Piñán vuelve a la poesía con "Argayu", versos sobre "la culpa y la redención"

La escritora reivindica un mundo campesino en extinción en una obra que sufrió una "suspensión" durante sus años como consejera de Cultura

Berta Piñán, ayer en Oviedo. A la derecha, portada del libro.

Berta Piñán, ayer en Oviedo. A la derecha, portada del libro. / Luisma Murias

Tino Pertierra

Tino Pertierra

La poesía recibe con los versos abiertos a Berta Piñán. Alejada ya de las obligaciones como consejera de Cultura del Principado (2019–023), "un tiempo apasionante y complejo, tantas veces difícil", Piñán (Cañu, Cangas de Onís, 1963) publicará la próxima semana su regreso a la literatura: "Argayu" / "Derrumbe") (Bartleby), toda una apelación a la memoria viva de un mundo rural que se desvanece. Un derrumbe sobrecogedor desde su verdad más íntima que llegará a las librerías el lunes y se presentará en Madrid el próximo día 7 de mayo.

"Todo el mundo en Asturias tiene una imagen muy exacta de lo que es un argayu", explica la autora a LA NUEVA ESPAÑA, "yo quise coger esa imagen y convertirla en una metáfora muy física porque, al igual que el argayu, el tiempo físico también pasa por los cuerpos y lo arrastra todo de forma inexorable. Esa es la metáfora más personal y más evidente, pero hay otra metáfora social y política del argayu, en cuanto que en el poemario se trata de una forma constante un mundo en desarticulación, un mundo rural que, de alguna forma, se transforma con mucha dificultad en la modernidad, ese mundo de lo natural que con la mano humana hacemos que constantemente argaye, que constantemente se convierta en un derrumbe".

La palabra "derrumbe", matiza, "no alcanza todo el grado de significación que ‘argayu’ tiene en asturiano. Es de esas palabras que no tiene una traducción realmente". La parte central del libro, explica, y que se titula precisamente "Argayu", está "entre dos largos poemas. El inicial es dialogado, ‘Generaciones’, y el final es un poema en prosa con varios apartados, ‘El pozo’. Ambos son planteamientos espacio temporales que no se ajustan al canon de lo real porque en ellos transcurren personajes reales vivos y personajes muertos. No es un realismo mágico pero sí fantástico en el que el yo poético se puede permitir pasar por alto los tiempos, los espacios, los lugares y las generaciones incluso para afrontar un diálogo sobre la culpa y la redención. A partir de ahí, en el medio, transcurren los otros poemas".

Explica Piñán en su obra que "acabé de escribir este libro hace más de cuatro años. Unos años en los que mi vida personal y profesional también vivió en una especie de suspensión, en un paréntesis sobre todo lo anterior en el que intuí que no era oportuno sacarlo a la luz. Mucha gente me sostuvo en este tiempo apasionante y complejo, tantas veces difícil. Fueron los raíces, viejas y nuevas, esas que sostuvieron mi tierra para que no ‘argayara’".

Publicado en edición bilingüe con traducción de la propia autora, del libro le gusta especialmente a su editor, Pepo Paz, "el compromiso con la memoria familiar y colectiva de Berta. Y la reivindicación, a lo John Berger, del mundo campesino en extinción".

Considerada "la poeta de la intimidad", Berta Piñán alcanzó una inesperada notoriedad en la Navidad de 2004 cuando todos sus libros publicados hasta la fecha se agotaron: el infantil "Lula, Lulina" (1989), el de relatos "La tierra entero" (1995) y los poemarios "Temporada de pesca" (1995) y "Un mes" (2003). ¿Por qué? Del último salió el poema "Una casa" que el entonces heredero de la Corona Felipe de Borbón citó durante el discurso de la entrega de los premios "Príncipe de Asturias". Debutó como novelista con "Como la muda al sol d’una llagartesa", premio "Xosefa Xovellanos" de narrativa en asturiano.

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