Entrevista | Irene Díaz Rodríguez Nueva vicerrectora de Investigación de la Universidad de Oviedo

"Nos preocupa la falta de jóvenes científicos, habría que plantearse pagar más que el salario mínimo en el doctorado"

"Vamos a implantar ya la factura electrónica y tenemos otras digitalizaciones preparadas para agilizar las convocatorias de contratos y las comisiones de servicio; llegarán en torno a la Semana Santa"

Irene Díaz, ayer, en el patio del Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo.

Irene Díaz, ayer, en el patio del Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo. / Luisma Murias

Mónica G. Salas

Mónica G. Salas

Irene Díaz Rodríguez (Lugones, 1973) es vicerrectora de Investigación desde el pasado mes de diciembre. Viene de dirigir el mayor departamento de la Universidad de Oviedo, el de Informática, con casi 160 científicos, pero, admite, "esto es otra cosa". Ahora tiene a su cargo a 2.000 investigadores. "Lo pensé mucho, porque sabía que el reto era complejo y el tiempo (un año) bastante limitado. Pero como me gustan los retos, decidí aceptar", afirma en su primera entrevista. La catedrática de Ciencia de la Computación e Inteligencia Artificial, que sustituyó en el cargo a Antonio Fueyo, llegó al Vicerrectorado en pleno colapso por el aumento de la producción investigadora, con retrasos de hasta un año en el pago de facturas.

–¿Está solucionado el atasco en el servicio?

–Sí, hubo mucha gente trabajando por las tardes para sacarlo adelante y el 8 de enero se incorporó nuevo personal (dos trabajadores en la parte de contratos y otros dos en la oficina de proyectos europeos). Ahora estamos reorganizándolo todo para que esto no vuelva a ocurrir.

–¿Cómo se llegó a esta situación?

–Hay muchas variables. Una de ellas es que la gestión de los fondos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, de la UE, es muy compleja y la estábamos asumiendo con el mismo personal. Además, tenemos procedimientos que alargan mucho los plazos. En algunos casos se pueden modificar y en otros no, porque no nos podemos saltar los reglamentos.

–¿En cuánto se ha reducido el pago de facturas?

–A fecha de 31 de enero tenía que estar todo hecho a excepción de las de 2024, porque el presupuesto no está abierto. Eso se hará ahora. También se están reduciendo los tiempos de contratación de personal. El trámite actual es bastante largo y ahí estamos actuando con el personal recién incorporado. En los servicios científico-técnicos también saldrán en breve tres plazas y eso esperamos que desatasque también la gestión.

–Aparte de contrataciones, ¿qué más medidas han tomado?

–Estamos analizando todos los procedimientos para ver si hay alguno que podamos modificar, que creemos que sí. Por ejemplo, vamos a designar a una persona en cada unidad para que responda a los científicos y separar así la parte de atención de la pura gestión. Creo que eso nos hará más eficientes. De forma paralela, estamos trabajando en la digitalización de procesos como la solicitud de alta de un miembro a un grupo de investigación. La factura electrónica, que beneficiará a toda la Universidad, se implantará ya y pondremos en marcha una aplicación para gestionar las comisiones de servicio. Estas comisiones son las que solicitamos los investigadores cuando hacemos algo fuera, como ir a un congreso. Ahora mismo, tenemos que cubrir un formulario, los documentos llegan aquí, las facturas tienen que ir en papel...

No deberíamos tener los mismos mecanismos de control que un ministerio o un ayuntamiento; cuesta más gestionar una factura de tornillos que comprarlos

–¿Qué plazos de implantación manejan?

–Ya está todo en marcha, incluso antes de yo llegara. La mejora en las comisiones de servicios esperamos que se produzca después de Semana Santa. También tenemos otra digitalización preparada para agilizar las convocatorias de contratos de investigación, que llegará en Semana Santa o en mayo. Con todo ello, notaremos otra agilidad. Esperamos que los plazos se acorten a la mitad. También soy consciente de lo que ocurre cuando se incorpora un nuevo sistema; habrá un periodo de ajuste.

–Los científicos se quejan que hasta para comprar un tornillo la burocracia es agotadora.

–A veces nos olvidamos de que somos una administración pública. A lo mejor, y yo creo que debería ser así, no tendríamos que tener los mismos mecanismos de control que un ministerio o un ayuntamiento. Los viajes que hacemos nosotros, por poner un ejemplo, no tienen nada que ver con los que hacen otras administraciones públicas. Y hablamos de 2.000 investigadores. Yo hay veces que si algo es barato, lo compro yo, porque el trabajo que cuesta gestionar una factura de tornillos supone muchísimo más dinero que el propio tornillo. Además de ser tediosa para los investigadores, esa gestión supone tiempo, y en consecuencia es dinero, para los trabajadores del Vicerrectorado. Pero no nos la podemos saltar.

–Como experta en inteligencia artificial, ¿contemplan incorporar esta tecnología en la gestión?

–Podría utilizarse en muchos procesos, lo que no sé es si nos dará tiempo a llevarlo a la práctica en el tiempo que tenemos. Me gustaría y tengo tres o cuatro cosas por ahí en mente. Desde luego si puedo aprovechar mi conocimiento para mejorar la investigación en la Universidad de Oviedo, lo intentaré intensamente. Ya lo estoy intentando.

–En la Universidad cada vez hay más grupos, más proyectos de investigación, más dinero... ¿La investigación asturiana está en su mejor momento?

–Sí, somos 173 grupos de investigación con presencia en todas las áreas del conocimiento. Esta semana acabó una convocatoria, yo diría que la fundamental, a la que todos concurrimos, que es la del plan nacional de generación del conocimiento. A ella se presentaron 98 solicitudes de 98 grupos de investigación. El año pasado hubo 75. Es un incremento notable. Tenemos también proyectos europeos, ayudas ERC, una investigadora (Noemí Pinilla) que se incorporará en septiembre a través del plan Atrae... Estamos en una etapa dulce. Además, nos relacionamos cada vez más con nuestro entorno. Tenemos más de 450 contratos con empresas, que representan 5 millones de euros.

–¿Cree que la jubilación de Carlos López Otín castigará a la Universidad asturiana en los rankings internacionales?

–Primero voy a hablar de los rankings... En ellos se comparan cosas que no son comparables. La Universidad de Oviedo es una institución pública de una región periférica, en la que cumplimos una función social. No nos podemos comparar con el MIT o con Harvard. Aunque nos llamemos universidad, somos organizaciones completamente diferentes. No tenemos posibilidad de fichar premios Nobel, que es uno de los parámetros que mide el ranking de Shanghai, el más prestigioso. Así que creo que nuestra Universidad, teniendo en cuenta lo que es, está muy bien posicionada. Dicho esto, siempre que se jubila un profesor de la categoría de Carlos López Otín, con un índice de citas tan elevado, puede repercutir en los rankings. De todos modos, imagino que Otín tendrá la satisfacción del gran legado que deja. Estoy convencida de que su grupo seguirá trabajando en esa línea.

–¿Cree que se le cuidó lo suficiente?

–Creo que la Universidad está orgullosísima de haber tenido a Carlos López Otín. Fue un honor y un lujo. Prueba de ello es que se le concedió la medalla de oro. Pero no podemos hacer otra cosa que respetar su decisión. La Universidad reconoce profundamente la labor que hizo y también somos conscientes de que su dimensión no solo es investigadora, sino también social. Siempre se preocupó por las personas que estaban al otro lado de sus investigaciones. Es un científico especial.

–Cada vez cuesta más atraer a los jóvenes a la investigación. ¿Preocupa que esa etapa dulce en la ciencia asturiana pueda volverse amarga?

–Sí, yo vengo además de un área en la que lo sufrimos de manera muy agudizada. En algunos campos hay muchísima más oferta laboral que egresados producimos, y encima, esa oferta es más atractiva. La consecuencia directa de ello es que nadie se quiere quedar en la Universidad. La carrera investigadora es maravillosa, pero es dura y más al inicio. Hay que estudiar un máster y luego obtener una beca para hacer el doctorado es muy complejo. Nosotros contribuimos con un programa propio de ayudas predoctorales. Pero quizá tendríamos que replantearnos a nivel nacional si una persona con grado y un máster cuando se inicia en los estudios de doctorado, que son los altos, tiene que ganar el salario mínimo... Aparte de la falta de jóvenes, tenemos el problema de que la media de edad en algunas áreas es bastante alta. Hay que acometer una regeneración bastante amplia.

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