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1920-2020 | Historia del teatro Palacio Valdés

El formiento

La Sociedad Fomento de Avilés intentó sacar a la villa de su postración con multitud de iniciativas y una prioridad: terminar el teatro para cumplir los planes de la burguesía local

El formiento

Las caballerías, y no precisamente rusticanas, ocupaban los lugares que fueron imaginados para señores con gemelos en miniatura y señoras con impertinentes. Un mercadillo se formaba en el exterior y lo que estaba destinado a ser templo de la cultura parecía más un erial de extrarradio, un recinto de feriantes, un cajón de sastre donde se almacenaban aquellos trastos con los que nadie sabía qué hacer en la villa de Avilés. El edificio del teatro era todo menos teatro. Una cáscara vacía sin destino ni acomodo. En medio de la nada, en el páramo del olvido al que le iban condenando los acontecimientos, al no-teatro le salió al paso una figura singular: Julián Orbón. Este hermano y tío de músicos ilustres pasó su vida cruzando el Atlántico. Tres décadas escribiendo artículos incómodos y ocupando cargos de representación. Inventándose causas por las que pelear, siempre que se montara una comisión en la que él fuera figura destacada.

Fue liberal del marqués de Teverga, más tarde devoto de Pedregal cuando los republicanos reformistas dominaron Avilés. Planificó los eventos más destacados de la vida social avilesina de principios de siglo y fue secretario de la Extensión Universitaria y presidente de la Asociación Coral Avilesina. Por el camino fue afilando su pluma en publicaciones diversas sin esconderse en polémica alguna. No era cobarde y, si le cortaban la retirada, siempre tenía paso franco para huir a Cuba donde "El Diario de la Marina" le daría cuartel. Nicolás Rivero, su director al que consideraba padre profesional, le ofreció siempre un buen lugar para esconderse hasta que se calmaran las cosas. Y "las cosas" tuvieron que calmarse varias veces. En fin, que Julián Orbón fue el perejil de todas las salsas. Una de ellas fue la Sociedad Fomento.

Todo empezó cuando, después de uno de esos retornos de La Habana vía Madrid, Orbón trajo la cartera repleta de contactos con los "americanos" más influyentes y con algunos miembros de la diáspora madrileña. Con eso, y el apoyo de los reformistas de Pedregal, se hizo secretario de la nueva Sociedad Fomento. Era una organización que parecía pensada para él. Concentraba en la misma estructura todas las causas estratégicas de Avilés y a todos los notables que podían soltar la mosca. El paraguas ideal. Economías de escala para los esfuerzos de Orbón.

En forma de artículos de prensa, los cañones de Orbón llevaban tiempo tronando cuando, en la playa de sus intereses, desembarcó aquella sociedad que tenía por objeto tutelar los intereses de Avilés. El Teatro-Circo Somines fue el lugar donde se sentaron los notables para fundar la Sociedad Fomento de Avilés el 18 de septiembre de 1913. Casimiro Solís era presidente, vicepresidente Eduardo Hidalgo, secretario, cómo no, Orbón.

Se trataba de fomentar un nuevo Avilés, postrado tras años de crisis. Como si de un plan estratégico se tratara analizaron sus debilidades y fortalezas. Concluyeron que Avilés podía ser foco de atracción de forasteros elegantes que vinieran a disfrutar de sus bellezas naturales, atraídos por su cultura y festejos. Para ello era necesario dotar de mejores infraestructuras a esa cultura, organizar festejos de calidad, dar tajo a la construcción para combatir el enorme paro y, por último, ofrecer comunicaciones para todos en forma de tranvía eléctrico.

Organizó sus objetivos en secciones y comités, de todo lo que interesaba "fomentar". Por supuesto Madrid y Cuba estaban en la lista. Los "americanos" importantes fueron movilizados. Ése en que todo comenzó a funcionar con 4.594 pesetas conseguidas por cuotas de entrada y 532 por la primera entrega de las suscripciones mensuales. Con ello, sus objetivos se tradujeron en el apoyo a actividades: obras de caridad, ediciones de guías veraniegas, proyectos industriales, corridas de toros o compañías de acrobacias aéreas.

Tantos proyectos se resumían en uno solo, porque era la carencia principal de una ciudad que aspiraba a ser diseñada según los planteamientos de la burguesía que trazaba sus planos: había que concluir el teatro. Era una obsesión y ese edificio a medio construir un desgaste para la imagen de Avilés que querían proyectar. Cualquier forastero que por aquí llegase solo vería la momia de ese difunto secándose al sol de los años. Demasiados ya.

Para el Fomento debería abordarse el teatro antes incluso que el tranvía. Era una aspiración vieja y precisaba de menos tiempo y menos dinero. Así que encargaron al arquitecto municipal, Antonio Alonso Jorge, un estudio sobre el estado del edificio, sus posibilidades y la inversión necesaria para concluirlo. Con él se hizo una memoria que se aventó, como en 1900, en busca de apoyos. El propio "Diario de la Marina" de La Habana, dio extensa información. Concluir el edificio suponía 140.000 pesetas además de la compra a su propietario, Alfonso Rodríguez del Valle, que se lo había ofrecido a la Sociedad Fomento por 32.000 pesetas más 5.000 en acciones. La obra se rentabilizaría alquilando los salones de la primera planta para juzgados. Estaba listo.

Pero no todo era perfecto. Los enfrentamientos políticos de Avilés no dejaron pasar un escaparate tan vistoso. Los viejos partidarios del marqués de Teverga ya no tenían el poder político, pero en sus filas había muchos notables. Tenían otro poder. Un contrapoder. Y la Sociedad Fomento navegaba por la orilla contraria a sus intereses y sus ideas.

Ahora podremos entender cosas muy viejas. Vayamos trece años atrás hasta la ceremonia de colocación de la primera piedra del nuevo teatro, cuando el marqués de Teverga estuvo mudo y medio oculto en las sillas de los invitados preferentes. En el edificio siempre se reflejó lo mejor y lo peor de la historia de Avilés. Las miserias políticas salían a la luz para darle sombra.

En la lista de accionistas de la Sociedad del Teatro, el marqués de Teverga, con dos acciones, estaba muy por debajo de otros capitalistas o notables de la ciudad cuyo protagonismo saldría pronto a la superficie. Por ejemplo Juan Álvarez, comprador de 6 acciones (entre los diez máximos accionistas), sería la cabeza de lo que el "Diario de Avilés" llamó el grupo de "los eléctricos", en referencia a la empresa "Compañía Popular de Avilés" que se hizo con la planta de energía eléctrica donada por el marqués de Pinar del Río. Eran la espina dorsal de los republicanos pedregalistas que estaban detrás de la fundación de su órgano de expresión, "La Voz de Avilés". El enemigo. Sin rodeos.

Los liberales con su órgano de expresión a la cabeza, el "Diario de Avilés", cargaron contra el Fomento y contra su viejo amigo Orbón. Consideraban que la sociedad no era más que uno de sus inventos; un sacaperras para "americanos" y demás capitalistas con el único objetivo de llenar el estómago y los bolsillos de Julián Orbón. Nada de construir teatros, montar tranvías o traer turistas. Una tapadera para su verdadera misión. Rebautizaron a la Sociedad como "el formiento". Dándole el giro bablista con una connotación más despiadada. La levadura de fabricación casera con la que se hacía fermentar la masa del pan, era, en realidad, el alimento de Orbón. El fermento para su propia existencia, rodeado de lo más granado de la sociedad dominante de entonces. Para ellos, única finalidad de tan pomposa sociedad.

Así que no hubo tregua. El "Diario de Avilés", que lloraba desde 1911 la muerte del marqués de Teverga, siguió cargando contra la iniciativa. Nada tenía en contra del teatro y el resto de empresas "fomentadas", pero sí contra el Fomento mismo. Aunque fuese una iniciativa positiva, no podía dar esa baza al enemigo político. Y en la brega ambos agotaron sus fuerzas. El periódico desapareció a finales de 1914. Justo un año más tarde, la sociedad decidía su disolución.

Sufrió la ira política de una parte de Avilés, pero también la dispersión de unos objetivos que nunca supieron priorizar y el personalismo excesivo de su piloto. Y así acabó todo. Se gratificó al conserje y se liquidaron muebles y enseres. El dinero sobrante se repartió entre el Hospital de Caridad y la Asociación Avilesina de Caridad. Manuel González Wes, enemigo de El Fomento, escribió años después que la sociedad había muerto de un "ataque de megalomanía" de Julián Orbón y que los últimos fondos habían servido para pagar su enésima retirada en forma de pasaje a Cuba.

El proyecto de teatro, una vez más, perdió a sus principales valedores y quedó a merced de sus enemigos. Los que daban por imposible la terminación del edificio y los que, con el paso del tiempo, empezaron a levantar otras banderas que les parecieron más oportunas. Por ejemplo la de hacer una plaza de toros y no un teatro. Eso pidió la sociedad de fomento del toreo denominada "El Gallinero", constituida en noviembre de 1913. Pensaba que Avilés estaba servida de teatros pero necesitada de plaza de toros.

Al Fomento le sustituía otro fomento, muy peligroso para el futuro del teatro en construcción. Digo en destrucción.

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