Opinión

La Unión Europea, en la encrucijada

Luces y sombras de la construcción de un espacio comunitario que defienda los Derechos Humanos

El simbólico izado, el pasado jueves, de la bandera de Europa en el Ayuntamiento de Avilés, donde quedará fija junto a las de España, Asturias y el municipio, ha inspirado a la exconcejala y exeurodiputada Laura González este artículo sobre la deriva de la UE.

De 1993 a 2003 fui diputada europea electa por Izquierda Unida. Aún hoy, no puedo más que estar agradecida por un privilegio que me permitió ver las cosas desde una atalaya única en compañía de personas siempre interesantes. Haber sido integrante, en nombre de Izquierda Unitaria Europea, de las comisiones de Medio Ambiente y de Mujer, así como de la delegación de América Central y México, me permitió participar en debates tan interesantes como el Protocolo de Kioto (cambio climático), la Conferencia de Pekín (derechos de la mujer) y la Comisión de Peticiones, un órgano abierto a los ciudadanos al que pude invitar en esos diez años a asociaciones ecologistas, asociaciones en defensa de los derechos de la mujer, grupos de defensa de los derechos del pueblo saharaui, entre otros, para presentar y defender sus reivindicaciones. También me permitió viajar a Centroamérica y constatar cómo la cooperación europea ayuda a mujeres indígenas, campesinos y a grupos defensores de los derechos humanos.

Durante mi presencia en el Parlamento Europeo constaté también muchos de los problemas en el proceso de construcción europea, un proceso que tiene luces y sombras. Entre las sombras destacaría: la excesiva burocracia; los tratados que se ocupan de los aspectos económicos, financieros y de libre mercado, pero menos de la consagración de derechos sociales, laborales y ciudadanos; una política de inmigración demasiado restrictiva e ilógica, porque la vieja Europa va a necesitar a las personas que vienen en busca de una vida mejor y que a la vez nos ayudan a mantener y atender a la envejecida población europea; o la incapacidad para poner de acuerdo a los 27 países miembros en la aprobación de una Constitución europea que garantice derechos y aleje los peligros de la homofobia, la xenofobia, la violencia contra las mujeres y los menores o la desigualdad social, entre otras muchas cuestiones.

En la actualidad, la mayor sombra es la falta de respuesta clara frente al genocidio en Palestina (que ha supuesto ya el asesinato de más de 34.000 personas, de ellas más de 17.000 menores). La defensa de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional debería ser una línea estratégica de la Unión.

A la vez, también se va construyendo una Unión Europea que, olvidando la extrema austeridad de la crisis de 2008 que tanto daño causó, ha aprobado una gran cantidad de fondos para afrontar una salida más justa y solidaria de la crisis producida por la pandemia de la covid-19 y sus terribles consecuencias. Ese modelo de construcción europea que responde a las necesidades reales de la ciudadanía debería de ser el que predominase en el futuro.

El próximo 9 de junio se celebrarán las elecciones al Parlamento Europeo; más que nunca creo que estamos en un momento crucial para el futuro de Europa. El avance de la extrema derecha en muchos países de la Unión supone un grave retroceso para construir y consolidar una Europa social, democrática y con derechos. La ciudadanía europea tendrá la palabra para decidir el camino a seguir.

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