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Ventanal

Defensa de la sociedad civil

La asfixiante invasión de los partidos políticos de áreas ajenas al marco de sus competencias

El CIS y los sondeos de opinión resaltan que son los partidos políticos y las organizaciones sindicales las instituciones más necesitadas de reformas. No hacen falta los análisis de referencia para constatar ese creciente sentimiento, de que aquellos elementos -por otra parte claves en el desarrollo democrático- han incubado virus perversos que debilitan a la sociedad civil. Precisamente al ente no estructurado, pero vivo, principio y fin de sus orígenes.

Una de las causas de esa valoración con puntos negros a partidos y sindicatos está motivada por su omnipresencia y desmesura, que hacen difícil la andadura y asunción de funciones por parte de la sociedad civil.

En España no tenemos apenas tradición histórica de protagonismo de la propia sociedad civil, a diferencia de otros países, especialmente sajones, en los que la sociedad civil es un poder con capacidad de movilización. La propia definición de la sociedad civil está controverida. José María Fidalgo se refería a que "la sociedad civil somos todos, contados uno a uno, naturalmente con la exclusión de los políticos en ejercicio". Es constastable escuchando o leyendo a líderes de partidos, de todos los niveles y competencias, como su trato con la sociedad civil está en la línea de la arrogancia. Como amos de un colectivo menor de edad, incapaz de progresar sin la dirección absorbente de su organización partidista. No hay exageración al referir a esa "policía del pensamiento",denunciada y totalitaria, para expulsar del campo de las ideas y de las funciones sociales a planteamientos distintos a las consignas de sus líderes.

La sociedad civil se desnaturalizaría si pretendiese sustituir a los partidos políticos, que tienen como tarea el "saber gobernar", sin invadir cuestiones que no les corresponden y que conducen a la perversión totalitaria. La otra función privativa de los partidos es la de "representar a sus electores", pero con atención a sus necesidades y pálpitos con preferencia a las órdenes del partido.

Estas matizaciones no son tan obvias como parece y abundan los ejemplos de esa intromisión de los partidos políticos en áreas muy lejanas de sus competencias. Ni las asociaciones de vecinos, de padres, deportistas, festejos, culturales, de ocio o ecologistas se libran de factores de apoderamiento que suelen introducir profesionales de la política, marcando protagonismo por todos los medios. Incluso abanicando subvenciones que favorezcan el clientelismo.

Hoy los partidos políticos están en todos los lados; han llegado a ser asfixiantes para la sociedad. Prácticamente no hay sector de la vida pública en la que no estén presentes. Desde el Poder Judicial hasta los medios de comunicación; sus intereses son tan omnipresentes que nada se puede reformar sin que les afecte.

Esta situación quizás sea el fruto desdichado de nuestra llegada tardía a la democracia. Es posible que también contribuya una formación cívica deficiente, en la que el respeto a las ideas ajenas no se compatibilice con la defensa de las propias cuando estas son oprimidas desde estructuras organizadas. La sociedad civil necesita defenderse, oxigenarse con el ejercicio del civismo activo y la contención de los que se sobrepasan en sus funciones públicas.

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