Periodista y fundador de «El Caso», cumple hoy 90 años

Saúl FERNÁNDEZ

-Le he citado en el hospital, pero no por mí, no se crea. Yo estoy muy bien. Lo que pasa es que estoy esperando a mi hija, que está en el médico.

-Venía asustado.

Eugenio Suárez (Daimiel, Ciudad Real, 1919) cumple hoy 90 años. Y sigue en activo: dos veces por semana publica sus rodeos en la edición de Avilés de LA NUEVA ESPAÑA. Escribe también en el diario «El País» y colabora todas las semanas con la Cadena Ser. Nueve décadas en el mundo y continúa al pie de la noticia, desde todas las trincheras. Fue redactor del diario «Madrid», corresponsal de guerra en Hungría, redactor jefe en varias cabeceras. Pero la fama y el dinero le llegaron siendo el editor y el director del semanario «El Caso», escuela de periodistas, empresa de éxito insuperable hasta principios de los noventa. Desde hace tres años y medio reside en Salinas.

-Mi padre era de San Juan de la Arena, pero estoy empadronado en Castrillón, porque, aunque siempre me consideré madrileño, siempre quise vivir en Asturias. Y esta tierra me viene muy bien para la salud.

-¿Cómo se encuentra?

-Cada cuatro horas me chuto un cóctel de cosas para mis bronquios y tengo que dormir con oxígeno.

-Cuando usted nació, el rey que había era Alfonso XIII.

-Sí, hace mucho. Acababa de morir Pelayo? Los 90 años me han pillado de improviso, nunca hasta ahora los había cumplido y no sé cómo se tiene que sentir uno a esta edad.

-Activo, por lo menos.

-Sé que los demás piensan que estoy amortizado. Nada más lejos. A la fuerza tengo que seguir trabajando. Tengo casera, una asistenta y el supermercado al que tengo que ir todos los días. O sea, hay gastos.

-¿Qué le queda de La Mancha?

-Que nací en Daimiel, nada más. He vuelto por ese pueblo alguna vez, pero no tengo amigos, ni parientes, ni raíces, ni nada. Nací en Daimiel porque mi padre ejercía de médico rural, era la vacante que obtuvo allá por 1916. Soy el primer varón de siete hermanos. La mayor nació en Madrid, donde mi padre se tituló en Medicina, pero a la semana ya se trasladaron a La Mancha.

-¿Por qué se hizo periodista?

-Yo creo que es algo parecido a una degeneración. Mi padre se salvó del destino que le esperaba en San Juan de la Arena porque era espabilado. El cura y el maestro le mandaron al Seminario de Oviedo y se formó en Humanidades, en Griego y en Latín. A mí me daba a leer cosas como a Balmes y tenía que escribir una reseña del libro. Me daba una peseta, un sueldo que completaba los céntimos que normalmente le robaba.

-Empezó pronto a escribir.

-En mi casa nunca había habido un periodista. Universitarios, sí. Mi padre, por ejemplo, pero también mis tíos. Uno era maestro y el otro comisario principal de la Policía. Mi familia no era rica. Tenía primas que trabajaban en las fábricas de conservas de La Arena, donde, por cierto, se veían las chicas más guapas de aquellos días.

-¿Será siempre periodista?

-Yo es que no sé hacer otra cosa. Lo intenté, pero no me fue bien. Escribí una vez un artículo en el «ABC» y cayó el ministro-secretario general. Era en 1946. El tipo, que se llamaba Arrese, dijo una estupidez de esas que dicen los políticos, la subrayé y le hicieron dimitir. Como contraprestación, pidió que yo no escribiera durante un año. Y tenía familia.

-Destacó en su tiempo falangista.

-No se crea. Yo de falangista sólo tenía la camisa azul que me compré, porque yo siempre me consideré «joseantoniano». Las ideas de Falange y las marxistas me parecieron, como a Santo Tomás, sólo gilipolleces.

-¿Qué tenía José Antonio?

-Era joven, era marqués, murió en la cárcel, le dio un bofetón a un general muy alto. El ideal para los adolescentes.

-¿Qué es el éxito?

-Es saber vivir en el tiempo que ha tocado en cada momento y a eso ayuda mucho el periodismo.

-Dé un consejo a un joven periodista.

-Cásese con la hija de un rico.

-¿Qué tal fue ser millonario?

-«El Caso» me dio la independencia, porque me dio mucho dinero. Así que nadie me podía comprar. Yo pensaba: quiero un yate, porque estaba seguro que cualquier día podía comprármelo. Uno es rico cuando tiene más dinero del que puede gastar y a mí me pasó durante muchos años.

-Pero se fue a la ruina.

-Todo sube y todo baja. De todos estos años siempre procuro quedarme con los momentos más agradables, sabiendo, claro, que no todos los días fueron rosas.

-¿Y ahora, qué?

-Ahora, que mañana (por hoy) cumplo 90 años, sólo pienso en ¡quién tuviera 85!