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Las cartas de Avilés

La talla del Gobierno

Cuando alguien inicia su parloteo verbal o escrito apoyándose en “su verdad” hay que ponerse en guardia y desconfiar, pues la verdad no es propiedad de nadie. Cuando alguien se ocupa del ropaje que la sociedad utiliza para disfrazarse, pues nacemos desnudos y el ropaje solo es un disfraz, debe de andar muy fino para no equivocarse. Las tallas grandes se rellenan mal, se necesita mucho cuerpo; las medianas son más adaptables, pero no a todo el mundo le sientan bien; y las pequeñas se rellenan con poco. El Gobierno sí da la talla, pero la pequeña y con esto es difícil sentirse orgulloso.

Yo me definí públicamente con motivo de la restauración de la fachada de la iglesia de Sabugo, no hace mucho y en estas mismas páginas, como católico, cosa rara en Europa pero entiendo que es muy difícil cumplir con todos los preceptos de la Iglesia, aunque lo procuro. Del que nunca me alejo, como tampoco se aleja la Iglesia como institución, es del de la solidaridad. Basta acercarse a las puertas de muchas iglesias y ver las colas de personas para buscar ayuda. Acérquense después a las puertas de los sindicatos y verán que no hay nadie. A la sociedad en general le resulta le resulta más económica, pues, la iglesia que los sindicatos.

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