Encuentro de multitudes en el Parche
"Vestís distintos hábitos, pero profesáis el mismo credo", les dice a los cofrades de la aclamada procesión el arcipreste de Cangas del Narcea
Avilés se entregó ayer al Encuentro en el ecuador de su Semana Santa. La procesión, una de las más queridas y admiradas por vecinos y visitantes une durante varias horas a tres cofradías: Nuestro Padre Jesús de Galiana, Nuestra Señora de los Dolores y San Juan Evangelista. La plaza de España, más abarrotada de fieles incluso que otros años, acogió en un ambiente de luz tenue, ya cerca de las diez de la noche, el encuentro de una dolorosa madre, la Virgen, y su hijo, el Nazareno, encumbrado en flores rojas. Presenciaba el acto San Juan, el apóstol fiel, el discípulo incondicional, que llegó a hombros de los conocidos cofrades "sanjuaninos" con su singular baile, que centró todas las miradas y arrancó los aplausos de los presentes.
Con los tres pasos situados en el corazón histórico de la ciudad, -la Virgen, Jesús y San Juan-, Juan José Blanco Salvador, arcipreste de Cangas del Narcea-El Acebo, ofreció desde un balcón del hotel del Palacio de Ferrera un sermón que inició ensalzando la belleza de los pasos. Seguidamente, centró sus palabras en el amor de Dios y el mensaje que envía a la humanidad. "Estamos ante un mensaje que quiere provocar una revolución, porque es de un amor auténtico, genuino, que es capaz de transformar el mundo", dijo.
El sacerdote también se refirió a la cruz de Cristo. "En ella se habla de amor comprometido con el prójimo, entregado, valiente y fecundo", añadió, para invitar a los fieles a "no rechazar a Dios antes de conocerlo". "Dadle una oportunidad, no le tengáis miedo, es vuestro aliado en la aventura de la vida", remató.
Con el acercamiento de la madre hacia su hijo, que enmudeció al público a los cientos de personas congregadas en la plaza de España, el arcipreste apuntó cómo su rostro con lágrimas "habla de dolor, el que también padecen tantas madres y mujeres que sufren azotes, palizas e incluso la muerte".
Las últimas palabras del sermón fueron dirigidas a los cofrades. "Nunca olvidéis que vestís distintos hábitos, pero profesáis un mismo credo. Hoy salís con la cara tapada en señal de penitencia, pero mañana, en la calle, dad la cara por Cristo ante los demás y ante el propio Cristo", subrayó el sacerdote para reconocer la dificultad de la tarea que les encomienda.
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