Los percebes guardan en su interior un intenso sabor a mar, pero también saben a valentía y pericia. Los perceberos se juegan la vida en plena guerra contra las olas para extraer las mejores capturas, que tras una larga jornada se degustan en hogares y restaurantes. Estos crustáceos alcanzan en ocasiones precios no aptos para todos los bolsillos y eso se debe, principalmente, al riesgo al que se enfrentan los pescadores cada jornada, saltando de roca en roca para conseguir las mejores piezas jugándose la vida. Los mejores percebes se esconden en las zonas de peor acceso de los escarpados pedreros, de ahí que la dificultad para su extracción haga más comprensible el precio a pagar por las capturas.

La jornada del pasado viernes comenzó a las siete, cuando ni siquiera había salido el sol. Un café para despertar en un bar del muelle viejo de Luanco reúne a los tripulantes del barco "Buena esperanza": Juan Antonio Fernández, "Cuni", piloto de la embarcación y, Javier García, Abraham Mazuelas y Herme Martín, que saltarán poco después a las rocas armados con sus bistoncias, unos aparatos con forma de lanza para cavar los percebes. Antes de salir hacia las peñas es indispensable comprobar que la lancha dispone gasolina para emprender el viaje a Peñas y que las bistoncias estén afiladas. También comprobar la hora de bajamar, en este caso las once menos diez de la mañana. Este período marca una jornada de pocas horas con el peligro como telón de fondo.