ramón álvarez | Gerente de la rula de Avilés

El gerente de la rula de Avilés: “Aspiramos a ‘poner apellido’ al pescado, que la gente lo asocie a la excelencia”

“Las etiquetas de calidad que lucen algunos de nuestros productos no son una mera pegatina adherida a una caja, detrás hay mucho trabajo”

Ramón Álvarez.

Ramón Álvarez. / Mara Villamuza

Francisco L. Jiménez

Francisco L. Jiménez

A Ramón Álvarez (La Arena, 1959) le sigue incomodando el enorme despacho de 40 metros cuadrados que ocupa en la rula de Avilés desde que la instalación abrió sus puertas en 2009 (con la excepción de los dos años en que volvió a la empresa privada tras el escándalo de la multa que impuso Hacienda a la rula por defraudación fiscal en la venta de pescado). En su calidad de gerente, el “timonel” de la mayor lonja pesquera asturiana ocupa una austera mesa arrinconada en una esquina de la enorme estancia –por lo demás casi vacía– y recibe a las visitas en una mesa de juntas que solo cobra sentido cuando hay consejo de administración. En general, a Ramón Álvarez es más fácil encontrarlo metido entre cajas de pescado en la planta baja de la rula o pateando el muelle, los ecosistemas donde se mueve como pez en el agua.

–Para lo mal que pintaba 2020, un año que el covid puso patas arriba, la rula ha logrado batir su récord de ventas, al menos en kilos. ¿Cómo ha sido posible esto?

–Pues sí, tal y como informa hoy (por ayer) su periódico superaremos los 17 millones de kilos, además ampliamente. Esto se explica porque las descargas de especies que aportan grandes tonelajes, como la merluza, la xarda y la bacaladilla, se mantuvieron en la línea de años pasados y otras más estacionales, como el bonito y el bocarte –muy especialmente esta última especie–, tuvieron un excelente comportamiento.

–O sea que satisfecho, ¿no?

–La satisfacción me la produce la certeza de saber que la rula está preparada para gestionar grandes cantidades de pescado en poco tiempo como ha pasado este año –hubo una semana que recibimos 100.000 cajas de bocarte– y haber detectado que, por ejemplo en el caso del bonito, hay que mejorar un par de cosas para ser más eficientes. Pero, en líneas generales, la plantilla de la lonja ha demostrado su profesionalidad demostrando que el proyecto, doce años después de arrancar, está plenamente consolidado. Y todo esto, en un año muy difícil marcado por el covid y la necesidad de implantar protocolos sanitarios engorrosos y molestos.

–¿Alguna espina que le haya quedado clavada en 2020?

–Me sabe mal que los precios medios de venta del pescado no hayan sido todo lo buenos o estables que debieran por el efecto del covid en la demanda del canal Horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías) y en el consumo en general. Bajó el precio de la xarda, en su caso por la abundancia de la misma; también el de la pescadilla y se mantuvo, más o menos, el del bonito. Hasta ahí, son cosas normales, pero la situación insólita fue la vivida con las llamadas especies “finas”, cuyos precios se comportaron como hace una montaña rusa, muy volátiles y cambiantes. Y esa incertidumbre no es buena, ni para quien compra ni para quien pesca.

–Se suele decir que a río revuelto, ganancia de pescadores, ¿ha sido el caso, ha sido el pescado un objeto de especulación en un año tan atípico como el del covid?

–Sería estúpido por mi parte negar que el pescado es un alimento susceptible de especulación, pero sí que me va a permitir dimensionar la gravedad del tema... Yo fui cocinero antes que fraile y sé lo que pasa en la cocina: las grandes cadenas de distribución son las que tienen, como es público y notorio, la mayor cuota de mercado y debido a sus necesidades de aprovisionamiento trabajan en un mercado global en el que una rula como la de Avilés es un mero átomo; y en esos escenarios globales, los márgenes son muy ajustados, la especulación no tiene razón de ser porque el negocio va de vender mucho, no de vender caro. Otra cosa es que el pescado es un producto muy peculiar, sujeto a numerosas variables que influyen en su precio: especie, arte de captura, días que ha pasado en el barco, tamaño, frescura, manipulación que ha recibido y podríamos seguir... Es por eso que podemos ver a la venta en las pescaderías merluzas a 9 euros el kilo o a 39. ¿Cómo puede ser que haya esa diferencia si en el fondo son merluzas?, cabría preguntarse. Pues no, no es la misma “merluza”; a lo mejor esa merluza de 39 euros el kilo está a la venta en Madrid y se trata de lomos con un 60 por ciento de desperdicio. Yo pongo el ejemplo de las camisetas, ¿por qué una comprada en la plaza vale tres euros y otra de El Corte Inglés cuesta doce? Pues porque pese a que ambas son camisetas, cada una tiene asociados unos valores por los que el cliente está dispuesto a pagar más o menos.

–Ahí quería llegar: ¿las estrategias comerciales que ha puesto en marcha Nueva Rula de Avilés aspiran a asociar el pescado que pasa por sus instalaciones con la idea de máxima calidad?

–En efecto, ese es nuestro objetivo. Partiendo de la base de que servimos de puente comercial a un producto difícil de diferenciar –el pescado se vende en decenas de puertos españoles–, aspiramos a “ponerle apellidos”, a que el consumidor lo identifique con la excelencia. Estamos tratando de construir un discurso convincente en ese sentido conjugando en el mismo los muchos y muy diferentes intereses, a veces contrapuestos, que concluyen en el sector pesquero. Yo siempre digo que, aunque no lo parezca, todos tenemos un mismo objetivo: hacer llegar al consumidor el mejor producto posible a un precio justo. El papel de la rula en esa misión es servir de herramienta facilitadora.

–A estas alturas, ¿está fuera de toda duda la seguridad alimentaria del pescado?

–Muchas veces damos por sentado que el pescado fresco es un alimento saludable y que no debiera faltar en la cesta de la compra de ningún hogar, pero nunca está de más generar la máxima seguridad. Por eso desde esta rula se trabaja, a veces de forma machacona, en la implicación de todos los agentes en ese objetivo: pescadores, comercializadores, pescaderos y administraciones. Ahí están, como botón de muestra, las etiquetas de calidad que lucen algunos de nuestros pescados y, mas recientemente, la inclusión en la marca ”Alimentos del Paraíso”. Esos distintivos no son una mera pegatina adherida a una caja, detrás de ellos hay mucho trabajo y el compromiso firme de todos los eslabones de la cadena pesquera en hacer llegar al consumidor un producto excelente.

–¿Hay margen para que la rula de Avilés comercialice más pescado o ha tocado techo?

–Mi primera preocupación es fidelizar a los pescadores y compradores que ya tenemos, pero el crecimiento a futuro no es descartable y en ese sentido hay planes que confío en que fructifiquen.

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