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Juan García

Tolerancia

La toma de decisiones trascendentales, como el cambio de sexo, a edades en las que el uso de razón aún no tiene todo su pleno desarrollo

Otro término que esta progresía de hoy en día del caviar de Beluga, marisco de la bahía, y champán francés –por no seguir enumerando parte de sus vicios– puso de moda en su momento, y que quizás en la actualidad se haga hasta un mal uso del vocablo por su significado estricto, es el término tolerancia.

Según nuestra RAE, tolerar es –entre otras acepciones– : 1. Llevar con paciencia. 2. Permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente. 3. Respetar las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.

Pongamos como siempre algún ejemplo práctico, que nos sirva para razonar juntos y hacernos preguntas sin el menor atisbo de maldad o mala baba en ello. Veamos y leamos. El bloguero y locutor estadounidense Bill Maher publica en redes sociales –textual– el siguiente comentario, a propósito de una política permisiva la cual consiente en que los niños a muy temprana edad puedan cambiar de sexo, motu proprio: "Si los niños supieran lo que quieren ser a los ocho años, el mundo estaría lleno de futbolistas, vaqueros y princesas. Yo quería ser un pirata. Gracias a Dios nadie me tomó en serio ni programó en mí una operación para un día quitarme un ojo o cortarme una pierna".

Y es que revertir una situación natural a un estadio anterior, por haber incurrido en una decisión no del todo acertada, como poder, se puede; pero ya nada será igual, porque se habrá perdido la esencia de lo que es natural; es decir aquello de lo que a uno le dota la posibilidad de nacer a esta vida. Si por querer ser un verdadero pirata, alguien toma la decisión un día de cortarte una pierna o sacarte un ojo, todos comprenderemos que aquella decisión –por decirlo suave–fue una decisión no del todo acertada, o quitando el eufemismo de en medio, fue un error. Algo tan grave como el ejemplo anterior es que si un día un niño de apenas 12 años decide, por sí mismo, ser una niña e insta a sus padres o a quienes ejercen de tal a que se inicien los trámites oportunos para que así suceda. Y es que la ley ampara esta situación, aunque para quien escribe sea algo totalmente incomprensible y muy difícil de aceptar. Repito y sin entrar en más disquisiciones, simplemente por una cuestión de edad, no tiene el menor sentido tomar decisiones tan transcendentales a tan corta edad, cuando apenas se ha alcanzado el uso de razón.

Somos muchos los que sufrimos y toleramos con paciencia decisiones y leyes tan poco fundamentadas en el razonamiento humano más elemental, que a día de hoy e independientemente de la aritmética político-parlamentaria, que es en definitiva quien le da luz verde, no protestamos enérgicamente frente a quien definitivamente lo pone en funcionamiento. Aunque en ocasiones el "sapo" se lo tengan que tragar –verdaderamente también– los tribunales de justicia con semejantes decisiones.

Y es que lo dice –en este caso– muy bien la fundación de un banco nacional en su publicidad más reciente: "El mundo de mañana depende de la educación de hoy". ¿Se puede decir tanto, en tan pocas palabras? Y es que en la sentencia de la fundación del banco, nosotros los ciudadanos, tenemos la solución. Quizás no hemos colocado –en su momento– a las personas adecuadas en los puestinos correctos. ¡Cuán importante es entonces, pensar y razonar el voto! Con los años que llevamos de democracia, a veces pienso que en muchos aspectos, todavía tenemos mucho que aprender. Entre otras, aprender a votar. Ya comentaremos el próximo mes. Dicho lo cual, no quiere esto decir que todo el mundo que no vote lo que yo voto esté equivocado. Ni mucho menos; pero quizás a ese voto le falte, un pelín más de reflexión. Hagamos si no para finalizar, ese ejercicio de reflexión ahora, y en el supuesto caso de que tuviéramos en este preciso instante que votar, ¿votaríamos a favor o en contra sobre la posibilidad de que los niños tuvieran –por sí mismos– la oportunidad de poder cambiar de sexo? Por si acaso alguno pudiera estar pensándolo, esto no es demagogia; es simplemente hacerse una pregunta cierta, sobre un caso cierto. Como esta pregunta, quizás pudiéramos hacernos otras, y a la hora de votar eligiéramos a quien defiende nuestras respectivas posturas y rechazáramos a quien las aprueba. Es así de sencillo. Seguro que nos iría mejor.

No obstante estoy seguro, que nuestra Santina de Covadonga vela desde el cielo porque así sea. Al menos yo así se lo pido. Como somos tantos a pedir, unas veces me escucha bastante bien, otras no tanto. En las cosas verdaderamente importantes nunca me falla.

Nos vemos en las urnas, ya mismo. Tiempo al tiempo.

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