Han perdido muchas cosas -horas de sueño, días de vacaciones, dinero, documentación, enseres personales...- pero en ningún momento la sonrisa que les caracteriza. Verónica Muñiz Espejo, de 30 años, y su novio Iván de la Rosa Muñiz, de 27, la pareja avilesina que viajaba en el catamarán turístico que se incendió el pasado martes frente a la isla de La Toja, en la ría de Arosa, ya están de vuelta en sus casas y pueden contar lo sucedido con la tranquilidad que les da el haberse vuelto a encontrar con sus seres queridos y el hecho de haber salido prácticamente ilesos de un accidente que causó 38 heridos sobre un total de 48 viajeros que iban a bordo del barco.

La pareja atiende a este diario en La Magdalena, el barrio donde reside Iván de la Rosa y que se ha volcado, como todo Avilés, en dar muestras de apoyo y cariño a sus convecinos. "Estamos abrumados y tremendamente agradecidos por la preocupación que han mostrado amigos, conocidos y la gente en general por nuestro estado. No damos abasto a responder mensajes y llamadas de teléfono. Esto es extensible al trato que, como víctimas, nos dispensaron en Galicia, especialmente en O Grove. No se puede poner una tacha; la gente de la zona se deshizo en atenciones: nos ofrecieron ropa, teléfonos móviles para contactar con nuestras familias, bebida, medios de transporte... ¡Cómo sería que por miedo a la hipotermia llegaron a taparnos con cinco mantas!", explica Verónica Muñiz.

"Para lo bestial que fue el incendio, rápidamente propagado y con mucho humo, y el caos que se montó en los primeros momentos fruto del pánico y la incertidumbre de qué estaba pasando podría haber acabado en tragedia, pero lo evitaron en buena medida la rápida respuesta de los patrones de decenas de lanchas pesqueras y de recreo que acudieron en nuestro auxilio y la intervención muy eficaz de la tripulación de un barco de pesca que usando una manguera supo abrir vías de escape entre las llamas para que la gente saltase al mar sin quemarse; además, los gritos de ánimo y las instrucciones que dieron los marineros de esa embarcación espabilaron a mucha gente que se había quedado en el catamarán como bloqueada logrando que saltasen por la borda para buscar seguridad en el agua", relata De la Rosa, quien añade que él mismo llegó a temer por su vida y que no fue hasta que se vio nadando en la ría cuando respiró aliviado.

Los avilesinos, que están iniciando una relación sentimental, habían ido a la localidad de Sanxenxo, en la ría de Arosa, a pasar tres días de vacaciones con la idea de descansar, explorar la zona y conocerse mejor; los típicos planes veraniegos de cualquier pareja de novios. Para Iván de la Rosa, que lleva trabajando de forma eventual desde hace diez años en diferentes empleos, eran "las primeras vacaciones que cogía". También era su primer viaje a esa zona de Galicia y la primera vez que subía en un barco. "Para ser primerizo en todo no se me va a olvidar en la vida", asevera, aún dolido en cierto modo por cómo se torcieron lo que deberían haber sido tres días placenteros. La pareja tiene planes de nuevas vacaciones en próximas semanas y el destino probablemente sea Roma, sobre lo que Iván de la Rosa bromea: "Si vamos, será la primera vez que coja un avión... ¡A ver si también va a accidentarse!"

En los días que faltan para volver a sus trabajos -ella en una hamburguesería del centro de Avilés, él en una empresa de limpieza y también en el local de su novia-, ambos hacen cábalas de que van a a tener que hacer numerosos trámites para devolver la normalidad a sus vidas; por lo pronto, renovar la documentación y las tarjetas de crédito perdidas en el siniestro, sustituir los teléfonos móviles inutilizados por el agua y buscar asesoramiento jurídico para saber qué derechos tienen de cara a una posible reclamación de daños y perjuicios.

"Sólo los billetes del barco nos costaron 30 euros y la verdad es que, navegar lo que se dice navegar apenas navegamos cinco minutos, porque fue salir del puerto, oír una explosión y comenzar a arder todo", comenta De la Rosa echando cuentas de las diferentes vías de reclamación que podrán ejercitar. Papeleo al margen, confían en que dentro de poco todo lo ocurrido sea una anécdota que contar y, quizás, una experiencia que afiance su idilio.