Crítica / Teatro

Teatro narrativo para romper la tristeza

Rigamonti conmueve con el relato de un paria en las dos orillas del Adriático y de la vida

Saúl Fernández

Saúl Fernández

"Italianeses" es una especie de calambur que suma "Italianos", por un lado, y "albaneses", por otro. O sea, el neologismo que sirve para nombrar a una comunidad de ciudadanos que se formó al final de la II Guerra Mundial. La Italia fascista cruzó el Adriático para conquistar el reino de Albania. Fue en 1939. Como consecuencia de aquella campaña, se quedaron en la nación balcánica un grupo de italianos que, cuando Albania cayó del otro del Telón de Acero, se perdieron en el deseo de vivir "en el país más bonito del mundo".

Este es el contexto del monólogo que escribió el actor calabrés Saverio La Ruina: el drama que viene cuando los espectadores dejan de ver las sombras porque las llamas de la gruta de Platón se han apagado.

Riccardo Rigamonti solo, con una silla, atenaza a los espectadores al relato de un sueño y a su conversión en pesadilla que escribió La Ruina. Lo hace suavemente, palabra a palabra, con los ojos abiertos de par en par... Y uno se desmonta cuando, ya en Italia, Tonino deja volar a las palomas como si nada. "En Albania nos las comíamos". Ahí es cuando se gana el corazón de los espectadores que acudieron antes de anoche a la sala club del Niemeyer. Una pequeña producción –ya fue pequeña también la que anteriormente había traído a Avilés: "Kohlass"–, pero una interpretación de gigante, capaz de minar a los infelices más inconmovibles.

Sólo una voz y una iluminación tan perfectamente narrativa –termina con los colores de la bandera italiana– como para que el personal se sintiera concernido por ese proceso de enriquecimiento que vive Tonino desde que se queda en el campo de concentración y aprende la profesión de sastre y sueña con aprender italiano, pero como allí sólo se habla calabrés... Teatro narrativo para romper con la tristeza.

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