Historias del tren: Algún lío de faldas, pero siempre puntual

El avilesino Chus Naves lleva 32 años utilizando el Cercanías para acudir diariamente a su trabajo en Oviedo, lo que le ha permitido engrosar su anecdotario particular

Historias del Tren: Las tres décadas de Chus Naves en la línea Avilés-Oviedo

VÍDEO: Amor Domínguez/ FOTO: Pablo Solares

Joaquín A. Cuesta

Joaquín A. Cuesta

Mientras Híspalis adornaba el puente de Triana como preámbulo a la Expo-92 de Sevilla, y Alfonso Guerra abandonaba su cartera ministerial por los escándalos socialistas de 1991, Chus Naves, oriundo de Avilés, descubría su amor por el Cercanías.

Un viajero tenaz, "de los que ya quedan pocos", opina, lleva treinta y dos años cogiendo el tren de lunes a viernes en la Villa del Adelantado y apeándose en Llamaquique (Oviedo) para ir a trabajar. Lo hace por obligación, claro, pero con cierta mueca de alivio al saber que no llegará tarde a sus labores en la constructora para la que faena. Ese es en el fondo el quid de la cuestión. Para él, lo que le hizo escoger los raíles en vez de la Autovía fue la tranquilidad de saber que "cuando tiene que salir sale, y cuando tiene que llegar llega; eso es algo impepinable y por eso llevo tantos años trabajando para la misma empresa, porque nunca me retraso", asegura.

Ahora bien, más de tres décadas a bordo de un vagón dan para muchas anécdotas... Tantas que Naves ya opta por echar un "pigacín" para no engrosar aún más la lista. "Alguna vez me desperté en El Entrego y alguna otra desperté a alguno que estaba dormido en Llamaquique y me metió un bufido porque iba para El Entrego", cuenta este peculiar pasajero disfrazado de ladrón que se creyó que todos son de su condición.

Una de esas historias que hicieron que Chus Naves tuviera que limpiarse el sudor al llegar al trabajo ocurrió hace unos años, cuando "sin querer" pisó la falda de una viajera y cuando esta fue a bajarse del tren, solo ella llegó al andén. "Me quedé yo con el vestido. Fui a ayudarla para dárselo y decirle que si necesitaba que le comprara otro, pero ella me pegó un sopapo. Ahora me río, pero de aquella no me hizo ninguna gracia", lamenta entre risas.

Tantos compañeros de viaje que el avilesino ha tenido tiempo de hacer que sería imposible acordarse de todas las caras, aunque "sí que he sido capaz de entablar relación con alguno de ellos". "En otros medios de transporte solo ves nucas y calvorotas, y eso es algo que se agradece del tren, poder ver caras, las cuales cada vez son más jóvenes", celebra Naves, que lo achaca a los abonos de transporte, que cuando salen publicados, "vamos todos como pistachos en una máquina". Tantos viajes en los que Chus Naves se ha convertido en un verdadero experto en interpretación facial y conoce a la perfección el estado de ánimo de sus compañeros de cercanías. "Se nota mucho cuando alguien va en el sitio que le gusta, cuando no, quien busca el mejor recoveco para echar una cabezadita... Hay de todo", relata. Sin embargo, él prefiere dedicar los minutos que pasa sobre raíles a su gran afición: la lectura. "La tranquilidad que te aporta el tren para leer es impagable y es una de las cosas por las que me enamoré de este medio de transporte, a parte de lo obvio, como el ahorro económico frente a los coches, no tener que buscar aparcamiento y demás", agrega el avilesino, que desde el primer día que puso un pie en el tren que le llevó durante once horas hasta Ferrol para cumplir con sus obligaciones militares, no volvió a elegir otro medio de transporte.