Pablo González-Pola: "Hay que reivindicar a Díez-Alegría y los valores de la Transición"

El historiador militar, en la presentación de las memorias del general llanisco en Gijón, dice que "veía inevitable la democracia tras Franco"

De izquierda a derecha, José Manuel Vaquero, Pablo González-Pola, Isabel Conde Díez-Alegría, Trinidad Rodríguez (vicetesorera del Ateneo y presentadora) y Ramón Rodríguez, antes del acto de presentación.

De izquierda a derecha, José Manuel Vaquero, Pablo González-Pola, Isabel Conde Díez-Alegría, Trinidad Rodríguez (vicetesorera del Ateneo y presentadora) y Ramón Rodríguez, antes del acto de presentación. / Luisma Murias

Luis Ángel Vega

Luis Ángel Vega

"Hay que reivindicar a Manuel Díez-Alegría y los valores de la Transición", aseguró en la tarde de este miércoles el historiador militar Pablo González-Pola de la Granja, durante la presentación de las memorias del teniente general llanisco "Arando la mar", un acto organizado por el Ateneo Jovellanos de Gijón y la editorial Impronta. Ese olvido se debe a que "todavía existe una extrapolación del franquismo a todo lo militar, algo lamentable, porque lo que hubo en España no fue una dictadura militar, sino la dictadura de un militar". El acto contó con la presencia de una sobrina del general, Isabel Conde Díez-Alegría, hija de la hermana del militar llanisco, María, que vino acompañada de su hijo, el abogado Javier Szechényi y su mujer. González-Pola contó con dos introductores de lujo, por un lado el veterano periodista José Manuel Vaquero –director durante muchos años de LA NUEVA ESPAÑA y también consejero delegado de Prensa Ibérica hasta 2014–, y por otro el director del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), Ramón Rodríguez Álvarez.

González-Pola, que, además de director del Instituto Universitario de Estudios para la Democracia de la Universidad CEU San Pablo de Madrid y teniente coronel en situación de reserva, es autor del volumen "Preparando la Transición" (Dykinson, 2018) –"el pimer estudio serio sobre Díez-Alegría, según el hispanista Stanley Payne", remarcó Vaquero–, comenzó por indicar que "puede parecer extraño que un militar fuese franquista y a la vez haya favorecido la Transición, pero hay que entender que los militares no están en la política". Díez-Alegría, añadió, defendió en una fecha tan temprana como 1966, en su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, que los militares no debían inmiscuirse en política, "sólo cuando hubiese que recoger el poder de la calle".

Y es que "pensaba que era imposible el franquismo tras la muerte de Franco e inevitable el paso a la democracia". Aún más: "Si Torcuato Fernández-Miranda hace el diseño de la Transición que luego seguiría el Rey, Díez-Alegría impide la intervención del Ejército a la muerte de Franco".

Un encargo que recibió de las manos de su antecesor en laJefatura del Alto Estado Mayor, el general Muñoz Grandes, "un militar que, a pesar de haber sido luego jefe de la División Azul, era republicano y liberal, muy abierto, con una gran conciencia social, que dio la espalda a la República por el desorden del orden público", como le ocurriría al propio Díez Alegría.

Muñoz Grandes "mandó a los militares, como el propio Díez Alegría, al extranjero, cambiando la mentalidad". "La pregunta es: ¿Franco lo sabía? Probablemente sí sabía que no iba a seguir la dictadura. El problema era el búnker, que quería que el Ejército siguiese siendo el brazo armado del franquismo", explicó González-Pola. Díez-Alegría no solo fue un referente para los militares, también para los políticos moderados, a los que dio confianza en una Transición sin interferencia militar. Incluso Carrero Blanco –el teniente general llanisco sonó para ocupar su puesto de presidente del Gobierno tras su asesinato, remarcó Vaquero– "hubiese aceptado la Transición", comentó González-Pola.

Como no podía ser de otro modo, el historiador abordó el cese de Díez-Alegría tras su visita a la Rumanía de Ceaucescu. "El entonces presidente del Gobierno, Arias Navarro, le dijo que fuese. A su regreso, el búnker inventó que se había reunido con Carrillo. Arias Navarro dijo entonces que había ido a Rumanía sin su permiso", relató. Para González-Pola no hay duda de que esa entrevista nunca se produjo. "Está lo que dice en sus memorias, pero también lo que dice el diario de su mujer, y también la carta que escribió a su hijo", indicó. En el grupo de quienes conspiraron contra él se cuenta Iniesta Cano, Pérez Viñeta, García Rebull, Girón de Velasco, Blas Piñar, García Lomas, Campano..., muy ligados a la camarilla del Pardo, "el grupo que quería que tras Franco sobreviviese el Consejo del Movimiento".

Asistentes al acto en la antigua Escuela de Comercio. | Luisma Murias

Asistentes al acto en la antigua Escuela de Comercio. | Luisma Murias / Luis Ángel Vega

La existencia de la figura de Díez-Alegría le hace asegurar que la Transición "no empieza a la muerte de Franco, sino mucho antes. La suerte es que había una clase política disidente, la generación de un Fraga Iribarne, Martín Villa o Adolfo Suárez". Eso y la existencia de una izquierda racional que eludió el enfrentamiento. Al final, "el Ejército actual es que Díez-Alegría quiso hacer, un ejército europeo en un régimen democrático, un ejército que, aunque no puede ser democrático, defiende la democracia".

El hallazgo de las memorias de Díez-Alegría fue uno de esos felices descubrimientos que aguarda a los historiadores en un desván, en este caso el de la casa del general en Buelna, al que su hijo había llevado sus papeles en cajas. "Allí, entre condecoraciones, un salacot que se trajo de su época de embajador en Egipto y los trenes con los que jugaba con sus hermanos de pequeño, encontré las memorias", relató. Tuvo que comprar un dictáfono para poder escuchar las cintas que fue grabando con sus recuerdos hasta que le venció el cáncer en 1987. Su mujer, Conchita Frax, "no le dejó contar todo, aunque también es verdad que los militares no hablan mucho". González-Pola se mostró no obstante perplejo por el título, "Arando la mar": "Díez-Alegría no aró la mar, aró la tierra y obtuvo muchos frutos".

Una entrevista de 1977

El periodista José Manuel Vaquero se encontró con el general en su casa de Buelna allá por 1977 y le hizo una entrevista "en la que se niega a responder a todo y dice que su heredero es Gutiérrez Mellado". También en LA NUEVA ESPAÑA reivindicaría su asturianidad: "Volver a Asturias es lo mejor de todo lo que a mí me ocurre en la vida".

Vaquero resaltó el papel de Díez-Alegría en la profesionalización de las Fuerzas Armadas y el valor de unas memorias escritas "desde dentro" del franquismo, en las que ofrece "una visión respetuosa con la verdad". Díez-Alegría fue, añadió, "un intelectual de extraordinaria lucidez, apadrinado por Muñoz Grandes y Carrero Blanco, que se dio cuenta de que el franquismo no podía sobrevivir a Franco y que su única salida era la democracia".

Terminaría compartiendo la amargura de un Torcuato Fernández-Miranda, aunque "fue rescatado del ostracismo por don Juan Carlos, que le envió a París para convencer a don Juan de que no reclamase sus derechos".

Por su parte, Ramón Rodríguez indicó que "Díez-Alegría fue una de las personas que más contribuyeron a una culminación pacífica de la Transición, sin traumas ni revanchismos". Aunque lamentó la falta de recuerdos entre 1934 y 1974 –el motivo fue que el general sentía que se le acababa el tiempo y prefirió pasar a relatar los traumáticos acontecimientos que llevaron a su cese–, Rodríguez elogió la información variada que ofrece el volumen sobre la infancia, juventud e inicio de la carrera de las armas, en la que alcanzó el "temple de un militar riguroso". "Arias le traicionó y con su cese los ultras creían haber ganado la Transición", aseguró.

Entre los presentes se encontraba el asturianista Xuan Xosé Sánchez Vicente, el periodista y gestor cultural llanisco Higinio del Río o el catedrático de la Universidad de Oviedo Jesús Menéndez Peláez.

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