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Luanco llora a Chus Costales en su funeral: "Siempre se van los mejores, era un chaval encantador"

La Policía Local y Protección Civil reparten mascarillas en el funeral del fallecido en accidente laboral l "Dejó huella", recuerdan en su villa natal

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Funeral de Jesús Costales "Patronín"

"Jesús Costales era un gran trabajador y un gran compañero". Lo cuentan dos de sus compañeros de trabajo en Windar, con mascarilla y apoyados en una valla a pocos metros de la iglesia de Luanco, donde se celebró el funeral por su fallecimiento por accidente laboral el pasado martes. Los amigos, compañeros y vecinos de Luanco guardaban silencio, pocos se animaban a hablar. "No es el momento", indico un luanquín al tiempo que otro, un amigo de Costales, acudió al funeral para despedirse "de un gran amigo".

"Siento mucho la pérdida, no puedo decir más", remarcó visiblemente emocionado. Pocos minutos antes de que los coches fúnebres -uno portaba el féretro y coronas de flores y el otro solo flores- hicieran acto de presencia ante la iglesia de Santa María de Luanco, los allegados de Costales mantenían la distancia de seguridad en el exterior de la iglesia, a dos metros de separación unos de otros. Efectivos de la Protección Civil y la Policía Local entregaron mascarillas a cada uno de los asistentes que no tenían otro objetivo que garantizar la seguridad sanitaria.

"A Jesús nunca se le veía enfadado, siempre tenía una sonrisa en la cara", apuntaba una vecina que siempre recuerda a un Costales "alegre". "Jesús quedará en nuestro recuerdo como un tío jovial, alegre, feliz y con un gran sentido del humor", remarcó otro de los asistentes al funeral, que comenzó puntual a la una de la tarde.ç

El párroco luanquín, José Antonio Alonso, salió a recibir el féretro a la puerta de la iglesia de Santa María y momentos después, cuatro amigos de Jesús Costales lo llevaron a hombros en dirección al interior del templo.

Entre tanto, caras tristes y emocionadas y todas con un mismo sentimiento para recordar a "una de esas personas que marcan para siempre". "Cualquiera que tratara con él, sabe que dejaba huella", señaló uno de los allegados al fallecido.

La misa de despedida contó con el aforo limitado a setenta personas, un tercio de su capacidad, todo para evitar posibles contagios por coronavirus. "Siempre se van los más grandes", comentó una mujer entre sollozos, a pocos metros de la puerta de entrada al templo.

El silencio invadía Luanco. Y mientras tanto, los buenos sentimientos afloraban. La mayoría de los asistentes repetían una y otra vez la "alegría que transmitía" Jesús Costales en sus conversaciones con amigos, familiares e incluso con compañeros de trabajo, donde desarrollaba siempre "era un profesional". "Vaya palo, era un chaval encantador y joven", reflexionaba uno de los asistentes al funeral. "Tenía 44 años pero aparentaba menos, nada más había que verlo", agregó. Tras la homilía, el cuerpo de Costales, la "sonrisa de Luanco" al que llamaban "patronín" fue enterrado en el cementerio de Santana.

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