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Tres días para congelar 71 años en Alcoa

La parte más delicada de la parada de las cubas será conseguir un enfriamiento lento para evitar tensiones estructurales que las dañen

Antes que Alcoa fue Inespal, y más atrás en el tiempo, Endasa. El nombre, en el fondo, es lo de menos: el sector del aluminio existe en Avilés desde hace casi 71 años, pues su origen se remonta al 7 de julio de 1948, que es la fecha que cita la biografía del ingeniero Félix Aranguren -el impulsor del proyecto- como punto de arranque de la empresa entonces llamada Endasa, de aquella radicada en San Juan de Nieva.

Los 71 años de historia que dan solera a la moderna familia aluminera avilesina serán "congelados" en apenas 72 horas a partir de este martes, cuando el turno de noche que trabaja ese día en la fábrica de San Balandrán acometa el proceso de apagado de las primeras cubas electrolíticas de la planta, los recipientes donde se produce el aluminio. Durante el miércoles, día 6, se pararán las 60 cubas activas de la llamada serie 2 (hay otras 95 que ya fueron retiradas del servicio cuando Alcoa ordenó en 2012 reducir la capacidad de la fábrica en un tercio para ajustar la producción a la demanda de un mercado en crisis). Posteriormente, entre los días 13 y 14, se pararán las 144 cubas activas de la línea 3, que tiene 186 en total. Y entonces se hará el silencio en la fábrica, cuyo futuro se resolverá en el tiempo que media hasta el 30 de junio, la fecha tope que han acordado Alcoa y los trabajadores para que el Gobierno capte a un inversor interesado en mantener la actividad. En caso contrario, la historia aluminera avilesina podría llegar a su fin.

La construcción de la actual fábrica de San Balandrán data de 1955; se hizo como una ampliación de la que tenía Endasa en Valladolid, pero con una tecnología mucho más moderna y un emplazamiento óptimo para facilitar la llegada por mar de la bauxita (el mineral rico en aluminio usado entonces como materia prima). La planta logró hacer la primera colada en 1959; entonces aún seguía abierta la instalación pionera de San Juan, que aportó la pasta para fabricar los ánodos (el polo eléctrico positivo de la cuba) hasta que dejó de ser rentable. La noche del próximo martes se parará el reloj...

El apagado de las cubas es, en palabras de un jefe de turno que dirigió ese mismo proceso cuando Alcoa mandó reducir la producción, "bastante más sencillo y rápido que encenderlas; por regla general es más fácil destruir que construir". Lo primero que harán los operarios encargados del apagado es sacar de cada cuba aproximadamente una tonelada extra de aluminio para dejar en el interior del recipiente solo siete toneladas de metal fundido. Esto se hace para que si son arrancadas de nuevo algún día, quepa en el interior de cada cuba una tonelada de aluminio fundido que hará las veces de reactivador del proceso de electrolisis que hace posible la separación por oxidación del aluminio de la pasta de alúmina en la que viene contenido.

Lo siguiente que se extraerá de cada cuba es el baño electrolítico que genera la reacción química que da lugar al aluminio; esta mezcla de alúmina y fundente de la misma se llevará a unas balsas dispuestas al efecto para su conservación, también con miras a un reaprovechamiento futuro.

Vacía de baño y con la cantidad adecuada de aluminio en el fondo para preservar las paredes de la cuba, el siguiente paso de la parada consiste en poner en contacto el ánodo del circuito (polo eléctrico positivo) con el cátodo (el polo negativo). Eso se consigue haciendo descender la parte superior de la cuba (como si fuera la tapa) hasta que entra en contacto con el aluminio de la base, momento en el que la cuba cortocircuita pasando la tensión del conjunto de 4 voltios a 1,5. Con el circuito eléctrico cerrado (ánodo y cátodo se tocan) solo resta cortar la corriente eléctrica y volver a sacar el ánodo del lecho de metal fundido para evitar que este lo "atrape" cuando se solidifique.

El técnico consultado por este diario subraya la importancia de que el proceso de enfriamiento posterior de las 7 toneladas de aluminio que quedarán en cada cuba se haga de forma muy lenta para evitar daños por tensiones o deformaciones al recipiente. Y es que nadie en la fábrica avilesina de Alcoa pierde la confianza en que aparezca el deseado inversor y en próximos meses la parada de cubas se revierta y la planta de San Balandrán siga escribiendo más páginas en la ya dilatada historia del aluminio avilesino. Puede que se pare, pero Alcoa no se cierra.

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