El debate hace tiempo que está abierto y gira en torno a la duda de si debemos darles a nuestros hijos un tiempo de calidad o cantidad de tiempo. A buen seguro, la solución al dilema estriba en dónde poner la raya que delimita cuál es el tiempo razonable a dedicar a los pequeños de la casa, con los inconvenientes de que el ritmo de vida actual favorece más bien poco la ampliación de esa línea y las necesidades económicas de las familias impiden, más veces de las que sería deseable, que uno de los cónyuges se libere total o parcialmente de la carga laboral para dedicarse a la crianza y educación de los vástagos. Sobre esto se reflexionó ayer en Avilés, con conclusiones tan dignas de ser suscritas como complicadas de llevar a la práctica. Tanto es así que pese a la existencia de marcos legales favorecedores de la conciliación de la vida laboral y familiar aún se cuentan con los dedos de la mano las empresas que predican con el ejemplo.