Amable hasta el último día, discreto, alegre, meticuloso en sus costumbres y elegante en su atuendo. Así era Policarpo Álvarez, "Poli el Mazarico", cuya muerte, a los 91 años, deja a Avilés huérfana de la que fue una de sus memorias más preclaras y de unos ojos azules que brillaban de inteligencia. Poli era capaz de recitar nombres, familias, comercios, historias y anécdotas del último siglo de la vida en la ciudad. Con su fallecimiento la tertulia de "senadores" del Parche pierde en una sola semana a dos de sus miembros, ya que hace unos días tenían que llorar también al que fuera miembro de la Banda de Música de Avilés Antidio Lorenzo.

Residente en Buenavista, Poli era un habitual en el autobús de línea para acudir por la mañana a la tertulia del Parche y, por la tarde, para acudir a una cafetería del centro de la ciudad donde se reunía con algunos de los tertulianos. De andar lento y un pelín renqueante, esa dificultad era prácticamente la única huella de su edad avanzada. Hace cinco años superó varios achaques y desde que se recuperó volvió a ocupar su puesto de vicepresidente del "senado" y de conversador ameno e inteligente.

Viudo de Silvina García, deja hijos, nietos y un bisnieto. El último adiós por este hombre singular será esta tarde, a las cuatro y media, en la iglesia del Polígono de La Magdalena.

Policarpo Álvarez fue chófer. Pasó su infancia en González Abarca e iba al cine al Iris con el dinero que le daba su padre. Con sólo 14 años comenzó a trabajar de repartidor en Telefónica. En 1943 sacó el carné de conducir: tenía el número 14.113. Había aprendido en el garaje Maribona, donde nacían las "rubias", las furgonetas con caja de madera.

Nadie le puede negar su esfuerzo como trabajador. Su jornada no concluía hasta las once de la noche, y a las ocho de la mañana ya estaba en marcha. Los pinchazos y las malas carreteras, por no contar los animales que andaban sueltos por la vía, formaban parte de su día a día de trabajo. La experiencia como chófer hizo que cuando fue a la mili, en Zaragoza, comenzara a conducir una ambulancia y un camión de gasógeno. Después, de nuevo en Asturias, trabajó de repartidor para la Destilería Avilesina. Pasaba toda la semana en la carretera: salía el lunes con los licores y regresaba el sábado con la lista de pedidos.

Pero no se quedó ahí. Durante 19 años fue chófer de un ingeniero de Entrecanales, otros 18 años hizo viajes para una señora de Salinas, y con el director del hospital salía los domingos. En 63 años de oficio no tuvo ni un solo accidente, según presumía. Se retiró a los 60, y aprovechó la jubilación para recorrer España con su mujer. Ahora, a los 91, emprendió su último viaje.