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El calvario de la siniestralidad laboral

El avilesino Francisco González, que cumple un año hospitalizado y ha perdido una pierna, ejemplifica la tragedia silenciosa y creciente de los accidentes en el trabajo

El calvario de la siniestralidad laboralmarcos león

Gijón, Amaya P. GIÓN

El avilesino Francisco González Coro ha visto pasar los últimos 373 días postrado en una cama, sin moverse, entre hospitales y operaciones, dolores desquiciantes y calmantes para mitigarlos. El 16 de octubre de 2007 sufrió un accidente laboral en una cantera del Alto del Praviano (Soto del Barco). Perdió la pierna derecha. Ahora lucha por salvar la izquierda y quiere que su caso trascienda a la opinión pública. El objetivo: «Que se intensifiquen los controles preventivos y de seguridad. Que nadie pase por este calvario. Lo que yo pasé no lo sabe nadie». Entre enero y septiembre de 2008 se han registrado en Asturias 23 accidentes laborales mortales, un 43,8 por ciento más que en el mismo período de 2007, cuando se contabilizaron 16; pero la siniestralidad en el trabajo tiene muchas más víctimas, que tienen que comenzar, desde cero, una nueva vida. El caso del avilesino González Caro, de 53 años, demuestra que esta lacra tiene nombre y apellidos y que en el ámbito de la prevención, más que lagunas, todavía hay océanos.

En un cajón de la habitación 336 del hospital gijonés de Begoña este vecino de Jardín de Cantos guarda una agenda: el diario de su calvario. Lo abrió ayer para LA NUEVA ESPAÑA, a pesar de que lleva grabada en su memoria cada operación e incluso el chasquido de sus piernas cuando el impacto de una pala de obra se las destrozó.

«El accidente fue a las cinco menos diez de la tarde del 16 de octubre de 2007. Estaba limpiando con una espátula las bisagras del camión. Hubo un fuerte golpe y dejé de sentir las piernas», relata. Según su versión, una pala que circulaba marcha atrás impactó contra la puerta trasera del camión, cerrándose de forma repentina y guillotinándole las piernas al quedar atrapadas contra la caja del vehículo. Francisco González Caro no ha vuelto a caminar.

El avilesino llevaba tan sólo seis meses trabajando en la cantera cuando se produjo el siniestro. Durante siete años trabajó como transportista fuera de Asturias (en Logroño, Cuenca, Madrid y Lérida). «Decidí volver a Avilés para poder estar con mi familia (está casado con Clotilde Abelleira y tiene tres hijos y dos nietos). A los seis meses ocurrió todo», explica.

A raíz del grave accidente ha sido sometido a seis intervenciones quirúrgicas. En la primera, poco después del accidente, le colocaron una sujeción en la pierna izquierda para que sus huesos, destrozados, se suelden. En mayo pasó dos veces por el quirófano, esta vez para injertarle trozos de su propia piel para cubrirle las tres heridas de 25 centímetros que sufrió en la pierna derecha, fruto de un supuesto virus hospitalario, pero la infección no remitió.

El 19 de mayo ingresó en el hospital madrileño de La Luz. Salió de él una semana después. Sin la pierna derecha. De vuelta a Asturias, fue sometido a otras dos operaciones (el 11 y el 15 de junio, en el Hospital Central, en Oviedo) a causa de una grave infección. «Los médicos nos llamaron para ponernos en lo peor. Pensaban que se iba, que no saldría de aquello. Tenía prácticamente todo el cuerpo infectado», añade Pedro González, hermano del avilesino. En agosto Francisco González ingresó en Begoña, donde los médicos y sanitarios (para los que no tiene más que buenas palabras por el trato y atención) intentan recuperar la pierna que conserva.

Ahora busca una vivienda acorde con su nueva situación, adaptada para sus limitaciones de movilidad (tarea nada sencilla, según dice) y confía en recuperar su extremidad inferior. «Todavía está en peligro. Una vez que tenga la pierna derecha salvada me podrán poner una prótesis en el muñón. Entonces tendré que volver a aprender a caminar, como los guajes pequeños», añade.

En este último año ha habido muchos momentos de desesperanza, aunque su fuerza y el calor de sus familiares, que cada día le hacen compañía, le insuflan valor para conservar el ánimo y la ilusión por superar su situación. Su caso («en un principio fue calificado como accidente leve; ¡casi me muero!», dice) será juzgado por la vía penal.

«La ley de prevención vio la luz en 1995, y da la sensación de que todavía estamos empezando; los controles preventivos y de seguridad laboral brillan por su ausencia. Casos como el de mi hermano, que no trascienden, ocurren cada día», criticó Pedro González.

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