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Concejo de bildeo | Crónicas del municipio imposible

Chatarra

El día que los bildeanos descubrieron que el reciclaje de hierro y acero proporcionaba pingües beneficios

De nuestro corresponsal, Falcatrúas

Bildeo tuvo su negocio de chatarra de acero, un material siempre escaso en nuestro país, inexistente tras la guerra incivil –¡qué ironía!–cuando las pocas estructuras que se mantenían en pie de ser chatarra no pasaban. Tras la Segunda Guerra Mundial, en la que se entretuvieron los países “avanzados”, hubo acaparamiento internacional de ese material, había mucho que reconstruir y ahí estuvo Bildeo colocando en el mercatoneladas de chatarra, en gran parte relacionada con la fragua de Pepe el Ferreiro.

Un día de 1960 llegaron por aquí dos señores a pie, uno gordo y sudoroso, el otro flaco, parco en peso y en palabras. Pararon en la cantina de Francisco el Taberneiro, encontraron pocas opciones, optaron por vino de León en pellejo, fresco, sano y económico.

–¿Hay fragua en este pueblo, paisano?

–Y con un buen ferreiro.

–No tendrá mucho trabajo…

–Siendo buen profesional, vienen hasta de lejos.

Preguntando al cantinero, el mejor informador de la zona (la Guardia Civil lo tenía en gran estima) calcularon las posibilidades de negocio. Luego se presentaron en la fragua de Pepe el Ferreiro interesándose por la chatarra, pues ellos se dedicaban a recogerla por los pueblos.

–Están construyendo –aclararon– una gran planta siderúrgica en Avilés que va a necesitar toda la chatarra que se pueda conseguir.

–Yo tengo algo, pero en cada casa hay aperos viejos, rejas de arados, rodales de carros que todavía conservan las llantas gastadas, cadenas, herramientas fuera de uso… Depende de lo que paguen ustedes.

–Es fácil de hacer la cuenta, pagamos a peseta el kilo.

En aquel momento llegó un vecino a buscar unas herramientas, se puso al corriente del negocio chatarrero y como venía acompañado de uno de sus hijos, un chavalete, al momento el pueblo entero hirvió haciendo recuento de cualquier cosa ferruginosa colgada, enterrada, espetada en una pared o aparcada debajo del hórreo.

El gordo y el flaco quedaron en volver con una reata de mulas en una semana. Aquellos vecinos que tuvieran chatarra, deberían traerla a la antojana de la cantina. No valdrían piezas que contuviesen cemento, tierra, madera u otros materiales que no fuesen hierro o acero.

En los días siguientes, varias ruedas viejas de carro del país fueron pasto de las llamas para liberar las llantas y guarniciones de acero remachadas que protegían los laterales, donde van encajados los muíles y cambiches (piezas de madera que conforman la estructura de la rueda).

Aperos de labranza en un hórreo. | A. P. Paredes

Algún chaval malnacido pensó en dejar las caballerías de casa sin herraduras con tal de sacar dos duros e ir a la cantina a por tabaco. Hasta Xuaco el Mellao tuvo que ponerse en guardia con alguno que le preguntó por los alambres del esquelético que acababa de ponerle un mecánico dentista de Oviedo.

Una de las ventanas de la fragua daba sobre un terraplén de polvo metálico que había crecido con los años en el nacimiento del “camín de ir a misa” y por esa ventana tiraba Pepe la escoria del fogón, junto con sobrantes de acero que no eran aprovechables. Los guajes del pueblo permanecieron jornadas enteras escarbando al pie de la fragua, a la caza de cualquier esquirla que pudiera engordar sus ingresos. Aquello fue una verdadera cantera de chatarra.

El Ferreiro aprovechó para librarse de un puñado de limas y escofinas desdentadas, brocas rotas, barras acabadas y herramientas consumidas que adornaban las paredes del taller, en un sistema de almacenamiento conocido como “el porsiacaso”, expresión que Pepe utilizaba cada vez que espetaba algún resto de herramienta entre las piedras de la pared, por si en el futuro surgía la oportunidad de aprovecharlo.

Aquel sábado, apareció el chatarrero sudoroso con dos arrieros y diez mulas enormes equipadas con serones. Delante de la bodega de Francisco esperaba medio pueblo, casi todo chavalería con recipientes diversos llenos de chatarra menuda; las piezas mayores como guarniciones de carro, llantas, rejas, palas, picos, guadañas, potas, bacinillas, palanganas, etcétera iban en sacos o sueltas.

La ceremonia del pesaje llevó su tiempo, la romana de precisión utilizada había sido homologada por el mismo Nerón. Algunos sacaron cerca de sesenta duros, contentos por librarse de cacharros inútiles cobrando por ello. Las mulas marcharon cargadas a razón de doscientos kilos por lomo. Los chatarreros aún volvieron un año más tarde a recoger algunas “virutas” más, pero fueron eso, virutas.

Dado que el acero es, junto con el aluminio, uno de los metales más reciclables, tal vez aquella chatarra recogida en Bildeo en los años cincuenta del siglo pasado esté cerca de usted en forma de coche, de nevera, de viga en su edificio. Tendría usted en su casa, sin saberlo, un poco de la historia de este maravilloso pueblo al que no acaba de venir.

Seguiremos informando.

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