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Manuel Galiana: “Los actores vivimos más que el resto: muchas más vidas que nadie”

El homenaje a Fernán Gómez en la Escuela de Verano de la Academia de Artes Escénicas, una declaración de amor a la profesión de cómico

Manuel Galiana, Nuria Gallardo y Manuel Barrera, ayer, en el teatro Palacio Valdés.

El actor Manuel Galiana se ganó al público de la III Escuela de Verano de la Academia de las Artes Escénicas de España cuando dijo: “Los actores vivimos más que el resto de los mortales: muchas más vidas que nadie”. El personal que le escuchaba, en la platea del teatro Palacio Valdés, en Avilés, le ovacionó. Y añadió: “La mayoría de los actores nos creemos todas esas vidas. Si nos dicen que esos telones son las murallas del castillo de Elsinore, pues nos lo creemos”. Galiana añadió: “Nuestro cerebro es un prodigio de imaginación. No recuerdo descansar nunca porque cuando me quedo dormido mi cerebro está bullendo, allí se crea el universo entero”, subrayó ante el encanto del público que le estaba escuchando porque Galiana es una leyenda de la interpretación, aunque ayer por la mañana estaba sobre las tablas del Palacio Valdés para repartir juego en el homenaje a Fernando Fernán Gómez, que este año hubiera celebrado su centésimo aniversario.

En este homenaje participaron también la actriz Nuria Gallardo y el profesor de la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga, Manuel Barrera. Gallardo contó que había trabajado con Fernán González en dos películas: en “Mambrú se fue a la guerra” y en “El viaje a ninguna parte”. Este es el título que animó a Galiana a reverenciar la profesión a la que lleva dedicada toda su vida. “Los actores somos un bien social porque nos esforzamos en entender a los demás”, resaltó Galiana.

Un momento de la lectura dramatizada de autores asturianos, ayer, en el teatro Palacio Valdés.

Cuando más conmovió Galiana fue cuando contó su primera experiencia en el teatro, cuando siendo un chaval vio al actor Carlos Lemos haciendo “Enrique IV” de Luigi Pirandello: un montaje que dirigía José Tamayo. “El cine me descubrió que un día haría un pirata, un cura, un gángster... que iba a ser muchas cosas”, comenzó su relato. El niño Galiana participaba del aula de teatro del Instituto de San Isidro, la que dirigía Antonio Ayora. “Estábamos sentados allí arriba, en el último piso del Español. Mi profesor era amigo de Carlos Lemos. Yo estaba sorprendido: había mucha gente y es que la gente se vestía para ir al teatro... Allí estábamos sentados cuando desde la chácena aparece, en una salida imposible, Carlos Lemos. Se acabó aquello y empezaron los aplausos, los bravos. ¿Esto qué es? ¿Qué estoy viendo? Vi por primera vez un camerino de un primer actor. Llamaban a la puerta. Mira, ese es Guillermo Marín... Esa noche se decidió: si el teatro es esto yo ya no puedo ser otra cosa. Yo pertenezco a esto, yo quiero una noche de estas”. Y aquí, se le rompió la voz a Galiana. Y la ruptura de esa voz vino acompañada de aplausos. “Luego, el destino, la fortuna, hizo que tuviera algunas noches como aquella. Hacer Cyrano en el Español... eso es un regalo. Ver que la gente avanza del patio de butacas para cogerte...”, se volvió a emocionar y el personal le volvió a acompañar con otro aplauso y, además, con una nueva ovación. Nuria Gallardo, a su vera, apostilló: “Tuve la suerte de que la primera función que hice, con doce años, fue con este señor”. Y “este señor” era Galiana.

La devoción hacia el teatro causa lágrimas de militancia y eso lo sabía Fernando Fernán Gómez. Lo explicó el profesor Barrera: “Iba a decir que si Fernán Gómez no hubiera sido actor se habría quedado como dramaturgo, pero es absurdo: eso no hubiera podido ocurrir nunca”. Contó, eso sí, que de lo que más orgulloso que estaba era de “La bicicletas son para el verano”. Barrera, sin embargo, reconoció que “el cine le eclipsó”. Fernán Gómez era un hombre de teatro y murió siendo un hombre de teatro. Barrera aseguró que el académico centenario conservaba una primera obra de teatro que había escrito en su adolescencia. “El mundo de Carlos Arniches” es la última, la que estaba escribiendo cuando murió. “Siempre escribió teatro”, destacó.

Nuria Gallardo se encargó de desplegar su memoria en el rodaje de “El viaje a ninguna parte”. “Nos concentró en el parador de Sigüenza. Desayunábamos, comíamos juntos, consiguió que hiciéramos una compañía, como en la película”.

La penúltima jornada matutina terminó con una lectura dramatizada de fragmentos obras de Maxi Rodríguez, Laura Iglesia y Mayra Fernández. Luis Alija y Francisco Pardo dirigieron el montaje.

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