"El objetivo de esta Semana de Música Religiosa de Avilés quedó sobradamente cumplido ya que una edición más sacamos a la luz música que no ha sido estrenada o no se escucha habitualmente en otros espacios", señala José María Martínez Sánchez a la hora de hacer balance de unas jornadas que tuvieron como plato fuerte el estreno de dos obras: "El Lucernario (I Parte)", de Miguel Manzano, interpretada por el Coro de Cámara de la Universidad de Salamanca, y la Misa del padre Guzmán, a cargo de la Escolanía de Covadonga.

De los "Himnos al amanecer y al atardecer" del compositor zamorano, el director del encuentro musical destaca su espíritu gregoriano "con un interludio solo de órgano emulando una práctica que hacían antiguamente los organistas de las catedrales, que glosaban lo oído con versos improvisados". Por su parte, de la misa en honor de la Virgen de Covadonga, compuesta por el sacerdote benedictino durante su estancia en el Real Sitio, dice: "es muy bonita. Merece la pena escucharla".

La Semana de Música Religiosa, indica Martínez, se programa siguiendo cinco criterios: el órgano, la música gregoriana, la sinfónica coral, el estreno de obras compuestas por encargo y la reposición de otras piezas. Estos principios se pudieron cumplir a rajatabla, resalta el ex director del conservatorio municipal avilesino, gracias a la ayuda del Ayuntamiento de Avilés, único soporte económico del encuentro musical, y a la colaboración de la parroquia de Santo Tomás de Cantorbery (la iglesia de Sabugo acogió la totalidad de los conciertos).

El órgano es el instrumento que protagoniza las jornadas. "Desde hace cuatro años contamos con uno que puede cubrir la Semana con menos gastos", señala José María Martínez Sánchez en referencia al instrumento de Sabugo, de 2.850 tubos y con 48 registros "que permite hacer de todo", añade el músico.

De los tres solistas que acudieron a Avilés -Juan de la Rubia, Izumi Kando y Pablo Taboada-, Martínez se refirió al último, "el más joven y el que presentó el repertorio más difícil", que incluía una obra de Max Reger. "Es una valentía venir con esta obra, densa, larga, difícil, de una enjundia inmensa y dura de escuchar", comenta el también organista asturiano.

En cuanto a la presencia de público, el director de la Semana reconoce que "hubo mucha asistencia". Pero apostilla: "No sé si sería así si hubiera que pagar una entrada". La media de edad de los espectadores superó los cuarenta años.