El grupo de Alcohólicos Anónimos de Avilés recuperó ayer la presencialidad que hasta ahora impidió el covid con motivo de su 44.º aniversario. Tras el parón obligado por la pandemia, los miembros de la comunidad volvieron a verse las caras para apoyarse en su batalla diaria contra el alcoholismo. “La pandemia fue una prueba muy dura. Hubo gente que recayó, incluso estando todo el día pendientes de ellos”, lamenta Juan (así pide ser nombrado), miembro de la comunidad desde hace 22 años.
Durante el confinamiento sus reuniones tuvieron que ser telemáticas, “con máxima prioridad para los recién llegados”, explica. A pesar de llevar más de dos décadas sin haber probado trago, Juan recalca que la batalla no está ganada. “Tan solo cuento el día de hoy. Mañana a lo mejor me entra el ramalazo y recaigo. Al final lo que me separa de un recién llegado solo es una copa”.
Ahora, después de tantos años, asegura que ya no se acuerda del alcohol para nada, aunque “al principio fue muy duro”. Sin embargo, incide en una máxima de la comunidad: “Una cosa es tapar la botella y otra cambiar tu forma de vida. Eso es lo más complicado”. También advierte –siempre por propia experiencia– que “toda persona que luche consigo misma acaba bebiendo. Apoyarse en el grupo, en la gente que te entiende, es el camino correcto”.
“Cuando llegué aquí había tocado fondo como persona, como padre, como marido y como todo. Estaba degradado por completo. La experiencia me dice que no hay nadie mejor para entender a un alcohólico que otro”, concluye Juan.
