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Illas

Cierra el restaurante con el menú más contundente de Asturias: "Me voy con mucha pena y agradecida a los clientes"

La guisandera Isabel Alonso, a punto de jubilarse, cierra La Tenada: “Trabajé mucho, pero mi suerte han sido los clientes y estoy agradecida”

Isabel Alonso Moris, en la terraza de La Tenada, con el cartel que anuncia el menú. Pablo Solares

La Tenada, el templo gastronómico de Callezuela para creyentes con mucha fe y enormes tragaderas, ha cerrado sus puertas aunque a efectos administrativos el candado no se echará hasta el próximo 1 de febrero. Isabel Alonso, gerente de este local y miembro del Club de las Guisanderas, la asociación de restauradoras más tradicionales de Asturias, se jubila. A esto suma un año complicado fruto de la crisis sanitaria por el nuevo coronavirus y un futuro, a su modo de ver, incierto para la hostelería: “Me voy con mucha pena; trabajé mucho, es cierto, pero mi suerte han sido los clientes que han venido a mi casa de todos los sitios de España y de todos los estratos sociales”.

Con el cierre de La Tenada, Illas perderá un embajador que llevó el nombre de Callezuela por todo el mundo gracias a un menú poderoso donde los haya compuesto por pote de berzas, adobo, huevos fritos, callos, picadillo, carne gobernada, cordero... Y postre, claro. Durante cuatro décadas menos un año, Alonso sirvió cada día los mismos platos. Y, en los mejores años, con lista de espera para reservar mesa.

“Empecé sin saber hacer muchas cosas en la cocina, pero con tesón y ganas de trabajar. En mayo de 1981 arreglamos la tenada y la cuadra de la casa familiar y abrimos un bar. Éramos muy jóvenes”, apunta Isabel Alonso, que mete en el saco a su marido, Manuel Rodríguez, que unas veces fue el «maître» del templo, como su hermano Poldo, y otras debió buscarse las castañas por su cuenta.

“Esta es la tercera crisis que pasamos en La Tenada, lo peor es que ésta afecta a la salud”, explica Alonso, que siente dejar en el camino a cinco empleados; dos, sus hijos

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“Esta es la tercera crisis que pasamos en La Tenada, lo peor es que ésta afecta a la salud”, explica Alonso, que siente dejar en el camino a cinco empleados –dos, sus hijos–, que con el nuevo año engrosarán las listas del paro. “Es inviable seguir con el negocio también para ellos, porque La Tenada es un sitio que dio dinero para ir mejorando el chigre y hacer pequeñas cosas, pero no millones”, apunta esta empresaria que lo que más siente es que Callezuela quedará ahora sin bar, porque otro que había cerró hace tiempo. El consuelo es el de la piscina, que abre en verano. “Esta es una de las cosas que más siento, que se pierda esa vidilla que daba La Tenada al pueblo”, lamenta.

La hostelera dio de comer en casi cuatro décadas a moteros, ciclistas o senderistas que llegaban a Illas animados por el paisaje que gobierna la sierra de Bufarán. También sirvió comuniones, bautizos e, incluso, bodas. No solo eso. Alonso hizo saltarse la dieta a la entonces Princesa de Asturias, doña Letizia; a la cantante Luz Casal, al empresario ya fallecido Isidoro Álvarez o al cantautor Ismael Serrano, por citar solo un puñado de nombres de una larga lista de personalidades. Todos comieron lo que ofrecía Isabel Alonso, que era siempre lo mismo, un menú descomunal que cosechó reconocimientos de la crítica gastronómica y también premios, como el “Plato de oro”. A todos ellos por igual, Alonso está agradecida.

La reina doña Letizia, entonces aún princesa, durante su visita a La Tenada

¿Y cómo llegó al menú “hoy tenemos lo de todos los días”? La respuesta tiene dos partes. La primera, el menú pantagruélico: “Primero fue una parrilla, pero no funcionó. Dejamos las comidas, volvimos y, poco a poco, fuimos diseñando el menú, nuestro menú. Entonces venían grupos grandes como los de montaña de Ensidesa, unos pedían berzas, otros callos... Así surgió el menú de La Tenada, como una especie de tarifa plana en la que se probaba de todo. A todas éstas también fue importante el impulso que nos dio la Cofradía del Colesterol, que fue fundada aquí por un grupo de amigos en el año 1996”, explica la hostelera, que continúa la explicación: “El cartel de “hoy tenemos lo de todos los días” lo pusimos a modo de broma en un muñecón que nos dio en su día un repartidor de helados. La gente empezó a sacarse fotos con él y, cuando se puso feo, decidimos hacer el que tenemos hoy en día”, cuenta esta mujer que todavía no tiene decidido qué hará con tal reclamo publicitario.

¿Y el futuro? “De momento tengo que centrar la cabeza. No descarto un traspaso, pero no hay nada decidido”, reconoce la guisandera, que está a punto de colgar el mandil de embajadora de Illas en el mundo gracias a un menú de superhéroes que Alonso define como cocina casera, de chigre. De su casa, eso casi seguro, nadie salió con hambre.

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