Crítica / Teatro

Paz y sosiego sobre la escena

"Mujer en Obras" presenta en el Niemeyer su último espectáculo

Saúl Fernández

Saúl Fernández

En la comedia negra "Cucaracha con paisaje de fondo" hay un poco de teatro del absurdo, pero en su encarnaduda castiza –Jardiel, Muñoz Seca, esas cosas–, pero también hay mucho de Calderón de la Barca y Lope de Vega –hasta se menciona una "niña de plata"– y, además, claro, hay asimismo algo de "Yerma".

Todo esto que hay se completa con un médico loco que tiene un pelín del doctor Frankenstein y un mucho de John Harvey Kellog, el del balneario y el de los cereales. Todo para asentar el camino del porvenir.

El auditorio del Niemeyer acogió antes de anoche una función del último espectáculo de la compañía "Mujer En Obras", una comedia escrita –mayoritariamente– en verso que asemeja la peripecia de esas mujeres retiradas en el balneario a lo que sucede en la corte de Polonia donde la vida es sueño y los sueños, sueños son.

Lo mejor de "Cucaracha con paisaje de fondo" no es el título elegido. Lo mejor es un texto que se desarrolla a la manera del arte nuevo de hacer comedias, que lo fue (nuevo) cuando Lope todavía andaba por el mundo.

Ballesteros escribe como si tal y dirige a su elenco con la naturalidad del naturalismo más evidente. Sucede, sin embargo, que la fábula que hila mujeres, balneario y médico desquiciado desperdiga la mente del espectador. Y es una lástima, porque el montaje –que se llevó dos premios "Max": el del mejor montaje revelación y del guión, también revelación– se hace delicioso a ratos, sobremanera, cuando todas las mujeres hacen por desprenderse de sus propios presentes inventando otros nuevos.

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