Arquitectura personal | Ramón Fernández-Rañada

La vida y obra de Ramón Fernández-Rañada, el gran urbanista asturiano fallecido: "En la oposición democrática nadie creía que era independiente"

"Cuando tenía 9 años, mi madre me dijo que si veía señores de camisa azul que decían cosas raras no les hiciera caso", recordaba en una extensa entrevista a LA NUEVA ESPAÑA

Ramón Fernández-Rañada Menéndez de Luarca, en el Fontán de Oviedo

Ramón Fernández-Rañada Menéndez de Luarca, en el Fontán de Oviedo / Miki López

Javier Cuervo

Javier Cuervo

Ha muerto Ramón Fernández-Rañada Menéndez de Luarca (Oviedo, 1943-2024), arquitecto especializado en urbanismo, detrás de cuyo nombre están los planes de ordenación de la costa asturiana, de la ría de Villaviciosa y de Siero, Gijón, Avilés, así como de otros muchos concejos. Falleció la pasada madrugada a los 80 años quien es considerado como uno de los mejores urbanistas de España. Pero queda su obra, y de ella y de su vida habló extensamente en un capítulo de la serie dominical de LA NUEVA ESPAÑA "Arquitectura personal". A continuación se reproducen las reflexiones y experiencias que compartió en la conversación que mantuvo con el periodista Javier Cuervo, publicada el 8 de agosto de 2010 en este diario.

Un orden para ciudades y costa

Ramón José Leopoldo Fernández-Rañada Menéndez de Luarca (Oviedo, 1943) ha estado en la planificación urbana de media Asturias desde que los ayuntamientos son democráticos. Sus huellas aparecen en el documento para la revisión del Plan General de Avilés, en el PGOU de Gijón, el de la ría de Villaviciosa, en el de Siero y en el Plan de Ordenación del Litoral de Asturias, lo que le hace responsable, en parte, de que la costa y algunas ciudades y villas sean de una forma y no de otra. Arquitecto formado en Madrid, inició en la Universidad una etapa política conspiratoria que dejó en Asturias 15 años después cuando el referéndum de la reforma política, sin renunciar a otras formas de actuación social. Come en restaurantes desde que lo echaron del colegio mayor hace 48 años y mantiene poca relación con unas pocas amistades íntimas. Se ejercita con saberes raros y entretiene la conversación con relámpagos de humor de acento británico

-Cuarto de cinco hermanos.

-No me atrevo a decirlo. Cuando era pequeño mis hermanas, que son gemelas, eran año y medio mayores que yo pero ahora ignoro la edad que tienen.

-¿Qué formación tuvo?

-Adecuada. Hasta los 9 años, una señorita madrileña que ponía mala cara si jugaba con niños que tenían acento asturiano. En adelante, los dominicos con los conocidos habituales: Juan Cueto, Juan Luis Rodríguez-Vigil, Carlos Fanjul, Antonio Masip e Ignacio Gracia Noriega, creo.

-¿Cómo era de escolar?

-Nada especial. Sacaba buenas notas y me peleaba más de lo normal entre los que sacaban buenas notas.

-¿A qué llama buenas notas?

-17 matrículas de honor. Muy poco. Mi hermano mayor, Antonio, el físico, llevaba todo matrículas y los curas esperaban algo así de mí. Mi padre no: supuso que yo era relativamente listo, en lo que se equivocó.

-¿Le pesó un hermano mayor tan brillante?

-Nunca me importó un huevo respecto a él; sí reaccioné contra los que decían, por la comparación, "¿por qué no estudias algo?".

Para ser arquitecto había que saber muchas cosas y tenían que gustarte el teatro y la pintura

-Se sabe más de usted por lo que se le cita que por lo que haya contado.

-No había AVE ni internet y yo no estudié en la Universidad de Oviedo. Los demás sí.

-Estudió en Madrid.

-Desde el selectivo de Ciencias. Entonces se hacía en tu ciudad, si había Universidad, pero yo quería hacer Arquitectura y exigían mucho dibujo. Quería prepararme bien.

-¿Dibujaba bien?

-A los 9 años iba al estudio de Eugenio Tamayo, en un quinto piso sin ascensor. Un gran maestro. El resto eran mujeres que aprendían acuarela. En el verano del 52 copié del natural los jardines de San Ildefonso de la Granja. Dibujaba bien y pensaba que el arquitecto no tenía horarios fijos: la suma de habilidad y tipo de vida agradable me hizo elegir. He hecho cómics y humor gráfico y pluma, lavado, mancha y, durante el selectivo, "godos", o sea, copia de estatuas y desnudo vivo del natural.

-¿Cómo logró hacer el selectivo en Madrid?

-Mi madre acudió a Plácido Buylla y me hizo un certificado médico de que padecía una gastritis hiperácida. Mano de santo. Era indemostrable. Yo, como los asesinos y la gente con la conciencia tranquila, digiero bien. El clima de Oviedo no era favorable para la gastritis hiperácida.

-¿En sentido figurado?

-No, me echó Oviedo, una ciudad pequeña en la que les costaba entrar a la Caterpillar y al "600", las obras se eternizaban y fuera del casco sólo veías verdura...

Ramón Fernández-Rañada Menéndez

Ramón Fernández-Rañada Menéndez / Miki López

-Universidad, Madrid, 1960, 17 años, ¿qué le llamó más la atención?

-Estaba poco viajado pero conocía Madrid del verano del 52 cuando fui a casa de mi tío Paco Pérez del Pulgar. Me impresionó que mi tío vivía en una zona acomodada, donde la plaza de Cristo Rey, y al lado todo eran chabolas y daban miedo. Era Goya antes de que yo supiera qué era Goya.

-¿Dónde fue a vivir en 1960?

-Al colegio mayor Aquinas.

-¿Qué tal?

-Dos años después le mandaron una carta a mi padre diciendo que estarían encantados de recibir a cualquier otro hermano mío pero que mejor si yo no volvía.

-¿Por qué?

-La carta decía "con respecto a los estudiantes, mantiene una actitud caracterizada por sus opiniones radicales tanto en lo divino como en lo humano", y con respecto a los curas, una relación "peculiar que ha dado lugar a situaciones realmente desagradables".

-¿Qué había pasado?

-Muchas cosas sin importancia.

-¿Tenía opiniones radicales?

-No tuve que caer de ningún caballo porque recibí una educación democrática. Cuando tenía 9 años mi madre me dijo que si veía señores de camisa azul que decían cosas raras que no hiciera caso. Sí me recuerdo cabreado con las mentiras de los periódicos.

-¿Y los estudios?

-Bien. En mi generación -y con esto me refiero al 5 o 10% de los titulados entre 1964 y 1968- hubo un ideologismo por el que, para ser arquitecto, había que saber cantidad de cosas y tenían que gustarte el teatro y la pintura. Seríamos entre 50 y 100 personas, en Asturias, Enrique Balbín y José Ramón Menéndez de Luarca, que tocan muchas teclas. Regía el "quien sólo lo suyo sabe ni eso sabe". Pasaba de curso en curso sin dificultad y me matriculé en Filosofía. Venía de Ciencias y tenía que escoger entre griego y árabe. Escogí árabe porque no sabía nada de ninguno. En primero me dio clase Antonio Millán Puelles, del Opus Dei, un tomista perorante. No me gustó nada y en 1963 entré en Ceisa a hacer Sociología.

-¿Qué era Ceisa?

-Centro de Enseñanza e Investigación Sociedad Anónima. Fue una fórmula de Pepín Vidal Beneyto, un tipo encantador, en un momento de gran pesimismo porque acababan de expulsar de la Universidad a Enrique Tierno Galván, José Luis López Aranguren y Agustín García Calvo. Buscó la forma de Sociedad Anónima para dar Sociología, que no había, sin depender de Educación y Ciencia y hacerlo con profesores expulsados. Iban a ser tres cursos y tenía reconocimiento de una docena de centro de otros países. Estuve dos años, el del medio no. Lo cerró el Ministerio del Interior bajo dos acusaciones: dar clases en domingo y dar conferencias a personas no matriculadas. Hubo un policía social en cada curso, calvos con bigote que no daban el tipo del resto de los estudiantes. Dio una clase Maurice Duverger y quedé deslumbrado por dos profesores: Tierno Galván, al que volví a ver años después en París y Estrasburgo en la política, y al que me costaba entender cuando explicaba la categoría homeostasis, y José Luis Sampedro, de Estructura Económica, que explicaba la espiral inflacionista y el desgaste incorporado como un narrador. Un detalle de época: en Sociología éramos 100 alumnos y había bastantes mujeres. Entonces, fueran rojas o no, a las 9 de la noche salían echando hostias para casa. Con Tierno no se atrevían a marchar.

-¿Cuándo entró en la oposición democrática?

-En 1963, en el Sindicato de Estudiantes Universitarios Madrileño (SDEUM). Todo era un hervidero no formalizado en el que había algunos partidos pero se hablaba de "El Partido", que era el comunista. "¿Qué va a hacer el Partido?", se preguntaba. Importaba la capacidad de compromiso. Yo era cobarde pero carecía de miedo y eso me llevaba a dar la cara si había que hacerlo. Reivindicar era hacer saltos, difundir algún escrito, molestar y que publicara algo "Le Monde".

-Usted, y me refiero a años posteriores, siempre es citado como independiente.

-Sí, cuando presidía la Junta Democrática y luego la Platajunta. En el PSOE suponían que era criptocomunista y en el PC que estaba con ellos, que les convenía que no fuera militante y que después entraría. Desde niño tendía a ir por libre. Lo digo con modestia.

-Algo pasaría en su casa...

-Mi padre era cristianodemócrata. Cuando fue decano del Colegio de Abogados, el socialista Emilio Barbón hablaba muy bien de él y a mí me llamaba gilipollas. Cuando yo era pequeño el 95% de los españoles eran franquistas. En casa se oía Radio París y una temporada llegó una suscripción a "Le Monde". Los Menéndez de Luarca eran más bien monárquicos. En la oposición, nadie creía que yo fuera independiente. Todos decían que no se iban a dedicar a la política, que estaban en la oposición democrática por razones éticas. Yo también. Yo lo hice. Habría sido un mal político.

-¿Fue un buen conspirador?

-Si no tienes miedo haces más cosas. Estuve amenazado y detenido pero tuve suerte y escapé siempre. Otros las pasaron putas.

-¿Qué hizo cuando acabó la carrera?

-Dos especialidades: Urbanismo y Restauración de Monumentos. Urbanismo en Glasgow, con una beca Francisco Franco, un estudio sobre las nuevas ciudades británicas de segunda generación. Pasé 1968 en el Centro di Restauro de Roma. Mi avión fue el último que salió de España antes de que se declarara el estado de excepción.

-¿Conspiró?

-Aquel año, no. En todo caso estaba en un nivel muy bajo como conspirador.

-¿Cuándo cogió más talla?

-En 1971 cuando entré en ANA (Asociación Asturiana de Amigos de la Naturaleza) y nos cargamos la papelera de Orense y la de Bueño y luchamos contra la de Navia y la central nuclear de la Concha de Artedo.

-Regresó a Asturias, 10 años después.

-Se acabó y había que volver. De las vacaciones conservaba amigos en el Albabusto. Todo estaba politizado y para oponerse hacían falta técnicos. Yo era técnico asesor pero mi formación política era superior. Miguel Ángel García-Dory y yo íbamos a lo que fuera. Aunque aún no se llamaba así, la lucha ecológica más importante de España la hizo ANA. Convergían militantes de todos los partidos, el PSOE no existía. García-Dory, independiente, desconfiaba de los comunistas pero, salvo dos o tres, lo eran todos. Era importante José Manuel Nebot, al que yo llamaba Kissinger, porque se le parecía. Era exasperante pero si necesitabas un R-12 para un viaje lo aportaba. En el verano de 1973, con la primera tromboflebitis de Franco, empezó la Plataforma Democrática. David Ruiz me llamó para decirme que venía Antonio García-Trevijano, el organizador, pero yo estaba en Portugal y fue en septiembre-octubre cuando fundamos la de aquí, en la Casa Sacerdotal, en una reunión con mayoría del PC en la que recuerdo a David Ruiz, a Álvaro Ruiz de la Peña, a José Luis Marrón. Adquiero importancia porque no tengo miedo, porque tengo tiempo libre y porque en el estudio puedo reunir gente. Fundamos las secciones de Mieres y del Nalón. Durante un tiempo contraté de delineante a Gerardo Iglesias porque lo habían despedido de todas partes y le podían detener por la ley de vagos y maleantes. Él hacía gestiones políticas desde el estudio y empezó a respetarme cuando vio que me telefoneaban mujeres. Muy de la cuenca. Luego están los contactos con la Plataforma y la formación de la Platajunta. Guardo escritos de aquello que tratan sobre el sexo de los ángeles.

-¿Cuándo deja la conspiración?

-Con el referéndum para la reforma política en el que hago el cartel de "Otro referéndum sin libertad" y dibujo un embudo. A partir de ahí sobran independientes y hacen falta profesionales.

-Vayamos a 1977. ¿Cuesta dejar la política?

-Sí. Lo más importante cuesta poco; lo accesorio, mucho. Los políticos estamos acostumbrados a hablar y que te escuchen, a hacer gestiones inútiles, a llamar y que se te pongan al teléfono. Dejar eso cuesta. Lo importante no es el poder, sino la apariencia de poder le oí decir a García-Trevijano.

-¿Cómo se deshabituó?

-Me fui de España. Hice un curso de Ciencia Regional en la Universidad de Liverpool en torno a 1979. Si no puedes llamar a nadie, lo dejas y al cabo de un tiempo regresas tranquilo y curado. Se me hizo raro volver y ver las cosas de nuevo. Algunos de los que conocía tenían coche oficial y chófer. Vuelvo a la idea de que lo importante no es el poder, sino la apariencia del poder..., personas que aguantaron la tortura y luego un bedel les dice "señor tal, le llaman al teléfono" y eso era algo a lo que no podían renunciar. Me sorprendió el Partido Comunista. En la clandestinidad me había impresionado la honradez de sus militantes, sobre todo de los que estaban en puestos más ocultos. Cuando tomaron algún poder me asombró hasta dónde podían llegar en las campañas de denigración.

-¿Por qué eligió el urbanismo?

-Mi generación de arquitectos -esa con la que me refiero al 5 o 10% de los titulados entre 1964 y 1968 que tenían que saber muchas cosas- pensaba que la forma de intervenir en la sociedad no era la arquitectura, sino el urbanismo.

-Antes estuvo en la batalla para cómo conservar el chalé de Concha Heres y en la elaboración del catálogo de edificios singulares de Oviedo.

-Ramón Cavanilles y yo habíamos ido a ver al gobernador del Banco de España, Ramón Álvarez Rendueles, y le explicamos la forma de conservar el edificio y hacer el programa del banco. Cuando regresamos a Oviedo estaban derribando el chalé. El arquitecto de zona del Banco de España ignoraba el valor de la casa y creía que lo que queríamos conservar eran los árboles. Ahora el Banco de España pagaría por tener un edifico como el chalé de Concha Heres. Antes del edificio para el Banco de España querían construir allí una torre de 28 plantas. Eso me lo cargué en el Colegio de Arquitectos, cuando era vocal, antes de ser presidente.

Me sorprendió que personas que aguantaron la tortura no pudieran renunciar a que un bedel les dijera "señor, le llaman al teléfono"

-Antes aún, en 1970, le llamó el presidente de la Diputación, José López-Muñiz, para hacer el ordenamiento de la zona central de Asturias.

-Yo estaba en Glasgow. Llamé a José Ramón Menéndez de Luarca, mi primo, un fuera de serie, que estaba en Stanford, y a Arturo Gutiérrez de Terán, que estaban en Argelia, para que me ayudaran. Vine a Oviedo, entré en la Diputación, pregunté por López-Muñiz y como llevaba barba y niqui el bedel me hizo esperar un rato. Cuando pasó recado de que estaba fuera, López-Muñiz me hizo entrar urgentemente.

-Urbanista debía de ser algo infrecuente entonces.

-Y ahora. López-Muñiz dependía de gente que le quería vender cosas, fundamentalmente de Longoria, que había ganado el premio de ordenación del centro histórico de Zaragoza. López-Muñiz quería más información de alguien que supiera lo que era Asturias. Lo que se pudo haber hecho, no se hizo, y lo que se hizo fue demostrar que no importaba nada lo que pasara porque a López-Muñiz lo cambiaron por un alcalde falangista de Mieres, Guillermo Lorenzo Suárez.

-En los ochenta empieza su tarea como urbanista en Asturias.

-Sí, con otras personas más, dirigidas por Enrique Balbín, hicimos una crítica de la red arterial de Avilés, que fue rehecha, y de los 14 planes parciales para convertirla en una ciudad de 365.000 habitantes, planes que fueron disueltos.

-En Gijón el Plan General de Ordenación que presentaron usted, José Ramón Menéndez de Luarca, Gerhard Loch y Carlota Navarro fue muy polémico.

-El periódico local, la asociación de promotores y la sociedad como tal se pusieron en contra del plan. El arquitecto municipal estaba jubilado y ese vacío de poder tuvo de bueno que permitió sacar adelante un planeamiento que, de otra manera, no habría salido nunca.

-Era alcalde el socialista José Manuel Palacio.

-Que desconfiaba de todo el mundo y yo le caía mal y le daba un poco de miedo, pero, como no tenía una alternativa, acabó aceptando, después de dos años de paralización, lo que decíamos los técnicos. Hoy sería imposible. Hoy un político pactaría y partiría la diferencia.

-Hizo el Plan de Ordenación del Litoral Asturiano (POLA).

-Como subcontratado de Sogepsa en tiempos de Juan José Tielve. En 1999 estaba acabado. Tramitación, negociación y aprobación llegaron hasta 2005. Implicaba a 19 ayuntamientos: algunos en contra, como Cudillero.

-¿La costa asturiana está preservada como le gustaría?

-No. Me voy al maestro Mao cuando cuenta que para cruzar el río en contra de la corriente un nadador enérgico acaba dos o tres kilómetros más abajo. Los planteamientos son siempre así: si están bien hechos se alcanza un equilibrio satisfactorio, si no, no. Aprendes cosas que ni imaginabas.

-¿Como qué?

-Que ninguna idea inicial se mantiene al final. Pretendo dar liebre por gato, trascender los problemas tal como aparecen porque son síntomas de cosas diferentes. Tienes que pensar en 10 años adelante. Todo escalón político tiene preconceptos. Si te adaptas a ellos, el plan nace viejo. Si especulas demasiado, va al desastre. Tienes que apurar hasta donde puedan llegar o entender. En el proceso se van fuera todas las propuestas erróneas, pero también las mejores. El resultado es bueno si propende a lo bueno.

-¿Pesan más los prejuicios o los intereses?

-Supuesto un ayuntamiento en el que no hay voluntad de saqueo, pesan más los prejuicios. Los intereses se van compatibilizando. Lo que manda sobre todo es el poder del diseño, hacer las cosas de manera que acaben casando..., utilizar la muñeca, admitir que no es la lucha del bien contra el mal.

-Tres cosas que le guste hacer.

-Soy persona curiosa a la que interesan cosas que no interesan a los demás. A Ferlosio le dijeron esto mismo y le pareció mal.

-Explosivos que usa ETA, número de pistoleros formados que tiene... Esas cosas le llevan horas.

-Tiendo a oscilar entre estar distraído y pensar en cosas variadas hasta que se me ocurre algo. Esto haría de mí un mal funcionario. Lo uso como gimnasia; indago en cosas diferentes y cuando me pongo a lo mío lo veo más claro.

-¿Tiene tertulia?

-No.

-¿Ve a los amigos?

-Los mantengo, pero no tengo amistades íntimas de uso diario. Carlos Fanjul..., me llevo bien con Juan Luis Rodríguez-Vigil, veo a Ignacio Gracia Noriega, a Pedro de Silva dos veces por año, a "Manolín Mieres" (Suárez Fernández).

-Siempre come fuera.

-Desde 1962, cuando me echaron del colegio mayor. Habré ingerido mucho aceite de engrasar motores, pero hay sitios donde se come bien.

-¿Qué le gustaría haber hecho que se quedó sin cumplir?

-Millones de cosas. Lamento no haberme dado cuenta de las cosas 10 o 20 años antes. Me arrepiento mucho de la cantidad de tiempo que he perdido en mi vida, pero no sé si porque he perdido más tiempo que los demás o porque me arrepiento más que ellos.

-¿Qué tal ha ido todo?

-Hasta ahora bien... Vamos tirando... duermo por las noches.

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