La odisea viajera de la joven luanquina Sara García Bango en Filipinas podría tocar a su fin dentro de unas horas si los vuelos para los que ha conseguido billetes mantienen su operativa. El principal escollo que encontraba la turista asturiana de viaje por Asia para volver a España era desplazarse desde donde se encontraba, la isla de Siargao, a Manila, distante 500 kilómetros. Pese a las dificultades de movilidad en Filipinas, un país donde el Gobierno ha restringido el transporte para evitar la propagación del coronavirus, Sara García Bango logró llegar ayer a la capital y, ya en el aeropuerto, sacar billetes para volar a Europa.

"Por fin hemos salido de Siargao; lo hicimos en uno de los tres vuelos que operaron y que nos llevó a Clark. De allí hasta Manila vinimos en autobús", ha relatado la joven de 26 años a este periódico hablando en plural porque la acompaña la catalana Marta Alonso Oriola. "Nuestro vuelo sale en diez horas (debería haber despegdo la pasada madrugada, hora española) haciendo escala en Tokio y Zurich; desde allí, a Barcelona", detalla.

La situación en Filipinas comenzaba a tornarse preocupante por momentos, dado que el país está amanazado por la llegada de la pandemia de coronavirus. "Hay un montón de controles, nos toman la temperatura cada dos por tres y no te dejan estar por la calle... Como en España, vamos. Además, nos miran con suspicacia, como si fuéramos apestadas por ser extranjeras", explica.

La mejor noticia, además de haber logrado billetes para volar a España, es que la salud de Sara García Bango y su amiga está intacta: "En Siargao sí que teníamos miedo de ponernos malas porque allí no hay hospitales, solo una clínica con capacidad para diez personas. Y también nos habían avisado de que iban a dejar de darnos de comer porque había orden de cerrarlo todo. Vamos, muy precario todo".

Relativamente relajada mientras aguaraba en el aeropuerto de Manila el embarque de su vuelo, la asturiana confiesa que lo que más echa de menos de su Luanco natal, aparte de la familia, es "la comida". Al preguntarle cuál refirió sus ganas de comer "pescado y marisco; es que soy muy de mar yo".

La madre de Sara García, Carmen Bango, ha querido agradecer, con respecto a los apuros que está pasando su hija para volver a casa, la generosidad del hostelero de Muros de Nalón Zoilo Grana, quien se puso en contacto con ella al saber por LA NUEVA ESPAÑA de la situación para ofrecerle la posibilidad, en caso de que fuese necesario, de que la joven y su amiga buscasen refugio en casa de unos familiares filipinos. Si las compañías aéreas cumplen su plan de vuelos, no será necesario aceptar tal oferta.