Avilés son dos ciudades: la de los vivos y la de los muertos. Y ambas tienen la misma población. En el camposanto de La Carriona, que data de 1890 se estima que descansan alrededor de 85.000 personas, sin contar los restos de cadáveres que habitualmente van a parar al osario cuando es necesario habilitar nuevos espacios en los panteones. El cálculo lo hizo allá por 2015 Félix Sanz, que era encargado del cementerio municipal desde 1977. Anualmente, gestiona alrededor de cuatrocientos enterramientos, pero hace décadas el número de fallecidos era mayor. Enfermedades, pestes, la Guerra Civil... Al cementerio avilesino iban a parar también los cadáveres que, por una u otra razón, precisaban ser sometidos a una autopsia por los médicos forenses. Ahora, los cuerpos se trasladan a Oviedo, al Instituto de Medicina Legal. Pero buscando el lado más amable: en el camposanto de La Carriona existen joyas arquitectónicas.

Tanto es así que el cementerio se presenta ahora, desde 2012, como un espacio museístico. Es el espacio de Avilés con mayor concentración de patrimonio artístico. Cipriano Folgueras, Manuel del Busto o Federico Ureña son algunos de los artistas que dejaron su impronta en el camposanto donde están enterrados, entre otros muchos avilesinos: Armando Palacio Valdés, Julián García San Miguel, Benjamín y Julián Orbón, Marcos del Torniello, Yago Lamela... De ahí que ahora el cementerio sea una ciudad de muertos para disfrute de los vivos. La antigua casa del conserje hace las veces de Centro de Interpretación (Ciclac) y dos rutas acompañan la visita, que también se puede seguir con una novedosa aplicación para el teléfono móvil, "Artour". "Espacio de arte" y "lugar de memoria" son los dos itinerarios marcados por el momento, si bien el camposanto rebosa arte e historia a cada paso.

La visita al cementerio municipal comienza siempre en el centro de interpretación, donde el visitante puede ver varias vitrinas con reproducciones facsimilares de proyectos de panteones, solicitudes de enterramientos de mediados del siglo XIX o proyectos constructivos no ejecutados procedentes del archivo municipal así como dos audiovisuales, uno de la Ruta Europea de Cementerios y otro del propio cementerio. Unos veinte minutos después comienza la visita en el camposanto. Los turistas deben cruzar la entrada principal, una portada clásica sin demasiado ornamento.

En la avenida principal, tienen sus panteones las principales familias de la época: querían que estas construcciones reflejaran una imagen de poder social y económico, por lo que los dotaban de elementos realizados por los más importantes artistas y escultores asturianos del momento. Ahora, en el pasillo principal, hay también un monolito en homenaje a los fusilados durante la Guerra Civil. "A los que dieron su vida por la libertad y la democracia", reza la placa.

Imagen de las esculturas del cementerio de La Carriona

Pocos metros después, el panteón del comerciante Victoriano Fernández Balsera se presenta majestuoso aunque algo deteriorado. Destaca una escultura de Jesucristo Crucificado. Llama la atención también la sepultura de la familia Zaldua y Carvajal presidida por un ángel con los ojos tapados que simboliza la fe ciega. En la misma avenida está el panteón del Marqués de Teverga, que data de 1898.

La capilla del cementerio hacía las veces de distribuidora de calles. Los panteones más próximos a la ermita eran los de familias con mayor poder socioeconómico. La visita guiada salta del estilo ecléctico al costumbrista a los pies de la tumba de Armando Palacio Valdés, un panteón que costó una fortuna en su época. Sobre esta lápida nunca faltan claveles. La tumba de Bonifacio Heres, obra de Manuel del Busto y de estilo neogótico, que simula el arte de la iglesia nueva de Sabugo. En este caso un búho anuncia la muerte. También destacan las tumbas de la poetisa Ana del Valle y de los músicos Orbón.

Pero la más original es de una familia vinculada a la mar: la García Morán. En este caso, Manuel del Busto y su hijo Juan Manuel levantaron en 1935 un panteón que imita un barco. El más llamativo por su calidad escultórica es, no obstante, el premiado panteón de la Marquesa de San Juan de Nieva, obra de Cipriano Folgueras que data en el año 1902. El ángel trompetero que preside este enterramiento es para los guías del cementerio la "joya de la corona". Y a los pies del panteón dan cada lunes a mediodía por finaliza la ruta. Pero los visitantes pueden seguir su ruta por este paraíso de muertos que es un ejemplo de arte para los vivos.