¿Sabes mirar el cuadro de Eugenia Martínez Vallejo? Una experta del Museo del Prado explica cómo hacerlo

La restauradora María Álvarez-Garcillán desvela en el Niemeyer los trucos que usó el pintor para aumentar la emotividad del retrato

Los puntos de referencia del cuadro “Eugenia Martínez Vallejo, vestida”

Los puntos de referencia del cuadro “Eugenia Martínez Vallejo, vestida” / Mara Villamuza

Francisco L. Jiménez

Francisco L. Jiménez

Para ver un cuadro solo hay que posar los ojos sobre el lienzo y recrearse. Pero "leer" un cuadro es una tarea más compleja y no está al alcance de los profanos, por lo que siempre es de agradecer el asesoramiento de una persona experta, como lo es la restauradora del Museo del Prado María Álvarez-Garcillán, que el lunes estuvo en el Centro Niemeyer para impartir una charla sobre la técnica y el estilo del pintor avilesino Juan Carreño de Miranda, autor del retrato "Eugenia Martínez Vallejo, vestida", estos días y hasta el 2 de junio expuesto en el centro cultural de la ría gracias al programa "El arte que conecta" de difusión de los fondos de la pinacoteca madrileña.

Álvarez-Garcillán es especialista en pintura española del siglo XVII y, por tanto, experta en la obra de pintores de esa época como el avilesino Juan Carreño de Miranda, al que describe como "un artista dotado de buena técnica y conocimiento pictórico y, además, coetáneo de otros grandes pintores que probablemente le influyeron, para bien". Entre esas influencias para nada desdeñables, por ejemplo Velázquez.

Ante el cuadro de "Eugenia Martínez Vallejo, vestida" que se exhibe en el Niemeyer en una estancia estratégicamente iluminada y debidamente aislada para evitar interferencias visuales la restauradora comienza por aconsejar evitar ponerse enfrente del lienzo: "Este cuadro fue pintado para ser visto en escorzo, ligeramente a la izquierda del mismo". Efectivamente, desde esa posición ligeramente lateral los ojos del espectador se alinean con la figura ligeramente ladeada de la niña modelo y se aprecia con más nitidez el volumen de sus ropajes y se adivina el cuerpo deforme que cubren y que la hicieron merecedora del apodo "La Monstrua".

La "lectura" del cuadro, como la de un texto, comienza por la izquierda. Y esto es así, comenta la experta, "porque los humanos tenemos la tendencia a iniciar la contemplación de un cuadro o cualquier objeto por ese lado, quizás como consecuencia del hábito de la lectura". Bien sabía Carreño Miranda que por ahí, por la izquierda, empezaría el escrutinio del observador; y por eso en la mano derecha de Eugenia Martínez Vallejo (a la izquierda del plano visual del espectador) el artista pintó una llamativa mancha blanca que atrapa la mirada y propone ser el punto de arranque de la "lectura" del cuadro. Tal "mancha blanca" no es otra cosa que el encaje de la bocamanga del traje que viste la modelo y que contrasta vivamente con el color encarnado predominante en la prenda, ricamente brocada con plata.

Una vez se ha posado el ojo en esa parte del cuadro, la tentación es recorrer el brazo hasta llegar al cuello, un itinerario que el pintor, según explica Álvarez-Garcillán, "reforzó con la especie de flecha que forma el adorno del vestido a la altura del hombro".

La cabeza es punto de parada detenida en la lectura del cuadro. "Tiene forma esférica y los ojos de la modelo miran fijamente al observador. Es la parte del cuadro que más atrapa y en la que más tiempo se detendrá quien mire", apunta la restauradora.

María Teresa Concepción Masip, doctora en Medicina y Cirugía y licenciada en Historia del Arte, también analizó el cuadro de Eugenia Martínez Vallejo como parte de un estudio académico titulado "El niño en la Historia del Arte". Esta es su lectura del rostro: "En la esférica cara, los hinchados mofletes achinan los ojos que miran al espectador de forma poco confiada. Los lazos rojos que adornan su cabello negro contribuyen a delimitar la cabeza sobre el fondo neutro. El foco de atención se dirige al triángulo imaginario que surge del mohín de los labios y se extiende hasta los lazos a ambos lados de la sien. Quizá Carreño de Miranda al acometer este encargo se inspiró en el ‘Retrato de una niña' (1630) de Velázquez".

Y prosigue: "Contraria a la reflejada en la versión desnuda, la posición de los brazos, el derecho caído a lo largo del cuerpo y el izquierdo flexionado, crea una diagonal, en cuyos extremos surgen unas manos regordetas con frutas en vez de los complementos habituales de este tipo de retratos: el frágil abanico o el delicado pañuelo. En la mano derecha no se aprecia claramente pero en la izquierda se identifica una manzana, símbolo por excelencia de la tentación, enfatizando, además, la redondez física de la protagonista".

La lectura del cuadro concluye, tras haber realizado un recorrido visual en diagonal ascendente, en la mano izquierda de la niña, que sostiene otra manzana: "Aquí, la diagonal ascendente que marca la dirección de ‘lectura’ se comba y cierra sobre sí misma fijando la atención del observador sobre la fruta".

Otra peculiaridad del cuadro "Eugenia Martínez Vallejo, vestida" es la sensación de que, se mire desde donde se mire, la modelo parece escrutar con severidad a quien la observa. "Este tipo de efectos abunda en la pintura de los grandes maestros, lo mismo que el uso de códigos visuales y técnicas capaces de generar atmósferas", apunta María Álvarez-Garcillán.

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