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Sobre estas líneas, dos momentos de la misión de Ángel Olaran en Etiopía, en el proyecto de Tigray.

El ‘ángel’ de Tigray

El misionero Ángel Olaran visita Avilés para narrar su expeiencia entre Tanzania y Etiopía, a donde prevé regresar para ayudar en la reconstrucción del país

Natural de Hernani, Guipúzcoa, Ángel Olaran, supo desde los 18 años que quería entregar su vida a la labor humanitaria en África. Tras una vivencia religiosa y la influencia del grupo “Misioneros de África”, Olaran emprendió su viaje al gran continente con tan solo 33 años.

“Abba Malaku”, el nombre que es conocido el misionero, que significa “mi ángel”, explicará los proyectos que ha llevado a cabo, los peores y los mejores momentos durante su labor y la situación actual en la que se encuentra el país este jueves, día 29, a las 19.00 horas, en la sede de la asociación cultural avilesina La Serrana. “Llegué a Tanzania en el año 70 donde estuve 20 años, y ahora llevo casi tres décadas en Tigray, al norte de Etiopía, en un pueblo que se llama Wukro. He pasado más de la mitad de mi vida en África y se nota. Si de algo estoy satisfecho es de las experiencias que han hecho que mi personalidad y vocación hayan crecido en estos dos países, a los que les debo muchísimo”, relató el voluntario.

En su primer destino, el misionero colaboró con tres parroquias distintas donde la labor era más clásica. Se trataba sobre todo de trabajar en el interior de las parroquias, con las comunidades cristianas, pero también se relacionaban con los propios nativos, que aunque no compartían su misma fe, no dudaron en integrar a los voluntarios en su comunidad. “En ese momento ya empiezas a tener un ‘estilo de servicio’. Cuando empiezas a relacionarte con la gente, y te sientes acogido por ellos, aprendes de todo lo que ellos te ofrecen y luego tú puedes ofrecer lo que tengas. Sin duda lo que más captan o aceptan es la cercanía y el cariño”, y añade, “Lo material puede venir después, los proyectos a desarrollar dependen de la situación de cada país. Por ejemplo, en Tanzania como llueve 6 meses al año hay suficiente cosecha, y a pesar de que las familias son pobres pueden alimentarse todo el año. Sin embargo, en las épocas de sequía todo es peor y ahí es cuando hay que ayudarles más”, expresó Olaran.

Alrededor del año 1992, cuando el misionero estaba en Roma en un curso de Islamología, le pidieron que se trasladase a Etiopía para ayudar a abrir una escuela que la administración local pedía a la iglesia. “En Tigray estaba un compañero navarro, él llevaba allí el mismo tiempo que yo llevaba en Tanzania, y mientras se dedicó a la construcción del edificio, yo le ayudaba, pero al mismo tiempo empecé a conocer a la gente que vivía allí”, señala el voluntario.

El ‘ángel’ de Tigray

La escuela que construyeron los dos misioneros tiene el nombre de “Saint Mary’s college”. En sus inicios, según Olaran, comenzó siendo un centro de Secundaria, pero a los 4 o 5 años los responsables del Ministerio de Educación pidieron a la iglesia que se convirtiera en una escuela de FP, ya que el resto de institutos habían crecido mucho al igual que las universidades y lo que se necesitaba en ese momento era la FP. “El 70 por ciento de la población etíope está por debajo de los 25 años y cuando abrimos la escuela tuvo mucho empuje. Casi el 100 por ciento de los jóvenes iban directamente de ahí a la universidad, cuando cambiamos a FP les costó un poco adaptarse, pero al final lo llevaron muy bien”. Y añade: “En el caso de las mujeres, a pesar de no ser un país especialmente machista, solo un 17 por ciento de ellas acudía a clase. Pasados 5 años, más del 50 por ciento de las chicas iban a la escuela, sin ninguna motivación externa de por medio, ha sido algo innato en ellas y eso es una buenísima señal”, destacó Olaran.

A la hora de llevar a cabo la vida en comunidad, el misionero quiso resaltar el tipo de sociedad que se da en Tigray, la cual facilita con creces el trabajo de los voluntarios. “La sociedad civil constitucional es la que tiene la útima palabra, no dependen del grupo político que se encuentre en el poder. Son los ciudadanos los que están presentes ante cualquier obra que se lleva a cabo en el pueblo, y a los que les tienen que rendir cuentas el alcalde o la jueza”. Y agrega: “Nuestra integración allí fue de lo más bonito que he visto en mucho tiempo, da igual de dónde vienes o la religión que proceses mientras quieras ayudar y hacer las cosas bien, allí todos participan en todo”, expresó el misionero.

A lo largo de los 30 años que “Abba Malaku” pasó en Wukro, sus iniciativas generaron notables mejoras. Cuando llegó allí, solo había miseria económica y mucha sequía, ya que llueve solamente 2 meses al año. Sin embargo, Olaran comenzó en la escuela con actividades relacionadas con la agricultura y el medioambiente y poco a poco los campos fueron recibiendo el agua necesaria, la sociedad aprendió a cultivar distintas cosas y la salud alimentaria empezó a mejorar con creces. Al mismo tiempo, impulsó una red de servicios sociales entre los propios vecinos, para atender las necesidades de los niños huérfanos del pueblo y que la situación no les supusiese un trauma mayor, entre otras cosas.

Ángel Olaran, en una de sus misiones en África

Sin embargo, desde que Olaran voló de África a España el 29 de octubre de 2020 con motivo de una operación, la situación en Etiopía se volvió de lo más desesperante, y así lo explica el misionero: “Cuando me fui, nadie esperaba una guerra. El 4 de noviembre de 2020 tres ejércitos, entre ellos el nacional y el de Eritrea, comenzaron a atacar Tigray, ya que desde el Gobierno, el primer ministro difundió la idea de que los tigreños eran ‘el cáncer de Tigray’ y ‘que había que erradicarlo’; lo que proponía era un auténtico genocidio”, explica, al tiempo que añade: “Los soldados han violado a mujeres de todas las formas posibles, han matado niños, han quemado los campos, se han llevado los bueyes, las mantas y las almohadas y todo el dinero de los bancos”.

Debido a este ataque, según el misionero, los tigreños se han visto obligados a formar a sus jóvenes para defenderse, y aunque ahora la situación ha mejorado, las fronteras siguen cerradas y lo que es aún más preocupante la ayuda humanitaria sigue sin llegar y la gente se muere de hambre ya que no tienen nada para producir, todo está destrozado. “Hay 170 camiones de comida del ‘World Food Programme’ que aún no han podido entrar en Tigray y la comida se acabará pudriendo. Los tigreños piden a la ONU que los eritreos se rindan y que abran las fronteras, pero esta sigue sin hacer nada”, denuncia Ángel Olaran.

Para más inri, la cobertura a escala internacional del conflicto está siendo escasa y es un grave problema humanitario. “No sé si hay alguna manera de concienciar a la gente. Parece que a veces falta sensibilidad y que nosotros no tenemos la culpa, pero todos podemos hacer algo desde ya”, remarcó el misionero. A su vez, habló del gran problema relacionado con la venta de armas. “Desde España se venden armas a África constantemente, ellos allí no pueden conseguirlas de otra manera. Todo lo que aquí produce riqueza allí está produciendo miseria y muerte. Y si no mueren, tienen una deuda pendiente con el país vendedor. Es un círculo interminable.”

Lo que necesitan ahora las ONG’s que ayudan al misionero es recibir todas las donaciones posibles para que, llegado el momento de paz en Tigray, puedan reconstruir el camino que hace 30 años empezaron a formar y que por la situación bélica se ha visto destrozado. A través de las páginas web angelolaran.com, www.noteolvidare.org y https://isolidaries.org/es/, quien quiera podrá donar la cantidad que prefiera y además podrá informarse sobre cómo asistir de voluntario durante el verano para prestar su ayuda a Wukro.

Por su parte, Olaran solo tiene la mente puesta en regresar a la tierra y a la gente que lo acogió durante medio siglo sin pedirle nada a cambio. “Tengo ganas de que vuelva la paz allí, poder empezar a reconstruir las cosas y ayudar a la gente. Yo puedo cuantificar todos los proyectos que hacemos, y las mejores sociales que se implementan; Pero el amor que ellos me dan no se puede cuantificar”, concluyó el “ángel” de Tigray. Allí, donde una persona desayuna, come y cena con un euro al día es a dónde quiere ahora llevar su ayuda.

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