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VITA BREVIS

Hermano Sol, hermana Luna

Encíclicas ecológicas y plegarias al Pontífice ante un virus que también es criatura de Dios

El 4 de octubre se conmemora la festividad de San Francisco de Asís, al que yo le tengo una especial devoción, siquiera sea por deberle mi nombre. Pero es que, además, lo considero intelectualmente un verdadero genio, especialmente para la época en que vivió.

El santo en cuestión se llamaba Juan Bernardone, pero en su pueblo de Asís le llamaban "il Francesco", que viene a traducirse como "el Francesito", que era un apodo diminutivo porque su padre, Pedro Bernardone, era un comerciante de telas que andaba por las ferias en Francia. Y así le quedó para la historia.

Su genialidad fue elaborar sencillamente toda una teología de la creación, que resultó ser revolucionaria para su época, en plena Edad Medica, y para muchos siglos después. Tan fue así que estuvo a punto ser excomulgado por hereje, si no fuera por el apoyo del obispo Guido de Asís y algún otro prelado.

Al final de su vida, confeccionó el "Cántico de las criaturas", en donde se resume toda esa teología, que supera con mucho el moderno ecologismo más virulento y la simplicísima defensa de los animales, como la de esa tontuela que tiene una granja de pollos, pero que sus huevos no están gayados, porque no quiere que sus gallinas sean violadas por los gallos. ¡Habrá mayor majadería!

Bueno, pues en el "Cántico de las criaturas" parte el pobrecillo de Asís de que, si toda la creación ha sido obra de Dios, incluido el hombre, todas las cosas creadas son hermanas nuestras, por lo que debemos alabarle por ello. Y así dice: "Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el hermano Sol, por quien nos das el día y nos iluminas. Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación" Y sigue: "Alabado seas, mi Señor, por la hermana Luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas". Continúa dando alabanzas: "por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento". Y sigue alabando: "por la hermana agua, la cual es muy humilde, preciosa y clara". Y más dice alabanzas "por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte". Y compendia sus alabanzas: "por nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas".

Hubo que esperar hasta casi ocho siglos para que la Iglesia elaborara un documento inspirado en el "Cántico de las criaturas" de San Francisco. Fue el Papa argentino Bergoglio, el que lo hizo publicando la encíclica "Laudato si", conocida como la "encíclica ecológica", en la que propone la exigencia teológica del cuidado de la Tierra, como casa común. Y no creo que se haga llamar Francisco este Papa por emular al santo de Asís, sino más bien por Francisco de Jaso y Azpilicueta, más conocido como San Francisco Javier, que era un navarro y jesuita como él, y que fue misionero por Asia, cuyo cuerpo incorrupto se muestra en Goa, y al que debemos agradecer introducir por esas tierras la "tempura", que es una corrupción japonesa de témporas, que se refiere a la comida de verduras rebozadas de la cuaresma, y que nos llega ahora aquí de vuelta como cosa exótica. Ya ven las revueltas que da la vida.

Pero, si bien se lee esa encíclica ecológica y demás escritos y plegarias del Papa actual, lo cierto es que se queda a mitad de camino del "Cántico de las criaturas" del pobrecillo de Asís. Es que, si fuera coherente con todas sus alabanzas, también debería alabar al hermano virus chino, que anda por ahí, que también es una criatura de Dios y, por tanto, hermano nuestro. Es que por muy malo que sea ese bichejo, que enferme y mate al personal, también el "Cántico de las criaturas" acaba diciendo: "Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal de la cual ningún hombre viviente puede escapar.".

Eso sí que es ecologismo en estado puro, porque la muerte de los seres vivos es la necesaria culminación de su propia vida. De ahí la coherente alabanza al hermano coronavirus, como al hermano Sol y como a la hermana Luna.

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