Asturias exporta talentos

Zulima Fernández critica el resabio heredado de "idealizar lo público"

"Vivimos en una sociedad refalfiada que tiene mucho, valora poco y protesta más", afirma la catedrática de Iniciativas Empresariales en la Universidad Carlos III de Madrid

Zulima Fernández.

Zulima Fernández. / LNE

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Zulima Fernández (Madrid). Nació en Gijón en 1956. Es catedrática de Organización de Empresas y directora del Instituto Conde de Campomanes de Iniciativas Empresariales y Empresa Familiar de la Universidad Carlos III de Madrid. 

Con anterioridad, y entre otros cargos, ha sido directora de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca) y vicerrectora de Ordenación Académica de la Universidad Carlos III de Madrid.

Cuando era niña, Zulima Fernández veía pasar los días entre barcos e historias de la mar. La mar de entretenida. La directora del Instituto Conde de Campomanes de Iniciativas Empresariales y Empresa Familiar de la Universidad Carlos III de Madrid asocia su infancia a El Musel. Levamos anclas: "Mi padre era práctico del puerto y yo pasé buena parte de mi infancia con él allí. Cuando tenía guardia de noche mi madre iba a verle y muchas veces me llevaba con ella, aunque hubiera colegio al día siguiente. Eso hacía que los días fueran más largos y, algo fundamental, variados, cambiantes, algo que sigo apreciando por encima de todo. Salir a última hora de la tarde camino de El Musel suponía ir a los muelles donde estaba atracando o desatracando un barco o tener la oportunidad de escuchar las historias de algún capitán de visita en la oficina. Además, mi padre me llevaba con él a buscar los barcos a alta mar y a los astilleros, y eso que entonces las lanchas eran pequeñas y abiertas a los golpes de mar".

Oído, bocina: "En ese tiempo los barcos "pitaban a las doce de la noche del 31 de diciembre. Una costumbre emocionante que no sé por qué se ha perdido. Supongo que se oía en todo Gijón, desde luego a mi casa en Donato Argüelles llegaba perfectamente el sonido de las bocinas, y una Nochevieja me tocó a mi pitar. Mi padre estaba de guardia, llegó un barco y me dejó subir con él por la escala de gato. Y el capitán me permitió pitar. Siempre que he tenido la ocasión de pasar las Navidades en Gijón lo más emotivo ha seguido siendo escuchar a los barcos saludar al nuevo año. Es una costumbre que debería recuperarse en una villa marinera como Gijón".

La casa de Rosario Acuña, "sola sobre el mar, era otro elemento sugerente, por lo extraño, de mi infancia, que compartía curiosamente con muchas compañeras del colegio. Y eso que no teníamos ni idea de quién había sido y ni de qué había hecho. Han tenido que pasar 100 años para que Rosario Acuña fuera algo más que un nombre para mí".

Partimos: "Un puerto es una puerta, no un conjunto de muelles. La mar trae y lleva personas, mercancías, ideas; la marea sube y baja, siempre a distinta hora. La mar es cambio. Por eso, y porque pertenezco a una familia de marinos, yo también quería serlo. Pero en los años setenta del siglo pasado no parecía posible. Mi segunda opción era estudiar Matemáticas, que es lo que realmente me gustaba, pero, de nuevo, en aquellos años hoy tan lejanos que parece imposible que hayan existido, suponía quedarse en Oviedo a hacer el primer curso y después pasar a Valladolid. Y yo quería estudiar en Madrid, lo que fuera, pero en Madrid. Yo, realmente, creo poco en la vocación; por supuesto muchos jóvenes saben lo que quieren estudiar, pero me parece difícil que a los 17 años que tenía yo, o los 18 que tienen ahora, se tenga una idea clara de lo que te gusta, y menos todavía de lo que la Universidad te va a proporcionar".

Estudió Económicas. Y así "acabé volviendo a Oviedo a formar parte de la recién creada Facultad de Económicas. Mi vida profesional siempre ha estado vinculada a la Universidad. Oviedo primero, Salamanca después, y desde 1992, la Carlos III de Madrid. En las tres tuve la oportunidad de incorporarme casi desde el momento de su creación, una etapa siempre irrepetible por la ilusión que conlleva y las oportunidades que ofrece la posibilidad de crear algo nuevo".

La Universidad le ha dado "todo o casi todo, me ha permitido seguir estudiando y aprendiendo toda mi vida; por eso me considero una privilegiada. En especial estoy agradecida por haber tenido la oportunidad de trabajar junto a Gregorio Peces-Barba durante más de doce años como vicerrectora con él, que era el rector y fundador de la Universidad Carlos III. Era un maestro y estaba dotado de una gran humanidad y cercanía. Un hombre grande hasta en sus defectos. Y buen amigo de Asturias, donde murió. Pensaba que los asturianos éramos serios y fiables, aunque no sé si esto incluía la rigidez que tanto me criticaba. Por eso cada tanto me sugería que fuera al gimnasio cercano, a ver si hacía cintura".

La familia de su madre era "del precioso Valle de Carreño, la de mi padre de Viavélez, un pueblo pesquero que sobrecoge por su belleza y soledad, con uno de los últimos puertos de mampostería del Cantábrico. Pero Asturias es más que paisaje, son personas. ¿Qué nos define a los asturianos? Yo creo que el hecho de ver el mundo desde la altura que proporcionan las madreñas, que permiten atalayar un poco por encima de los accidentes cotidianos. Ahora ya no se usan y esto puede que nos esté acercando peligrosamente al suelo".

Asturias "linda, mar por medio, como dicen algunas viejas escrituras, con Inglaterra. Y probablemente esto ayude a explicar, por ejemplo, la abundancia de ilustrados. Pero por el otro lado estamos encerrados tras la cordillera Cantábrica, reclusa de sí misma entre puertos marinos y serranos, que decía Ortega. Y hay ocasiones, como la actual, en las que parece que estamos en el día de la marmota repitiendo los mismos tópicos sobre la industria. El mito de lo público nos puede, como nos pudo el siglo pasado. Entre los resabios heredados hay uno particularmente pernicioso, esa idealización de lo público. Y lo digo yo que hice una tesis sobre las empresas públicas, en cuya utilidad creía entonces. Una sociedad dinámica y sana tiene que contar con un entramado de instituciones públicas y privadas que se apoyen y se contrapongan y dejen espacio a la iniciativa individual".

Hay una población joven "bien cualificada e inquieta, gente dispuesta a moverse para buscarse un futuro. Y esto no es un hándicap sino una fuente de posibilidades. El problema es que también tenemos la población más envejecida de España, y eso condiciona el presente. Las prioridades de la sociedad y de los políticos tienen más que ver con estos grupos que con las nuevas generaciones. Así no hay manera de avanzar, y menos de que vuelvan nuestros jóvenes a trabajar y montar nuevos negocios. Para ello es preciso, entre otras cosas, revisar las trabas burocráticas y las cargas fiscales que sufren los que siguen aquí. Si queremos progreso y futuro tenemos que dar facilidades. La mejor manera de redistribuir es crear más riqueza, no repartir mejor la miseria".

En ese entramado institucional "universidades como la de Oviedo son y tienen que ser centros irradiadores de conocimiento e iniciativa. Y para ello los universitarios también tenemos que cambiar. Quizá lo que menos me gusta de mi trabajo es esa tendencia a preocuparnos más de nosotros mismos que de los problemas del mundo exterior, al que nos debemos. Por eso complementar mi trabajo académico con consejos del sector financiero me ha dado la oportunidad de trabajar e intercambiar experiencias con muy buenos profesionales bregados en la actividad empresarial".

Y ya puestos, "tengo que reivindicar lo que en mi opinión es la aportación del bable, que no asturiano, a la cultura universal: el concepto de refalfiu. Hasta donde llega mi conocimiento no hay una palabra equivalente en otro idioma. Y es fundamental porque, en mi opinión, vivimos en una sociedad refalfiada, que tiene mucho, valora poco y protesta más. Yo se lo aplico mucho a mis alumnos, aunque tengo que explicárselo antes, claro".

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