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Vita brevis

Con el alma de charol

La Guardia Civil cumple 175 años: un repaso a su origen y evolución histórica

Hay una canción que celebra una fecha del mes de mayo de significación religiosa. Dice: "El trece de mayo, / en Cova de Iría, / bajó de los cielos / la virgen María". Es la aparición de la Virgen a los tres pastorcillos de Fátima, esa aldea portuguesa que se convirtió de aquella forma en un gran centro de peregrinación y que, por ello, ahora es un emporio económico.

Pero en esa misma fecha y bastantes años antes se produjo en España también un acontecimiento del que se acaban de cumplir 175 años. Fue la creación de la Guardia Civil, como una institución que, contrariamente a su nombre, tiene una organización militar y cuyas funciones principales eran las de mantener la seguridad ciudadana y el orden público en el ámbito rural. Se mostraba muy necesaria la creación de un cuerpo de tales características en aquel momento, tras la I Guerra Carlista, porque los campos eran lugares muy inseguros, plagados entonces de bandoleros. No deja de ser significativo en este sentido que la primera intervención sonada del nuevo cuerpo se produjera en Navalcarnero, al evitar que la diligencia de Extremadura fuera asaltada.

Hasta el momento de la creación de la Guardia Civil por el duque de Ahumada no existía ninguna institución que velara por la seguridad en todo el territorio español con unidad de mando y de criterio de actuación. Pocos años antes había sido disuelta la Santa Hermandad, que era una milicia de las ciudades y los pueblos creada por los Reyes Católicos que, en esto, como en tantas otras cosas, fueron unos avanzados para su época, pues puede afirmarse que fue el primer cuerpo de policía de Europa. Pero su disolución estuvo más que justificada, pues en los cuatro siglos de su existencia se había sumido en la inoperancia, que de ahí viene el dicho popular "¡a buenas horas, mangas verdes!". Así se decía porque los cuadrilleros de la Santa Hermandad, vestidos con un chaleco de piel sin mangas y una camisa de color verde, siempre acababan llegando a deshora.

Por el contrario, el primer uniforme de la Guardia Civil era azul oscuro, con cuello, vueltas y bocamanga de color granate, y sobre la cabeza un tricornio alto de fieltro de color negro y orlado en amarillo. Estos colores fundacionales siguen estando en vigor para el uniforme de etiqueta, aunque a principios del siglo XX se modificó, adoptándose el afamado color verde, más funcional y operativo para andar por los campos y que sufrió diversas modificaciones en su tonalidad a lo largo del tiempo. Con ese cambio en el uniforme se introdujo el característico tricornio, que cantara García Lorca, en su "Romance a la Guardia Civil española", con aquellos versos que dicen: "Con el alma de charol / vienen por la carretera".

El lema del cuerpo lo introdujo su fundador en el Reglamento, estableciendo que "el honor es la principal divisa del Guardia Civil", que debe entenderse como la cualidad moral que lleva al exacto cumplimiento de sus deberes. De ahí que esta institución haya sido fiel y leal a todos los gobiernos y regímenes que se han sucedido, salvo minoritarias y excepcionales ocasiones, como la del golpe de estado de Tejero. Incluso cuando el Alzamiento Nacional de 1936, la mitad de sus miembros permanecieron sujetos a las autoridades republicanas, motivo por el que, por un tris, no fue disuelto por Franco tras la Guerra Civil.

Probablemente la última actuación romántica del Instituto, al modo de guardia contra el bandidaje rural, fue la ya lejana detención de "El Lute", con aquella foto en que aparecía con mala catadura, como en el romance de "El prendimiento de Antonio el Camborio en el camino de Sevilla", en que García Lorca decía: "Y a la mitad del camino, / bajo las ramas de un olmo, / guardia civil caminera / lo llevó codo con codo".

Ahora es la institución más valorada por los españoles, que busca por los campos asesinadas por hombres viles y cobardes, hace soplar a los conductores imponiendo las pertinentes multas a los beodos peligrosos y cuida de los árboles y de los bichos con un ecologismo furibundo, pero ya sin charol en el alma.

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