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Vita brevis

Primavera virtual

La atípica entrada de la estación que marca el inicio del periodo en el que los días son más largos que las noches

Como comienza aquel poema para niño de Antonio Machado: "La primavera ha venido, / nadie sabe cómo ha sido". Amigos, es que ya estamos en primavera, que entró el viernes, día 19 de marzo, a las 4 horas y 50 minutos de la hora oficial peninsular, que es una hora menos en Canarias. Madrugó este año.

El equinoccio de primavera es el momento en que la duración del día es igual al de la noche, de modo que a partir de ahora los días irán paulatinamente creciendo y las noches menguando hasta el 20 de junio. Tendremos, por tanto, que iremos gastando menos en electricidad, que es algo interesante en estos tiempos de reclusión.

Ya saben que la primavera astronómica no supone necesariamente una mejora en la meteorología pero, tarde o temprano, ésta también llegará precisamente por haber más horas de luz. Entonces verdecerán los árboles, se poblarán de esos seres antediluvianos que son los pájaros y los poetas podrán cantar sus excelencias, como hizo Rafel Alberti en aquel otro poema que dice: "La primavera ha venido / dejando en el olivar / un libro en cada nido".

Ciertamente nadie sabe cómo ha llegado la primavera ni cómo vamos a disfrutar, cuando llegue, de sus bondades climáticas, porque estamos como el prisionero de Zenda, en un arresto domiciliario colectivo, del que sólo se nos permite salir para trabajar y comprar alimentos y papel higiénico, que, eso sí, algunos adquieren en toneladas y de todo tipo, sea impreso, texturado, coloreado, perfumado, de capa sencilla o doble, liso, gofrado o laminado, que uno se imagina que ese afán de acumular papel íntimo es por ser este producto un invento chino, como el coronavirus, y por tener los anos más limpios que los chorros del oro a fin de que por ese conducto no entre el bicho.

De momento tendremos que contentarnos con una primavera virtual, como todo lo que durante esta cuarentena disfrutamos. Ahora el mundo lo contemplamos a través de las pantallas de televisión y nos comunicamos por medio de los teléfonos móviles y el resto de los artilugios con los que se utilizan las llamadas redes sociales. Todo es de plasma, digital, virtual, salvo el papel higiénico acumulado en las casas.

Todo se ha hecho etéreo, que hasta las misas son virtuales y se hacen comuniones sin pan ni vino, sino espiritualmente, que acabarán los fieles desconcertados por tanta cercanía al calvinismo, porque así a dónde queda la transustanciación, que siempre ha sido cosa magnífica que por unas palabras de un cura un pan se convierta en un cuerpo humano y divino sin dejar de ser pan y una copa de vino se convierta en sangre humana y divina sin dejar de ser vino.

Tendremos, por tanto, una primavera virtual, que vaya usted a saber si la ocupará toda, alargándose los 92 días y 18 horas que prevén los sabedores de estas cosas astronómicas que vaya a durar. Es que pinta malamente el asunto del COVID-19, que llaman al bicho ese que es una especie de pelotita verdosa con tentáculos, que se contagia algo con las toses y los estornudos, afectando especialmente a las gentes débiles por lo que fuere. Por culpa de ese ente minúsculo nos han detenido a todos, encerrándonos de momento durante catorce días bajo siete llaves, como el sepulcro del Cid. Pero no parece que se vaya a arreglar el asunto en ese tiempo, así que cuenten con que se prorrogará con toda probabilidad hasta que cambie la hora oficial y más allá, que ya han suspendido los oficios y las procesiones de la Semana Santa, la Feria de Abril y lo que te rondaré, morena.

Prepárense para pasar la primavera con esta ingeniería social que es tener a toda la población prisionera, sin solazarse con pasear por los campos engalanados de flores, escuchar los trinos de los pajarillos y el murmullo de los riachuelos, bajo el amor de los primeros rayos amorosos de un sol más crecido. Tendrán que contentarse con observar pasivamente esta primavera virtualmente.

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