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Rubio Camín, en plural

La hija del artista gijonés que en 1982 inauguró su primera exposición en Avilés trae a la ciudad una muestra bautizada «Homenaje a mi padre»

Rubio Camín, en pluralricardo solís

Myriam MANCISIDOR

«De por vida y más allá, estoy ligado muy fuerte a Avilés y quiero no defraudar jamás tan amistosa relación», decía hace más de un cuarto de siglo Joaquín Rubio Camín (1929-2007), un gijonés con un talento tan multiforme como expansivo que dejó su firma en la ciudad en el «Tejo Herido» del parque de Ferrera, el «Ara» de Los Canapés y en varias piezas de madera que alberga la Casa de Cultura. Ahora Rubio Camín regresa plural a Avilés. Su hija Verónica inauguró ayer en la Casa municipal de Cultura una muestra titulada «Homenaje a mi padre». «En dos ocasiones antes de marchar a vivir a Roma expuse con mi padre. Hemos tenido una vida paralela y nos gustaba unir nuestras obras», sentencia esta mujer que aprendió de su padre el significado de la esencia, el rigor o la austeridad. Así, padre e hija compartieron pasión artística. Y ahora Rubio Camín es Joaquín, pero también Verónica.

El eslabón avilesino de su padre fue el artista Ramón Rodríguez, que con su amistad contribuyó a estrechar los lazos entre el gijonés y la localidad. Así se gestó la primera exposición de Rubio Camín en Avilés; fue en 1982. Lo más llamativo de aquella muestra fue que, literalmente, el escultor puso su estudio en la vieja Casa de Cultura. Y esto tuvo clara repercusión en los artistas asturianos. Para aquella exposición escribió Camín: «La muestra es variada de materias y temas: las concreciones, los recuerdos naturales y las cosas que me pasan por los ojos y la mente. Todo es igual de interesante para mí y cuando me preguntan ¿qué estás haciendo ahora?, siempre contesto lo mismo: vivir».

«Mi padre nos enseñó a mi hermana (Mónica) y a mí a tomarnos cualquier cosa muy en serio, sin olvidarnos, nunca jamás, de reírnos de nuestra sombra», sentencia Verónica Rubio, que expone hasta el día 27 en Avilés. El mismo año que su padre inauguró en Avilés también participó, junto a otros pintores, en los murales que se realizaron en Avilés con motivo de la celebración del Día de Asturias. Su «cuadrito» puede verse a la entrada de la sala de lectura. Lo siguiente ya fue el «Tejo Herido», un hito en su momento, ya que se trata de la primera escultura urbana de arte contemporáneo en Avilés. Y no costó una millonada, como cuenta alguna leyenda negra.

Finalmente, y ya alejado de la madera, Rubio Camín, padre, realizó para Avilés «Ara», por encargo de la empresa que construyó el centro cívico de Los Canapés. Empleó perfiles de Ensidesa y granito para recrear un altar votivo, un templo a la cultura y al deporte. Su vinculación a Avilés la dejó escrita en estas líneas: «Gijonés de nacimiento, asturiano por derecho natural, avilesino por sincera amistad con la Casa de Cultura y sus gentes. Siempre acogido con calor...».

«La manera de ser de mi padre era potente y poderosa. Tanto a mi hermana como a mí nos influyó mucho», confesó ayer Verónica, que también tuvo palabras de recuerdo para su madre, igualmente pintora y avilesina, Trinidad Fernández. «Decidí que no me dedicaría a las artes plásticas, pero no me sirvió de nada, sin querer aquí estoy», agrega esta artista que en 1977 ya presentó sus primeras exposiciones individuales en Madrid y en Oviedo. Poco después fue premiada en la III Bienal de Pintura Contemporánea de Barcelona y aún no ha soltado el pincel. Es joven. Tan joven como su padre, aquel Joaquín Rubio Camín que con 53 años definió su exposición en la vieja Casa de Cultura de Avilés como «una muestra variada, pero no antológica». Eso, dijo, lo dejaría para cuando fuera mayor. Pero su firma aún está viva. Camín dejó dos hijas y una fiel discípula: Verónica.

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