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El cinc, uno de los metales clave para el crecimiento industrial de Glencore

Los dueños de Asturiana de Zinc confían en que la fundidora de Castrillón sea uno de los centros neurálgicos para las nuevas tecnologías verdes

Imagen de archivo con lingotes de cinc apilados en los terrenos del Puerto de Avilés.

Ivan Glasenberg, que es el principal ejecutivo de la multinacional Glencore, ha dicho en varias ocasiones este año que su compañía, que es propietaria de Asturiana de Zinc (Azsa), confía en tres metales para su progreso más inmediato (de aquí a 2050): en el cinc, en el cobalto y en el níquel.

La planta de San Juan de Nieva es, de hecho, una de las tres primeras fundidoras de su estilo del mundo. Lo que sale de Castrillón supone casi tres cuartos de la producción total de cinc del resto de las fundidoras con que cuenta Glencore en el mundo: el pasado año, el 67,6 por ciento de ese total. O sea, que el porvenir de la planta asturiana se presume inabarcable. Y esto es así, aparte de por la confirmación hecha por Glasenberg –es cierto que tiene un pie fuera de la sociedad: se jubila en unas semanas–, por dos elementos principales más.

El primero es el coste operativo por tonelada producida en San Juan de Nieva, que se encuentra entre los más bajos del conglomerado –esto también lo reconoce la compañía en los documentos que publica todos los años–, pero también por la presencia a pie de fábrica –en los muelles del Puerto de Avilés– de almacenes de aprovisionamiento de materia prima y de producto final de carácter estratégico. Y todo eso, además, salpimentado por once años de récords productivos consecutivos. El último, en la pandemia: 532.235 toneladas.

Glasenberg ha defendido en varias intervenciones públicas que la demanda de metal se va a duplicar en las próximas décadas y va a suceder porque el mundo va directo a la transición energética. El ejecutivo explicó en varias ocasiones que la solución a la demanda viene de una oferta adecuada, es decir, que los empresarios mineros tienen que buscar las formas para producir más. Es significativo este vaticinio en tanto en cuanto Glencore es dueña de buena parte de las minas de cinc más importantes del planeta y, además, de una de las tres fundidoras más centrales del mundo.

La organización de los negocios en Glencore es la siguiente: la empresa Asturiana de Zinc compra su materia prima (el cinc mineral) en las minas del propio grupo. A cambio, toda su producción (cinc metal) la adquiere la propia multinacional. Todo esto, bajo la regulación mundial que indica la Bolsa de Metales de Londres (LME en sus siglas en inglés), que es la institución que marca el precio de cotización recomendable.

La situación prevista por el primer ejecutivo de la compañía tiene su reflejo en las distintas ampliaciones que están viviendo las instalaciones de San Juan de Nieva, la última, la de las nuevas naves electrolíticas: la inversión de los cien millones. Donde sólo había un parque de intemperie ahora está el esqueleto del futuro de la compañía fundidora. Pero no sólo ahí: ha construido dos grandes almacenes. Aseguran que por cuestiones medioambientales. Y también han llevado fuera de las instalaciones fabriles los vestuarios de su personal. Esta circunstancia afiló los cuchillos sindicales. Queda sin responder qué sucederá cuando entren en acción la nueva nave electrolítica (debe sustituir a las más antiguas). La liberación de espacio en las instalaciones hace suponer que el futuro no ha terminado para Azsa.

Lo cierto es que la empresa de Castrillón es una de las más electrointensivas de España, es decir, es una de las que más electricidad consume. Consideran que la energía es una materia prima. Y han reclamado en varias ocasiones un precio adecuado y previsible para seguir operando. El Gobierno socialista preparó un estatuto a medida de las más grandes (las otras son Arcelor y la antigua Alcoa), pero el resultado ha sido el óptimo. Los grandes planes para el cinc corren peligro, dicen aquí. Glasenberg es más optimista.

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