Balcón al Muelle

Enterrar el futuro

La historia de naufragios industriales en Avilés, su capacidad para adaptarse al cambio, salvando la desazón y el desconcierto, cuando se agitan sus pilares industriales

Gente andando por el paseo de la rís en un día soledado.

Gente andando por el paseo de la rís en un día soledado. / Ricardo Solís

Covadonga Jiménez

Covadonga Jiménez

Los especialistas en motivación y coaching defienden con mucha razón que lo único constante en nuestra vida es el cambio. Y aun así, cuánto nos cuesta aceptarlo. Luchamos contra él. Nos resistimos. O queremos que todo siga igual y, al mismo tiempo, mejore.

Pero el cambio es inevitable. Así que, en lugar de ver el cambio como un evento perturbador no deseado, se puede elegir ver las variaciones que trae como una valiosa influencia para autodesafiarse a sacar lo mejor de uno mismo. El secreto, decía Sócrates, está en enfocar toda la energía no en luchar contra lo viejo, sino en construir lo nuevo. Y una vez que se consiga, se aprenderá que los cambios suelen traer consigo un montón de nuevas oportunidades y experiencias que llevarán a descubrir cosas increíbles.

Eso sí, conviene evitar el costo de cambios mal gestionados. Muchas organizaciones tienen ejemplos, o incluso un legado, de cambios mal gestionados que no arrojaron resultados y que crearon estrés y confusión en la organización.

La búsqueda de la felicidad plena sigue siendo el gran sueño del ser humano. Para ello, muchas personas no dudan en cambiar de vida. Pero, ¿cuáles son los motivos que han supuesto un giro radical en la existencia de mucha gente? Esta misma semana han vivido en sus propias carnes uno de esos giros del destino los 125 empleados de Sekurit afectados por el cese total de la actividad en la planta de La Maruca. Para ellos ha quedado enterrado un futuro, el que la matriz de la empresa –Saint-Gobain– inauguró hace 70 años en la ciudad.

Hablando de cambios, cada vez son más las personas que dan un frenazo a sus vidas motivado por el exceso de estrés. También por el estrés derivado del trauma del cierre para las 125 familias de Saint-Gobain en Avilés –además de las vinculadas a las empresas auxiliares– dejará huella en ellos para siempre, al hallarse ante un nuevo destino que no estaban buscando.

El filósofo y matemático inglés Alfred N. Whitehead defendía que, en el pasado, el intervalo entre cambios era mucho mayor que la vida humana… Hoy es al contrario, y por tanto, nuestra formación debe prepararnos para una continua novedad de condiciones de vida.

El cambio nos descoloca, nos desconcierta, nos saca de quicio, nos resistimos al mismo como si cualquier alteración pusiera en riesgo quién sabe qué pilares sagrados que nos conforman.

Ni las personas ni las sociedades, y aún menos las culturas, se adaptan con facilidad a lo que altera las rutinas y costumbres sobre las que están edificadas. Las raíces industriales de Avilés emergen a la superficie cada vez que uno de sus pilares sufre una sacudida. Ahora Saint-Gobain, antes Alcoa... Los ánimos andan justos. Y acaba en desazón y desconcierto.

El estoicismo reconoce que el cambio llega a nuestras vidas queramos o no, y aunque podamos alterar ligeramente su rumbo, nunca podremos controlarlo en su totalidad. Lo que sí que podemos controlar es nuestra flexibilidad y adaptabilidad. La eternidad ya solo dura un instante.

Como herederos de la filosofía estoica no cabe más que mudar de actitud ante los cambios desagradables para que duren lo menos posible. Un gran cambio debe llevar aparejado también un gran propósito y en el caso de Saint-Gobain conviene exigir a los rectores del futuro de la empresa que no sean drásticos y ayuden a remar para llegar con vida a la orilla entre tanto naufragio industrial.

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