El verano era el tiempo perfecto para adelantarnos

La falta de sacrificio de algunos dirigentes para planificar las medidas que se deben tomar contra la pandemia

Casi seis meses después de haberse declarado el Estado de Alarma y cuando la crisis sanitaria no se ha ido, sino que se ha quedado para, además, convivir con una crisis económica que está empezando, debemos digerir estos titulares, mezclados con la portada de los diarios de más repercusión a nivel nacional, en los que se nos informa de que el presidente del Gobierno y buena parte de la cartera de ministros se encuentran de vacaciones.

¿Cómo es posible que con la que está cayendo los máximos representantes del gobierno de esta nación, sacudida por una pandemia como jamás se ha visto, se permitan el lujo de irse de vacaciones? ¿Con qué moralidad pueden ponerse de nuevo al frente de un micrófono para darnos cifras, lamentar el pésimo verano que el sector de la hostelería ha vivido, o abanderar un "España puede" que como eslogan positivista está muy bien, pero si seguimos así, dudo que "pueda"?

No me considero ejemplo de nada, pero el deber que como cargo público juré hace más de un año hace que éticamente me sienta en la obligación de anteponer la representatividad del mismo al disfrute de unas vacaciones que este año miles de personas en nuestro país tampoco han podido disfrutar. Al igual que mi renuncia a la paga extra del verano, que ha querido ser un pequeño granito de arena para sumar a la partida de emergencia social que este año sin duda, ha necesitado y necesitará más crédito que nunca. ¿Dónde está la renuncia de la mayor parte de los miembros del Congreso a las cantidades que han percibido en concepto de complemento retributivo para cubrir los desplazamientos y manutención cuando acuden a la Cámara, si durante la emergencia sanitaria del covid-19, la aplicación estricta del confinamiento también les afectó a ellos?

Pero al margen de lo "políticamente correcto", prefiero dejarme guiar por lo "éticamente correcto". Y es que los representantes políticos desde el municipio más pequeño al más grande, pasando por quienes dirigen nuestras comunidades autónomas y obviamente por quien tiene el mando en nuestro país, debemos más que nunca tener firmeza y determinación para reconducir este futuro incierto, cuyo horizonte se traza negro. Pero no olvidemos que, aunque sea incierto, siempre hay futuro, y que solo nosotros tenemos la facultad de hacia dónde inclinar la balanza.

En mi caso, lucharé por que esta si incline al lado más positivo: al del regreso a nuestras vidas familiares y sociales sin medias tintas, al del disfrute de la vida social y cultural sin aforos, al del bullicio en colegios y parques sin restricciones a la hora de compartir, al que garantiza tener un sistema sociosanitario de calidad, que priorice el bienestar de nuestros mayores, puesto que son sin duda la piedra angular sobre el que se sustenta nuestra sociedad; al de la lucha porque nuestras empresas sigan adelante; al lado de la juventud, que hoy más que nunca nos necesita.

Creo que la improvisación se podía admitir cuando empezábamos a convivir con el covid, cuando no sabíamos bien su alcance, formas de contagio, cómo llegaría a saturar el sistema de salud público... Pero ha habido un tiempo para adelantarnos a lo que viene, para atajar los problemas, para saber que las aulas deberían volver a abrirse.

El verano era un tiempo perfecto para programar actuaciones, para proyectar un presente conviviendo saludablemente con la nueva normalidad. Sin embargo, no ha habido renuncia y ahora se regresa lamentando unas cifras de contagios desorbitadas, medidas improvisadas y a la necesidad de "apurarse" para dar una respuesta más o menos digna a temas tan importantes como la educación, como la situación de sectores empresariales.

Hemos visto que la improvisación no funcionaba y deberíamos ganar terreno para no seguir dando palos de ciego. Lo conseguiríamos con un poco de renuncia personal, pero también con un mínimo de compromiso por el pueblo que representamos, por el cargo que tenemos, por lo que hemos prometido o jurado.

Dejémonos de eslóganes y de priorizar lo individual. Luchemos día a día por salir adelante y de forma especial, quienes nos debemos a la ciudadanía, hagámoslo sin pausas, día a día, devolviéndoles lo que por su confianza somos. Solo así volveremos a ser una tierra próspera y con futuro.

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