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El patrimonio indiano pasa a la historia

Las huellas arquitectónicas que dejaron los empresarios que amasaron dinero americano corren peligro de desaparecer

Estado actual del chalé del Puente, en Villalegre. Mara Villamuza

El dinero americano contribuyó a cambiar la cara de Avilés en el momento en que el siglo XIX se transformaba en el XX. Pero el tiempo no perdona y arruina el esplendor cuando impera el olvido. El chalé del Puente, que levantó el industrial avilesino José Rodríguez-Maribona, en la calle de Santa Apolonia, se consume, al menos, desde 2006, cuando el Ayuntamiento lo incluyó en el catálogo de elementos a proteger.

Es una seña de identidad de la Villalegre señorial y, paradójicamente, también es seña de identidad de su propia decadencia. Hace unos días, inspectores del departamento de Urbanismo, a instancias del Centro de Estudios Alfoz de Gauzón, observaron el hundimiento de la cubierta del palacete y, además, el peligro de caída de “porciones relevantes de la fachada”. Y lo más evidente: el colapso del puente metálico, el mismo que está lleno de invitados en una de las primeras fotos que se conservan del momento en que Villalegre era una fiesta.

José Rodríguez-Maribona tenía un hermano. Se llamaba Francisco. Los dos juntos fundaron la Banca Maribona. La instalaron al pie de la plaza del Ayuntamiento (donde está ahora Liberbank, donde hace años había una sala de exposiciones de la Obra Social y Cultural de Cajastur). Francisco levantó otro chalé con las pintas del de su hermano: La Perla. En la avenida Gutiérrez Herrero. La diferencia entre ambos es que este mantiene en uso: es un centro de día.

Chalé de don Fulgencio, en Avilés. Mara Villamuza

Las semejanzas arquitectónicas son evidentes y es natural: las dos casas están firmadas por el maestro de obras (no era arquitecto) Armando Fernández Cueto (sin presencia en el callejero avilesino), que también levantó el edificio del banco familiar, la sede de la Escuela de Artes y Oficios, en Álvarez Acebal. Y el Gran Hotel, en el parque del Muelle. Para que el patrimonio histórico no pase a la historia es preciso reactualizar sus desempeños.

El centro de empresas de La Curtidora.

El ejemplo de buenas prácticas es La Curtidora, que es otra de las empresas de los Maribona: de 1902. Desde hace un cuarto de siglo es motor del emprendimiento más destacado del Principado. Lo contrario es lo que sucedió con la Azucarera de Villalegre, una empresa de 1898. Los Maribona pusieron a todos los campesinos de la parroquia de Molleda (a donde pertenecía Villalegre, lo recuerda bien el escritor Miguel Solís Santos, que se encargó de biografiar a la familia en el “La memoria de les dos orielles”) a plantar remolacha. La caña de azúcar de Cuba ya no era española. Era, por entonces, estadounidense. La Azucarera se mantiene solo ahora en un proyecto de urbanización comido por la maleza. Al otro lado de la estación de tren.

Fernández Cueto también es el responsable del chalé de don Fulgencio, la ruina histórica anexa a la comisaría de la Policía Nacional. Ahí también intervino el Ayuntamiento de Avilés (hace cinco años). Lo que se hizo fue asegurar la ruina para que a los restos del palacete no se lo comiera el tiempo y el abandono.

Otro ejemplo de patrimonio arruinado es el chalé que los arquitectos Manuel del Busto (el del teatro Palacio Valdés) y su hijo Juan Manuel hicieron para el ciudadano Constante Canseco. Justo al lado del chalé del Puente y, como este, en estado de decadencia casi irreversible. El proyecto es de 1930 y es uno de los primeros ejemplos del racionalismo en Asturias, es decir, el movimiento moderno. Un paso adelante del dinero americano, leña para un pionero estado industrial del concejo avilesino.

Chalé de Canseco, en Villalegre. Mara Villamuza

La necesidad de encontrar nuevos usos para los edificios patrimoniales se ve con claridad en la casa de los García Pola, en La Magdalena. Buena parte de su estructura ardió en el verano de 2019. Pertenece a la parroquia del barrio desde 1991, cuando la Audiencia Provincial reconoció la compra efectuada que lo había estado utilizando en alquiler desde 1977. Primero como guardería (hasta 1985), luego como centro de catequesis, más adelante, como sede de la asociación de vecinos y de otros colectivos sociales. Los propietarios de la casa y de sus jardines vendieron todo a la empresa Invacefer, pero la parroquia ejerció el derecho de retracto, es decir, quiso comprarla y así lo hizo, pero sólo la casa (los jardines no).

Casa de los García Pola. Mara Villamuza

Ahora la casa está apuntalada y la cubierta, a expensas de que no caiga. El incendio arruinó más aún un edificio que había pasado al olvido tras la muerte de Julián Ron, el expárroco histórico de La Magdalena.

Los García Pola son los que levantaron el edificio desde la que dirigían la Mantequera, una empresas que está en la memoria negra de la ciudad (Manolín Torres murió a dos pasos de ella a manos de Ramón Cuervo, el “estripador” de Avilés, hace más de un siglo). En la casa que ahora sujetan los andamios vivió Servando Ovies, un asturiano que murió tras el hundimiento del “Titanic en abril de 1912.

Aquel dinero americano es el que contribuyó a cambiar el concejo. Hace un siglo la modernidad venía del Caribe. La modernidad está ahora en reparar las huellas de aquella historia.

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