El Prado presenta, con aportación asturiana, "el gran fresco artístico de las transformaciones sociales"

Una exposición en Madrid muestra los cambios que sentaron las bases de la modernidad a través de trescientas obras, entre ellas de Valle, Regoyos, José Uría, Piñole, Augusto Junquera y Álvarez Sala

Una de las salas del Prado con la gran obra "Enseñar al que no sabe", de Augusto Junquera y Lavín (Oviedo, 1869-1942), de la colección de Unicaja.

Una de las salas del Prado con la gran obra "Enseñar al que no sabe", de Augusto Junquera y Lavín (Oviedo, 1869-1942), de la colección de Unicaja. / EFE

Alicia Vallina Vallina

Alicia Vallina Vallina

Las sociedades actuales son fruto de grandes cambios y transformaciones cuyo germen podemos situarlo en el último tercio del siglo XIX. El Museo Nacional del Prado y el asturiano Javier Barón, conservador jefe de pintura de este periodo, llevaban tiempo tratando de poner en marcha una exposición que recogiera estos cambios a través de un conjunto de obras, muchas de ellas conservadas en la institución, que, por razones de espacio y de tamaño, apenas se habían expuesto hasta ahora. Además, a esto se sumaba la intención de estudiar y dar a conocer la colección de pintura social del museo que es, a juicio de Barón, "la más numerosa y representativa de cuantas existen en España, completada con obras relevantes de otras procedencias".

De este modo, se puso en marcha la exposición Arte y transformaciones sociales en España (1885-1910) que estará abierta al público desde hoy hasta el 22 de septiembre –que ayer fue presentada en El Prado– y entre cuyos objetivos se encuentra el de comparar "las soluciones que la pintura daba a los nuevos temas con otras técnicas como es el caso de la escultura, la obra gráfica y, singularmente, la fotografía", cuenta Barón, comisario de la muestra.

A la izquierda, sala del Prado con la obra «La promesa después del temporal» (a la derecha) de Ventura Álvarez Sala  (Gijón, 1869-1919), en depósito en el Bellas Artes de Asturias; sobre estas líneas, la obra «Emigrantes», de Ventura Sala, cuadro del Prado en depósito en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria; y a la derecha, «Estudio de gitana», de Isidre Nonell, de la Colección Masaveu. | |  MUSEO DEL PRADO

Sala del Prado con la obra "La promesa después del temporal" (a la derecha) de Ventura Álvarez Sala (Gijón, 1869-1919), en depósito en el Bellas Artes de Asturias. / Museo del Prado

Por otra parte, era importante "mostrar cómo la interacción entre esas técnicas surgió, a semejanza de lo que había ocurrido en Europa, por la quiebra del sistema de representación naturalista en las artes plásticas y gráficas y el planteamiento de nuevas propuestas que están en la base de las transformaciones que abordaría el arte del siglo XX".

La exposición se organiza en torno a diez ámbitos temáticos dedicados a la pintura y a la escultura y otros diez a gabinetes de obra gráfica y fotografía. El área centrada en el trabajo se encuentra subdividida en el trabajo en el campo, en la mar, en la industria o el de la mujer, mientras el resto de áreas engloban a la educación, la religión, la enfermedad y la medicina, los accidentes laborales, la muerte, la prostitución, la emigración, la marginación étnica y social o las huelgas y reivindicaciones sociales.

Barón destaca la importancia, además, de la "incorporación de una sala dedicada al cine, con proyecciones de algunas de las películas que se veían entonces en España".

Arriba, «Marineros en el puerto de Gijón», de Nicanor Piñole (Gijón, 1878-1978), cuadro del Centro de Arte Reina Sofía, en depósito habitualmente en el Museo Piñole; sobre estas líneas, «Las hijas de María (Servantes de Marie)» de Darío de Regoyos (Ribadesella, 1857-Barcelona, 1913) de una colección particular. |

La obra "Emigrantes", de Ventura Sala, cuadro del Prado en depósito en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. / Museo del Prado

El trabajo de búsqueda, localización y selección de las piezas resultó complejo dada la gran cantidad de obras con las que cuenta la exposición –unas 300– y el casi centenar de instituciones prestadoras, entre las que destacan los museos d´Orsay, de Detroit, o Trieste, el Museu Nacional d'Art de Catalunya, el Museu Picasso de Barcelona, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Museo Sorolla, la Academia de Bellas Artes de San Fernando, la Biblioteca Nacional, el Museos de Bellas Artes de Bilbao o los asturianos Muséu del Pueblu d'Asturies, Museo de Evaristo Valle, el Museo Piñole o el de Bellas Artes, la Fundación María Cristina Masaveu Peterson o la Fundación Cajastur, y otros museos y colecciones públicas y privadas.

«Salida en procesión», de Evaristo Valle (Gijón, 1873-1951), propiedad del Museo Evaristo Valle; a la derecha, «Después de una huelga» de José Uría Uría (Oviedo, 1861-Vigo, 1937), obra del Museo del Prado, en depósito habitualmente en el Museo de Bellas Artes de Oviedo. | Museo del Prado

"Estudio de gitana", de Isidre Nonell, de la Colección Masaveu. / Museo del Prado

Las obras seleccionadas reflejan los grandes cambios que sentaron las bases para la incipiente formación de la moderna sociedad española (aún muy lejos de las principales naciones europeas), entre los que destacan, a ojos del comisario "la radical disminución de la mortalidad, la consolidación de la industria, el acceso de la mujer a trabajos remunerados, la fundación de hospitales y la implantación generalizada de medidas higienistas, además de una cierta renovación educativa a través de nuevas orientaciones pedagógicas, el reconocimiento del derecho a la huelga, el de la responsabilidad patronal en los accidentes laborales y el establecimiento de incipientes medidas de previsión social y de atención a los marginados".

El Prado presenta, con aportación asturiana, "el gran fresco artístico de las transformaciones sociales"

"Marineros en el puerto de Gijón", de Nicanor Piñole (Gijón, 1878-1978), cuadro del Centro de Arte Reina Sofía, en depósito habitualmente en el Museo Piñole. / Museo del Prado

Entre los trabajos más relevantes, de clara inclinación naturalista, están las obras de los hermanos José y Luis Jiménez Aranda (con Una desgracia, de 1890, y Una sala del hospital durante la visita del médico en jefe, fechada en 1889, respectivamente), de Vicente Cutanda (con Una huelga de obreros en Vizcaya, de 1892), Joaquín Sorolla, Antonio Fillol, Miguel Blay y las de primera época de Santiago Rusiñol, Ramón Casas y Pablo Picasso (con un pastel sobre papel, firmado en 1900, y titulado Entierro en el campo). Frente a ellas, las de Darío de Regoyos, Adolfo Guiard, Ricardo Baroja, Francisco Iturrino, Evaristo Valle, Isidre Nonell (Estudio de gitana, de 1906) y los primeros trabajos de Pablo Gargallo (En la artesa, de 1898), Julio González, Juan Gris y José Gutiérrez Solana.

El Prado presenta, con aportación asturiana, "el gran fresco artístico de las transformaciones sociales"

"Las hijas de María (Servantes de Marie)" de Darío de Regoyos (Ribadesella, 1857-Barcelona, 1913) de una colección particular. / Museo del Prado

El arte desarrolló en este periodo temas que antes apenas había tratado, pero que eran representativos de la nueva realidad social. Tal y como narra Javier Barón "inicialmente los artistas adoptaron el estilo naturalista que, a semejanza de la fotografía, permitía plasmar las escenas contemporáneas con la mayor precisión y claridad. Pero algunos reaccionaron contra esta definición de la realidad, ya resuelta por la fotografía y, a partir de 1895, debido al surgimiento del cine, asumieron una interpretación de índole expresiva y no naturalista de esos mismos temas"

El Prado presenta, con aportación asturiana, "el gran fresco artístico de las transformaciones sociales"

"Salida en procesión", de Evaristo Valle (Gijón, 1873-1951), propiedad del Museo Evaristo Valle. / Museo del Prado

La fotografía tuvo un papel esencial, pues la pintura trató, desde el inicio, de competir con este nuevo arte, "reclamando su pasado prestigioso e invocando a Velázquez como el primer naturalista. Pero este sistema de representación tenía claros límites frente a la facilidad, capacidad y precisión de la fotografía y el cine, de modo que comenzó a ser sustituido por otras opciones que los artistas más modernos, como Regoyos, pudieron plantear a partir de lo que habían visto en Francia y Bélgica. Para estos ya no fue Velázquez la figura histórica de referencia, sino el Greco".

También las Exposiciones Nacionales fueron un modo muy útil de dar a conocer a artistas emergentes o consolidar las carreras de otros muchos, aunque, a partir de 1900, algunos dejaron de acudir a ellas, buscando nuevos cauces hacia la modernidad.

El Prado presenta, con aportación asturiana, "el gran fresco artístico de las transformaciones sociales"

"Después de una huelga" de José Uría Uría (Oviedo, 1861-Vigo, 1937), obra del Museo del Prado, en depósito habitualmente en el Museo de Bellas Artes de Oviedo. / Museo del Prado

La exposición destaca por la relevancia de todo el conjunto de obras seleccionadas donde se puede apreciar, en palabras de su comisario, "un gran fresco de la sociedad española en el periodo de su transformación a través de un nuevo tratamiento de los temas sociales más significativos, que antes no se abordaban". Interacciones y diálogos entre pintura, escultura, fotografía e ilustraciones gráficas, además de emergentes opciones artísticas como el cine que constituyeron la base esencial para el desarrollo de las transformaciones sociales que el naciente siglo XX iba a mostrar al mundo del arte.

Suscríbete para seguir leyendo