La rula de Avilés ha superado este año el pinchazo que registró con la costera del bocarte de 2017, un año en el que las ventas de este apreciado pescado pelágico apenas pasaron de los 22.000 kilos. En esta campaña, cuya primera fase ya se ha dado por cerrada al agotarse la cuota asignada para la misma (el 90 por ciento del total anual que aprobó la Unión Europea), las ventas se multiplicaron casi por diez y llegaron a 198.600 kilos, muy lejos de los 800.000 que lleva vendidas en lo que va de año la lonja de Gijón pero suficientes para recuperar la senda de años pasados, cuando se rularon cifras del orden de los 350.000 kilos.

"La localización de los bancos de bocartes es absolutamente determinante del puerto de venta. Se trata de un pescado delicadísimo que requiere de una manipulación instantánea, casi en vivo. Los pescadores, con buen criterio, eligen los puertos de venta en función de la cercanía al punto de captura y este año hubo buenas 'bocartadas' al este de Peñas, por lo que la rula que se llevó la mayor parte del pastel fue la de Gijón; de haberse pescado al occidente del cabo la suerte hubiera sonreído a Avilés. Aún así, no nos quejamos: ha sido una costera mucho mejor que la de 2017", manifestó el gerente de la lonja de Avilés, Ramón Álvarez.

El premio medio de cotización de los 198.600 kilos con los que se ha cerrado la primera y más importante parte de la costera de bocarte en la rula de Avilés fue de 1,90 euros, sensiblemente inferior al de años anteriores; en comparación por ejemplo con 2017, el valor del pescado cayó un 18,5 por ciento. Las ventas de bocarte de estas últimas semanas supusieron por tanto un valor económico de 377.340 euros, de los cuales más del 90 por ciento ha ido a parar a los bolsillos de los pescadores.

En medios pesqueros la dicha por cómo ha ido la costera del bocarte es relativa. Hay satisfacción porque se pescaron todas las toneladas asignadas por cupo, pero frustración por la caída del precio. La razón de la depreciación del bocarte no es otra que el menor tamaño medio de las capturas. "La pesca ha sido de tamaño muy pequeño, ejemplares sin valor comercial. Es una pena", lamenta el armador luanquín Rafael Rodríguez, dueño de uno de los cuatro barcos de cerco asturianos acreditados para participar en la costera de la anchoa (el nombre que recibe el bocarte una vez transformado).

En lo que hay coincidencia plena de los comercializadores pesqueros, los pescadores y los científicos es en los buenos resultados que dio la veda de cinco años que decretó entre 2005 y 2010 la Unión Europea para favorecer la recuperación de la especie, cuyo stock en el Cantábrico había bajado hasta niveles alarmantes. "Vedar esta pesca cinco años, un ciclo completo de vida del bocarte, fue un acierto como ha quedado acreditada con la abundancia de capturas de 2010 en adelante. A lamentar, únicamente, que se están volviendo a pescar ejemplares de talla mínima. Debería de haber una reflexión a este respecto", apuntó el gerente de la rula.