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"Más taller y menos aula", aconsejan los aprendices de Ensidesa para mejorar la FP

Los exalumnos de la escuela siderúrgica proponen reducir la edad de acceso a la FP Dual y compensar a las empresas colaboradoras

La veintena de aprendices que se reunieron ayer en La Toba. MENGANOS PRODUCCIONES

No se trataría tanto de recuperar la figura del aprendiz a la manera que ellos lo fueron el siglo pasado como de "pulir" el actual modelo de FP Dual para que, sea una herramienta realmente eficaz de cara a la capacitación de los profesionales que demanda la industria, en especial la del metal, tan arraigada en la comarca. Los que fueron aprendices de Ensidesa, alumnos de una escuela que protagonizó una época dorada durante la que licenció a 1.744 profesionales de nueve especialidades, mantienen viva la llama de la inquietud formativa, conscientes del páramo profesional que hay a su espalda y preocupados porque los actuales modelos de formación -al menos los que tienen como sector objetivo la siderometalurgia- no acaban de dar con la tecla. Reunidos por el Club LA NUEVA ESPAÑA de Avilés con la excusa de desempolvar recuerdos de la extinta Escuela de Aprendices de Ensidesa, una veintena de esos aprendices, hoy reputados profesionales, algunos con puestos de mando en Aceralia, sugirieron medidas para la mejora de la FP Dual.

La clave, por consenso de estos "expertos", es fomentar la enseñanza práctica, "más taller y menos aula", en palabras de uno de los asistentes al acto. El horario lectivo de la Escuela de Aprendices de Ensidesa dedicaba cuatro horas diarias "a los libros" y otras cuatro a la enseñanza práctica. Los que se formaron como oficiales torneros, eléctricos o mandrinadores con esa pauta defienden la conveniencia de potenciar la enseñanza práctica, aún siendo conscientes de que las empresas actuales tienen motivos para ser reacias a prestar sus talleres y dedicar horas de su personal a la enseñanza. "Ocurre que, fruto de la creciente competitividad, las empresas han perdido el estímulo para emplear recursos en formación, porque esas horas de taller y personal dedicadas a la enseñanza podrían mermar la productividad. El nuevo contexto económico es incompatible con la visión largoplacista que permitió a nuestra generación recibir una formación profesional de primer nivel, tanto en medios como en la seguridad que teníamos de encontrar un buen empleo para toda la vida", apuntó Montserrat Arbesuk, una de las tres únicas mujeres licenciadas en la Escuela de Aprendices de Ensidesa.

"Siendo cierto lo anterior, la falta de estímulo empresarial para formar personal podría ser corregido con incentivos económicos o cambios legislativos. En Francia, sin ir más lejos, es obligatorio que las empresas tengan un determinado porcentaje de empleados en formación", apuntó Juan José Arias, aprendiz de la 21ª promoción.

"Visto que la FP Dual no acaba de arrancar, quizás sea el momento de dale un impulso con un gran concierto educativo enfocado a la capacitación laboral", sugirió Rosa Menéndez. José Luis García Arias, que acabó fundando el Grupo Melca tras su paso por la escuela de aprendices, defendió que sean los empresarios los que tengan el control de la FP Dual "a semejanza de Alemania". Braulio Suárez, de la 13ª promoción de aprendices abogó por anticipar la edad a la que un adolescente debe tomar la trascendente decisión de orientar su futuro laboral, ahora fijada en los 17-18 años y en tiempos de la Escuela de Aprendices de Ensidesa rebajada a los 14-15. "Puestos a elegir ahora a los 18 años entre ingenierías o FP, no es difícil deducir cuál va a ser la elección. La FP debería enfocarse a la capacitación de jóvenes que no necesariamente hagan el Bachiller", expuso este aprendiz.

Todo lo anterior salió a relucir en el transcurso de un ameno coloquio en el que los aprendices dejaron constancia del orgullo que supone haber pasado por un centro de formación "que no escatimaba en medios para lograr los resultado", "que contaba con un profesorado sobresaliente", "que inculcaba en sus alumnos los valores de la disciplina y el esfuerzo" o "que constituía un potente estímulo para los estudiantes al garantizarles una salida laboral", según se dijo en el acto. "Podría decirse que la escuela de aprendices era donde empezabas a tenerle cariño a la empresa, lo que ahora llamaríamos sentido de pertenencia", apostilló Montserrat Arbesuk.

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