Los marqueses nacieron, allá cuando Carlomagno, para salvaguardar los confines del reino, las fronteras, lo que entonces se llamaban marcas... Los marqueses, antes de ser nobles desocupados, eran guerreros. Y de la guerra al misterio sólo hay un salto.

Miguel Solís Santos, el padre de la narrativa moderna en asturiano, evoca el misterio más sugestivo, el de una calle entre muros y en soledad, el de una vía que ya no existe y que se ha comido el parque de Ferrera.

-Pasar por ella era como disfrutar del tiempo detenido -señala.

La callejina del Marqués -así la llama ahora Solís Santos- unía la calle de Rivero con Maestría, esto es, el actual IES Juan Antonio Suanzes con la antigua carretera de Oviedo. Bordeaba dos jardines ocultos muchos años a la mirada y a la curiosidad de los avilesinos.

-Pasabas por entre los dos muros y pensabas en qué escondían los marqueses -apunta el novelista.

Entonces, allá por los setenta, el pulmón de Avilés era de propiedad privada. Pertenecía a los marqueses de Ferrera, entonces sin marca, con el palacio en declive y a punto de la derrota.

La memoria más cercana de los avilesinos dice que a Avilés la democracia la trajeron los Reyes -los Magos no, los de la Zarzuela-. Uno de sus primeros viajes fuera del entorno del monte del Pardo fue a Avilés, la ciudad humosa, el dorado franquista. Sin el caudillo la villa medieval recibió a los monarcas con fervor popular, que diría un cronista rancio. Inauguraron el parque que, cuando los marqueses, era jardín y que habían vendido para salvar su ruina y su rancio abolengo.

Poco después, como recuerda Solís Santos, se presentó un proyecto grandón, como sólo en Avilés se diseñan.

-Se trataba de la ronda Tras Galiana, una calle en paralelo a la original que lo único que hacía era destrozar medio parque.

La ciudad entera, dice Solís, se opuso «a esa barbaridad». Se le encargó a él el diseño de la pegatina reivindicativa, en el tiempo de las pegatinas reivindicativas.

-Y paramos el proyecto.

-¿Y la calle del Marqués?

-Desapareció, consumida por los juegos infantiles. O la cambiaron por la actual, unos metros más allá. Es todo un misterio.