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Diario de a bordo

Asalto francés al fuerte San Mateo

La ejecución de los prisioneros españoles y las maniobras posteriores para consumar venganzas

En el anterior artículo habíamos dejado a Dominique Gourgues en Florida, después de que, con ayuda del cacique indígena Saturiwa, hubiese tomado los fuertes españoles de San Gabriel y San Esteban. Había llegado el momento de rematar ese gran objetivo que le había traído al territorio americano: la venganza por la derrota francesa a manos de Menéndez en los enfrentamientos de Fort Caroline tres años antes.

Recordar a todos los lectores que, para escribir estos episodios, estamos siguiendo fuentes francesas. En este caso, el relato que M. Bassanier hace en su obra, “Historia Notable de La Florida”, en el capítulo titulado “Cuarto viaje de los franceses a Florida, al mando del capitán Gourgues, en el año 1567”.

Así que, después de consolidar las posiciones conquistadas, decide iniciar los movimientos para el asalto al asentamiento principal llamado por los españoles San Mateo, y que era el antiguo Fort Caroline francés. Ordena entonces el despliegue de sus tropas y de las partidas de indígenas en torno a la colonia.

“(...) Gourgues dejó al capitán Mesmes con quince arcabuceros para custodiar el fuerte [San Gabriel] y ordenó partir durante la noche a los salvajes para que se emboscaran en ambas orillas del río, y él partió por la mañana…”

Gourgues empleó todo el día en situar a sus tropas y a las partidas de indígenas en lugares estratégicos en torno a la fortaleza. Cuando llegó la noche, todo estaba preparado; la mañana siguiente sería decisiva. En el momento en el que las primeras luces del alba iluminaron la campiña dio la orden de ataque. El asalto principal se inicia sobre la empalizada del fuerte, por el flanco por donde el foso era más bajo y no se apreciaba suficiente defensa de los muros. Los franceses disparan fuertes descargas de arcabuces y lanzan sus escalas para trepar por el vallado. En ese momento, los españoles cometieron un error fatal que fue la causa de su derrota:

“… El gobernador español precipitó su descalabro al mandar salir a sesenta arcabuceros que, avanzando a lo largo del foso, se acercaron para observar el número y armamento de los franceses. Entonces veinte de éstos al mando de Cazenove se situaron entre el fuerte y los que habían salido cortándoles la retirada mientras Gourgues ordenó atacarlos de frente disparándoles de cerca para rematarlos con la espada, de modo que todos ellos perecieron. A causa de esto los asediados decidieron huir a través de los cercanos bosques, sin embargo allí se encontraron con las flechas de los salvajes... Una vez tomado el fuerte llevó a los supervivientes españoles junto con los otros de los fuertes pequeños y fueron todos ellos colgados de las mismas ramas que habían colgado a los franceses...”

En resumen, Gourgues atacó en 1568, los tres fuertes españoles construidos en el lugar donde había estado el emplazamiento francés de Fort Caroline, y que había sido conquistado en 1565 por Menéndez: el San Gabriel, el San Esteban y el principal, llamado San Mateo. La guarnición total de los asentamientos era, según la fuente francesa, de unos cuatrocientos hombres de armas. No se menciona, curiosamente, la presencia de los colonos y sus familias, mujeres y niños, que habían construido sus granjas en las inmediaciones y que, tras el ataque combinado de franceses e indígenas, habían buscado refugio precipitadamente en San Mateo.

De los moradores de la colonia (la mayoría seguramente asturianos y muchos de ellos avilesinos) no quedó ni uno vivo. Todos fueron muertos en combate, o ejecutados tras su rendición por los franceses de Gourgues, o por los indios de Saturiwa. El relato francés lo describe así: “…Y allí fueron todos [los prisioneros españoles] muertos y cortados en pedazos, salvo aquellos a los que con gran dificultad pudo reservar para hacerlos morir como a ladrones”.

Entre los ejecutados estaba el capitán Villarroel, gobernador de San Mateo. Los españoles fueron ahorcados en los árboles que rodeaban al fuerte, con un cartel colgado en su cuello con una leyenda grabada a fuego sobre trozos de madera.

La crónica nos dice: “(...) Gourgues mandó grabar a hierro candente sobre una tabla de abeto lo siguiente: No os hago esto como a españoles, ni como a marineros, sino como a traidores, ladrones y asesinos”.

Una vez ejecutados aquellos que habían sobrevivido al asalto, Dominique Gourgues ordenó destruir los tres fuertes. En un solo día los franceses, con la ayuda de los indígenas, los redujeron a cenizas: “… Una vez hecho esto [la ejecución de los españoles], y al verse falto de hombres para custodiar los fuertes, y menos aún de poblarlos, y por temor a que los españoles, que tienen posesiones no muy lejanas, quisieran volver a acomodarse allí, o que los salvajes pudieran utilizarlos contra los franceses, en caso de que su Majestad quisiera enviarlos de nuevo allí, resolvió destruirlos. De hecho, tras haber reunido y finalmente convencido a todos los reyes salvajes que había de hacerse así, éstos emplearon a sus indios con tal ímpetu que lo derribaron todo, arrasando completamente los tres fuertes en un solo día”.

Una vez consumada su venganza, y en presencia de los fuertes derruidos y de los cadáveres de los españoles, colgados de los árboles o masacrados sobre la tierra, el capitán francés y sus hombres [hugonotes] hicieron una plegaria de acción de gracias por la victoria:

“¡Oh, Dios vengador que no dejas nada impune, aun cuando difieras en ejecutar tu dramático juicio y sepas sancionar tras la larga espera la enormidad del pecado! Nosotros te agradecemos humildemente lo que has querido hacernos hoy al contemplar con los ojos de tu bondad y misericordia, al tomar venganza de nuestros enemigos y los tuyos. De manera tan grande que podamos magnificar tu santo nombre para toda nuestra vida…”

Tras la oración de gracias regresaron a Francia: “… El lunes, tercer día de mayo [de 1568] levaron anclas para hacerse a la mar, con tal fortuna que en diecisiete días navegaron mil cien leguas y, prosiguiendo su propia ruta, llegaron a la Rochelle el sexto día de junio, que era el mismo día de Pentecostés, siendo recibido con grandes muestras de júbilo…”.

Desde España, a donde había llegado la noticia de la masacre de San Mateo, se envía una flota a las costas de la Rochelle para apresar a Dominique Gourgues. Sin embargo llegan tarde, pues el francés ya había partido hacia Burdeos: “…Gourgues fue advertido de que dieciocho pataches y un roberge de doscientos toneles, cargados de españoles, tras enterarse del desastre de Florida y de que él estaba en La Rochelle, habían llegado hasta Che-de-Baye en el mismo día que él había partido de allí… navegando hasta Burdeos donde tomó diligencia para ir a dar cuenta al señor de Monlue [su antiguo general y gobernador de Guyenne]”

Más tarde, el rey católico ofreció una gran suma de dinero a quien le presentase la cabeza de Gourgues, rogándole al rey Carlos IX de Francia que hiciera justicia con el responsable de un acto tan sanguinario. El Rey galo, que temía las consecuencias que podía acarrearle con la Corona española la despiadada y salvaje acción de Gourgues, recibió a éste con mucha hostilidad. El único que lo apoyó, contra el consejo real, fue Coligny, pero todo lo que obtuvo en la Corte fue que no se le entregara a Felipe II. Por esta razón Gourgues tuvo que vivir oculto prácticamente hasta su muerte:

“(...) Cuando Gourgues fue a París para presentarse ante su Rey y contarle el éxito de su empresa y ofrecerse al Soberano para colonizar en su nombre aquellos territorios de Florida, recibió una respuesta tan contraria que se vio obligado a ocultarse durante bastante tiempo [estuvo oculto durante catorce años, por temor a ser descubierto y ejecutado por los españoles] en la Corte de Rouen”.

Por fin, ocho años después de muerto Pedro Menéndez, Dominique de Gourgues se decidió a salir de su escondite y reanudar su actividad, pero entonces fue cuando la muerte se cruzó en su camino. Corría el año 1582, y estando de viaje entre París y Tours se sintió mal, falleciendo víctima de una enfermedad.

En el relato se recoge lo siguiente: “Cuando había partido de París y se dirigía a Tours, se apoderó de él una enfermedad que lo apartó de este mundo, con gran pesar de todos cuantos lo conocían”.

Estos eran los franceses contra los que Pedro Menéndez tuvo que enfrentarse en el territorio americano. Así nos lo cuenta M. Bassanier, en su obra: “Historia Notable de La Florida”, en el capítulo titulado “Cuarto viaje de los franceses a Florida, al mando del capitán Gourgues, en el año 1567”.

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