco kilómetros de la frontera con Zimbabwe. En una extensión de más de doscientas hectáreas, la Custodia de Santa Clara de Assis de Moçambique (Orden Franciscana), ha puesto en marcha una acción de desarrollo agrario denominada "Agropecuaria San Francisco", con el objetivo de crear una unidad de producción agro-pecuaria modelo y una escuela profesional de referencia para toda la región, tal como figura en el Convenio de Cooperación suscrito en octubre de 2021 con la Fundación Agricolae Mundi, entidad para cooperación internacional creada por varios Colegios Oficiales de Ingenieros Técnicos y Graduados en Ingeniería Agrícola de España, entre ellos el de Asturias. De ese acuerdo nació el llamado Proyecto Ubuntu, mediante el cual colegiados y estudiantes españoles pueden colaborar técnicamente, como voluntarios o profesionales, a la vez que adquirir formación en cooperación para el desarrollo.

Proyecto Ubuntu, la huerta en el sur de África

Proyecto Ubuntu, la huerta en el sur de África / Carlos Fernández

La Fundación cuenta entre sus voluntarios también a otros titulados, pues puede participar en ella cualquier persona que entienda el valor de la cooperación como herramienta para alcanzar un mundo mejor.

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Proyecto Ubuntu, la huerta en el sur de África / Carlos Fernández

Fray Jorge Bender, el misionero responsable y Vicario de la Orden, ya lleva dos horas levantado. Lo hace sobre las cuatro de la mañana. Dice que esas primeras horas, en paz, le rinden mucho. Es argentino, y arranca la jornada preparándose un mate ensillado. "Un kilo de yerba me tiene que durar un mes", dice con su sonrisa amable. Nada hay menos derrochador que un fraile, y sobre todo si está en una misión en el interior de África en donde es imposible comprar casi nada. Tras ese pequeño placer, fray Jorge aprovecha para rezar un poco y madurar ideas y proyectos. "Un tiempo sereno, de claridad, de discernimiento", ha explicado él días atrás.

Proyecto Ubuntu, la huerta en el sur de África

Proyecto Ubuntu, la huerta en el sur de África / Carlos Fernández

Mientras paseo tranquilo por el vivero, copio al fray y programo un poco. A cinco kilómetros está Zimbabwe, la antigua Rodesia del Sur. Pagando una pequeña tasa se puede pasar. Cerca está el Nianga National Park, con sus safaris. Merece la pena aprovechar la ocasión.

Proyecto Ubuntu, la huerta en el sur de África

Proyecto Ubuntu, la huerta en el sur de África / Carlos Fernández

Dentro de media hora, los tres franciscanos de la misión, cumplirán con la misa. Los sábados y domingos, la Eucaristía será abierta, con la comunidad.

Proyecto Ubuntu, la huerta en el sur de África

Proyecto Ubuntu, la huerta en el sur de África / Carlos Fernández

Todo es austero aquí, se tiene solo lo preciso. El edificio conventual, como todas las edificaciones de la misión, es de construcción reciente, y cuenta con cuatro dormitorios, cocina, aseo, comedor que sirve de sala de reunión y una pequeña capilla. En él se alojan los tres frailes y también el visitante de turno. Los técnicos de Agricolae Mundi han redactado un proyecto para alojamiento de cooperantes y una nave para explotación de ganado porcino, y en la finca los cultivos ya van ganado terreno al suelo virgen. Maíz, patatas, soja, área de hortícolas, mangos, cítricos, aguacates, papaya, plátanos... Y ahora, las primeras mil plantas de café. Arábica, el bueno.

Todo es el resultado del entusiasmo –empecinamiento más bien– de los responsables de la misión, ánimo y trabajo. Los frailes corrigen ésto: también las personas que desde cualquier lugar del mundo ayudan. Y citan al escritor y empresario argentino Alejandro Roemmers, que se ha volcado en el apoyo, entre otros, y sobre todo "el Jefe de Arriba", dicen sonrientes señalando al Cielo. Uno, sin ánimo de que se enfaden los frailes, recuerda el refrán de los campesinos asturianos: "Dios y el cuchu ayuden munchu, pero enriba tou el cuchu".

Pero igual hay algo porque aquí tienen poco estiércol y el visitante se sorprende del éxito de los cultivos, mientras se pasea cerca de uno de los pozos de agua, recién abiertos, y que permiten a las mujeres de los poblados cercanos ahorrar varios kilómetros para abastecerse.

En Jécua, con poco se hace mucho. En mayo el maíz estará listo para cosechar. Fray Jorge me enseñó una foto de las mazorcas del pasado año. En el remolque del tractor, Manuel y Albertinho, dos de los trabajadores, sonrientes, como todo el mundo aquí, están sentados sobre el maíz. Y el fruto es de primera. Pero esto es África; no hace nada el ciclón Ana se llevó por delante la cosecha y destruyó todas las cabañas que pilló a su paso. Entre una organización alemana, Agricolae Mundi y otros apoyos se reunió el dinero para la reconstrucción.

En el comedor, a las siete y media, con rigor cuartelero, llega el momento del desayuno, que llaman con gracejo "mata–bicho". No solo se aprovechan mejor las cosas aquí, también hay más humor que en la lejana España, y ello a pesar de las privaciones. Un ejemplo: no hay tendido eléctrico en la misión. Se nutre de una instalación de placas solares con sus baterías, lo que permite la iluminación del pequeño convento, el ordenador, la nevera y subir el agua de uno de los pozos. Lo que no da es para calentarla. La bebida oficial es el agua fresca. Es buen lugar para ella; en las montañas que limitan la misión hay alguna industria embotelladora.

En la época calurosa, el mata–bicho es a las cinco de la mañana, para salir al trabajo en hora temprana, huyendo de la fuerza del calor.

Acabado el desayuno comienza el trabajo en la finca. Todo el mundo al curro. Fray Jorge con su azada, fray Calixto (Calixto Anastasio Tinga) al tractor, con la ayuda a veces de Augusto... La misión tiene una pequeña plantilla, y en época de cosecha ya hace falta contratar a más personas, mayoritariamente mujeres a las que les viene muy bien ese dinero, pues en el día a día carecen de él y de ese modo pueden comprar cosas que necesitan.

El lugar, además de hermoso, un poco seco para la idea que se tiene de África, debido a su altitud, entre 600 y 700 metros, altitud de Castilla, es tranquilo. No hay animales no convenientes, salvo víboras, de ahí que se usen botas para trabajar y el famoso anopheles, con su malaria a cuestas. Abundan las gacelas, preciosas en las fotos pero mala compañía en los cultivos. Los animales grandes se encuentran lejos, los hipopótamos están en los ríos y los elefantes en el Parque Nacional de Gorongosa, en el Valle del Rift, la falla geológica con los animales míticos, donde John Wayne, en "Hatari", cazaba rinocerontes para vender a los zoos, y Ava Gardner, el "animal más bello del mundo", intentaba seducir a Clark Gable, y éste a su vez a Grace Kelly, en "Mogambo".

A las doce del mediodía llega la hora del almuerzo, preparado por Gloria, la cocinera indígena, para el convento y los obreros, salvo los domingos, que descansa, por lo que toca a los frailes ponerse al frente de los fogones. Lo básico en la alimentación es la polenta y el arroz. "Sin esto no hay comida", dicen los lugareños. También aparecen las patatas, alubias, verduras –abundan las ensaladas, que se agradecen–. Y los huevos. A menudo se mata, y entonces hay cerdo, y alguna gallina.

Ya se cuenta con una pequeña nave con gallinas ponedoras que funciona bien –la misión vende gran cantidad de huevos– y cría de porcino, que también venden, y un rebaño de vacas de raza Afrikaner –Manuel es el vaquero–. También están en marcha los estanques en los que se crían las tilapias, equiparable a la cría de truchas, y a veces aparece en el menú el carapau, una especie de chicharro. Y está el goce de la fruta –mangos, papayas, aguacate, bananas, lichis– y las nueces de macadamia, y dentro de nada las naranjas y mandarinas, ya plantadas pero que aún no han entrado en producción. La fruta es otro de los productos de la finca que ya se ha empezado a comercializar.

Tras el almuerzo llega la media hora de siesta, fundamental. Y tras ella vuelta al trabajo, hasta las seis de la tarde. La "Agropecuaria San Francisco" es una misión, y por tanto el horario de la jornada está marcado por ese carácter. Es por ello que a las seis y media, aseados tras el trabajo, llegua el momento de oración. A las siete y media se cenará. Y un poco antes al visitante laico le llega la tentación: sería maravilloso poder tomarse una cerveza, tras un día de calor –aún lo hace–. Pero la austeridad es lo que tiene: no hay cerveza en la misión. Pero sí forma de adquirirla. Por eso se han comprado unas cuantas en Manica. Por 65 meticales –más o menos un euro– uno se hidrata feliz con una botella de medio litro de cerveza "2M". Para poder confesarse, primero hay que pecar.

A las ocho de la tarde llega el noticiero. La verdad es que fuera de la misión suceden cosas que ni se creen ni se entienden. Nada que vez con la paz de este lugar. Ayer, al acabar el día –los atardeceres son conmocionantes– fray Jorge, que es conversacionero, con un encanto especial además, respondió a alguna pregunta. Sí, tiene una "linda" relación con el Papa Francisco. Bergoglio le dio clase, y siendo el fray superior de un convento en el centro de Buenos Aires, el futuro Papa visitaba el lugar "y hasta dormía alguna siestita a veces". Pero a pesar de haber desempeñado cargos notables en la orden, fray Jorge Bender conoció África, y esto lo pilló. El modo de vivir, los perfumes, los atardeceres, la gente, su alegría, su felicidad congénita, el disfrutar de las fiestas, la unión de las familias. "Mira, acá no hay huérfanos; si mueren los padres, los hijos son absorbidos por la familia, los tíos, los abuelos, los primos, todos están ahí". Pronto descubrió el fray la verdad. Y escribió un libro. Se titula "África no me necesita; yo necesito a África".

Pero, como en todos los sitios, no es oro todo lo que reluce. La esperanza de vida es de 61 años –en España de 82–. Sobre todo fuera de las ciudades la atención médica es casi inexistente. Si en la misión se da un problema importante de salud la única opción es un simple dispensario en Manica, a unos kilómetros. Pero nos ganan en algo hoy fundamental: el 52% de la población del país es menor de 18 años (en Asturias, el 14%).

Fray Jorge, que fue alpinista, llegando a decir misa en la cima del Aconcagua, aprendió de ese deporte algo sustancial para la vida: "Hay que ir ligero de equipaje". A las diez llega la hora de dormir.

La estancia en Jécua no solo permite felicitarse por el desarrollo de un gran proyecto agrícola, socioeconómico y de rearme cultural para los habitantes del territorio, a poco que se apoye, y por la existencia de un lugar donde los visitantes descubrirán que la vida en Europa está recargada de muchas cosas prescindibles, mientras faltan las más valiosas: la sencillez, el tiempo, la ayuda mutua y lo que tienen los mozambiqueños de este territorio: la alegría de vivir. De esta cooperación es Europa la que más gana. El Proyecto Ubuntu comprende la posibilidad de visitar, cualquier persona que lo desee, Jécua mediante la figura "experencia misionera". Durante unos días el visitante hará la vida de un miembro más de la misión, abonando únicamente el coste real de su estancia –diez euros/día todo incluido–. El redactor de este reportaje lo aconseja. Regresarán siendo personas diferentes.

–No cambio esto por nada, yo ya no volveré. He dicho a mis frailes que busquen un árbol lindo para mi acá, bajo el que vivir la eternidad.

Fray Manuel (José Manuel Bambo) asiente en silencio.

Fray Jorge Bender estará en Oviedo el próximo viernes 31 para presentar en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, a las 18,30 horas, el Proyecto Ubuntu de la mano de la Fundación Agricolae Mundi.

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