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La memoria fabril de la comarca El maltrato de los vestigios

Un rosario de oportunidades perdidas

Los hornos altos, achatarrados; la central térmica, demolida, y el pretendido museo de la industria, en Langreo; Avilés no ha sabido sacar partido a su patrimonio industrial

La montaña de documentos que se guardaban en un local de Trasona y que acabaron en la basura.

La Tate Modern es el nombre por el que se conoce el Museo Nacional Británico de Arte Moderno. Se encuentra alojado, y esto es lo que lo hace especial, en la antigua central de energía de Bankside, diseñada por sir Giles Gilbert Scott y construida en dos fases entre 1947 y 1963, lo que la convierte en coetánea de la central térmica ubicada en la antigua cabecera siderúrgica de Avilés y que abasteció de energía a Ensidesa hasta su cese de actividad en 2005. La central eléctrica de Bankside fue cerrada en 1981 y el edificio reconvertido en museo por los arquitectos suizos Herzog y De Meuron, vencedores de un concurso internacional convocado al efecto. Desde su apertura el 12 de mayo de 2000, la Tate Modern se ha convertido en la segunda mayor atracción de Londres.

Sirva esta introducción didáctica para recordar que hubo un tiempo no muy lejano -entre los años 2005 y 2007, año este último en el que se derribó la central térmica de Ensidesa- en que se planteó remedar la Tate Modern en Avilés, siendo el edificio propuesto para albergar un museo aquel complejo energético del que hoy no quedan nada más que fotos. Tal museo, que nunca se construyó, generó dos corrientes de opinión: los que querían que fuese de arte contemporáneo -idea que luego se diluyó con el anuncio de las construcción del Centro Niemeyer- y los que abogaban por darle un enfoque industrial. Al final, y pese a que se llegó a contratar un estudio de viabilidad para mantener en pie la térmica, ni una cosa ni otra.

Los defensores del museo de la industria invocaron, mientras tuvieron fuelle, el potencial fabril de la comarca y subrayaron la conveniencia de preservar para la posteridad algún tipo de legado del rico patrimonio industrial que atesora Avilés. El único eco que encontraron sus palabras fue el retumbar de los cascotes desprendidos de la térmica, de la que sólo se salvó la maqueta que presidía la entrada al área administrativa y para eso gracias a la providencia: dos obreros sintieron piedad al ver aquella hermosa pieza en una pila de basura y decidieron indultarla. Hoy esa maqueta la tiene a buen recaudo el Ayuntamiento junto a otra docena. Y el Museo de la Industria, el único de esa naturaleza que hay en Asturias, abre sus puertas en Langreo.

Se perdió la térmica y todo lo que había dentro como antes se habían perdido los hornos altos. Los responsables del proceso de desmantelamiento de la cabecera siderúrgica previeron la conservación de una docena de edificaciones singulares, pero entre ellas y a diferencia de Sagunto o Sestao, por ejemplo, no estuvo ningún horno alto, la pieza más representativa por su reconocible e impactante silueta de la actividad siderúrgica. El horno alto de Sagunto, debidamente restaurado y adaptado, es hoy un instrumento turístico al servicio de la localidad. Y en Sestao, más de lo mismo: el horno alto salvado de la piqueta fue declarado Bien de Interés Cultural en 2005 y en 2007 abrió sus puertas a las visitas guiadas tras una inversión de 2 millones en su restauración.

La realidad avilesina en lo tocante a la conservación del acervo industrial es desmoralizadora. Los cientos de miles de documentos que componen el archivo de Ensidesa estuvieron dispersos y a su suerte durante años y en estas últimas semanas ha trascendido que parte de ellos -los que se guardaban en la subestación eléctrica de Trasona por falta de un sitio más idóneo- acabaron en la basura; afortunadamente, el Archivo Histórico Provincial se había hecho cargo antes de un buen lote. Está por ver dónde acabarán los que se reparten en tres edificios de la cabecera siderúrgica de Gijón. No les fue mejor a la piezas, máquinas y otros objetos de interés museístico guardados casi de forma clandestina en una nave a la espera de tiempos mejores: fueron fundidos en la acería. La escena evoca el canibalismo del cuadro de Goya "Saturno devorando a sus hijos". En este caso, canibalismo metalúrgico.

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